“No se puede lograr cambiar el país con los mismos de siempre”. Ese fue el principio que guió la campaña de Javier Milei, que derrotó al peronismo argentino, aliado del Socialismo del Siglo XXI, representado por Sergio Massa.
Ya alguna vez se dijo que no se puede obtener resultados diferentes haciendo más de lo mismo; pero tampoco se puede cambiar la conducta de la gente si se opera en el mismo sistema. Para combatir la corrupción precisamente se debe cambiar el sistema, solo así se logra modificar la conducta humana y, por tanto, el resultado.
La unidad de la oposición debe darse alrededor de un objetivo central y estratégico: derrotar al MAS en las próximas elecciones generales de 2025. Ello para recuperar la independencia y la libertad de Bolivia. Por tanto, la candidatura opositora debe ser la que garantice ese resultado, siendo instrumental al objetivo buscado. No el objetivo mismo.
La unidad alrededor de una candidatura en sí no es condición suficiente para ganar la elección. Se necesita un cierto tipo de candidato. Y resulta que la oposición actual pareciera ya insuficiente e inadecuada para lograr derrotar al MAS con el apoyo mayoritario de los bolivianos. Necesitamos una candidatura fresca y novedosa que plantee con absoluta claridad y convicción la necesidad de acabar con el Estado patrimonial y reemplazarlo por uno de tipo liberal abierto y genuinamente, tanto política como económicamente, democrático.
El problema es que ninguno de los políticos actuales de oposición es capaz de interpretar y representar esa nueva y diferente oferta política con credibilidad. La esencia del programa de oposición debe ser la absoluta transformación del sistema económico de un centralismo estatista a una economía abierta y liberal, donde el ciudadano mande y el Estado sirva. Y no al revés, como ahora. Cambiar el sistema económico es determinante para salir de la pobreza material, intelectual y moral en la que estamos sumidos.
El sistema económico es determinante, además, porque es el método por el que se alinean las ambiciones y los intereses de los lobos de la manada. Los lobos irán siempre tras las presas que les alimente, pero hay desde luego lobos y lobos. Hay lobos depredadores y salvajes; y los hay lobos estratégicos, visionarios y éticos.
En mi vida política extendida, he conocido a ambos tipos de lobos. Unos admirables y otros despreciables. En general los primeros sometieron a los segundos. Pero llegó el fatídico momento en que los lobos de carroña, los depredadores, los lobos-hienas prevalecieron; y hasta hoy no podemos quitárnoslos de encima. Y ya no nos queda mucho tiempo.
Por tanto, el cambio que desesperada y urgentemente necesita Bolivia pasa por un rediseño total y completo del sistema económico y consecuentemente político; además de un nuevo liderazgo de oposición que verdaderamente encarne, represente e interprete esa transformación. El liderazgo de la oposición actual ha pasado a ser parte del problema y ya no es parte de la solución debido a su trayectoria política identificada con un estatismo económico, y en general una posición de izquierda más próxima al MAS que a una doctrina liberal.
Mirando desapasionadamente la historia política de los últimos 50 años, vemos el actuar de políticos de fuste que alcanzaron trascendentales cambios en el país, como Paz Estenssoro, Siles Zuazo, Banzer, Sánchez de Lozada o Paz Zamora. Sin embargo, en la actualidad, los tres líderes prominentes de la oposición: Carlos Mesa, Samuel Doria Medina y Jorge Quiroga no han logrado estar a la altura de sus predecesores presentando una alternativa atractiva y viable en reemplazo del MAS.
Quizá su mayor contribución en estas circunstancias no sea solo lograr la unidad de la oposición en una sola candidatura, sino más bien apuntar al objetivo mayor y estratégico de coadyuvar a la construcción de una candidatura liberal fuerte que represente la alternativa de un CAMBIO radical, viable y creíble, como el que no se pudo construir en estos últimos 17 años.
No se va a derrotar al MAS con más de lo mismo, con más de la misma conducción de oposición como la que hemos tenido hasta ahora, ideológicamente híbrida, de un estatismo “light” filo-socialista en su ideología y práctica.
Si algo debemos aprender de la victoria de Milei es que la oposición debe ser RADICAL, inequívocamente antiestatal y liberal. La oposición actual no lo es, ni podrá serlo.
Por tanto, no es ni chicha ni limonada. Y así, ¡no ganaremos nunca!
El autor es académico, exalcalde de La Paz y ministro de Estado.