Contra todo pronóstico el candidato argentino, Javier Milei, se ha impuesto a los partidos tradicionales enarbolando los principios liberales. La victoria en las elecciones primarias argentinas supone no solo una llamada de atención a la “casta” política, sino también ha relanzado los principios liberales. El candidato ha sabido capitalizar el masivo descontento social y se ha convertido en el árbitro de la política argentina.
En la perspectiva de Francis Fukuyama, el liberalismo clásico es un gran paraguas bajo el que se cobija una amplia gama de posicionamientos políticos que, no obstante, coinciden en cuanto a la importancia fundamental de la igualdad de los derechos individuales, la ley y la libertad (El liberalismo y sus desencantos, 2022). Y aunque reconoce que los derechos políticos y las libertades aumentaron en todo el mundo durante las tres décadas y media transcurridas entre 1974 y principios de la década de los 2000, llevan quince años seguidos disminuyendo hasta 2021, durante lo que se ha dado en llamar “recesión democrática” o incluso “depresión democrática”.
Uno de los principios fundamentales del liberalismo es la tolerancia, lo cual no significa estar de acuerdo con los ciudadanos en las cosas más importantes, sino simplemente que cada individuo debería poder decidir qué hacer sin interferencias del Estado. El autor recuerda que el principal atractivo del liberalismo sigue siendo el aspecto pragmático que ya existía en el siglo XVII: si sociedades diversas como la India o Estados Unidos se apartan de los principios liberales y tratan de basar la identidad nacional en la raza, el grupo étnico, la religión o alguna otra visión sustantiva de la vida, están propiciando la vuelta a un conflicto potencialmente violento.
Otro atractivo o justificación de una sociedad liberal es la moral: una sociedad liberal busca proteger la dignidad humana otorgando a sus ciudadanos un derecho igualitario a la autonomía. La capacidad de tomar decisiones vitales es una característica humana fundamental. Cada individuo quiere determinar los objetivos de su vida: lo que quiere hacer para ganarse la vida, con quién casarse, dónde vivir, con quién asociarse y hacer transacciones, de qué y cómo hablar y en qué creer. Esta libertad es la que confiere dignidad a los seres humanos, a diferencia de la inteligencia, el aspecto físico, el color de la piel u otras características secundarias.
La visión del liberalismo como un medio para proteger la dignidad humana básica, ha quedado escrita en innumerables constituciones de democracias liberales de todo el mundo bajo la forma del “derecho a la dignidad” y aparece en las leyes fundamentales de países tan distintos como Alemania, Sudáfrica y Japón. A la mayoría de los políticos contemporáneos les costaría sobremanera explicar con precisión qué cualidades otorgan a las personas igual dignidad, pero tendrían una vaga idea de que tiene que ver con la capacidad de elección y la capacidad de tomar decisiones sobre la propia vida sin que se produzcan injerencias indebidas por parte del gobierno o de la sociedad en sentido amplio.
Los derechos humanos son universales, como figura en la frase inicial de la Declaración de Independencia de Estados Unidos: “Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales”. No obstante, en la práctica, los regímenes liberales hicieron distinciones odiosas entre individuos y no consideraban a todas las personas que se encontraban bajo su jurisdicción como seres humanos plenos.
La tercera justificación del liberalismo tiene que ver con el crecimiento económico y la modernización. La forma de autonomía más importante se vincula con la capacidad de comprar, vender e invertir libremente en una economía de mercado. Los derechos de propiedad son esenciales en el programa liberal, junto con la imposición del cumplimiento de los contratos mediante instituciones que redujesen los riesgos de hacer transacciones comerciales y de inversión con desconocidos. En realidad, ningún empresario arriesgará dinero en un negocio si cree que al año siguiente lo expropiará un gobierno o se lo apropiarán empresas de la competencia o una organización criminal.
Milei no solo desafía a la “casta política” tradicional sino también al modelo populista que ha llevado a la ruina a la otrora poderosa Argentina.
El autor es jurista y autor de varios libros.