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Opinión

Maduro se acaba

22 de Julio, 2024
ERICK R. TORRICO VILLANUEVA
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El 28 de julio, fecha en que se recuerda el nacimiento del caudillo populista Hugo Chávez fallecido en 2013, parece que esta vez también marcará el día del final político de Nicolás Maduro, accidental, forzado y cada vez más averiado heredero de aquél en el gobierno de Venezuela.

Las elecciones presidenciales que se tiene previstas en esa nación para el próximo domingo, si llegan a concretarse y si no sufren ninguna interferencia oficialista extraña, se anuncian hasta el momento como la puerta de salida del “chavismo”, que lleva más de un cuarto de siglo en el poder con preocupantes resultados en materia de gestión estatal.

 Con el 82 por ciento de sus habitantes en situación de pobreza (53 por ciento en extrema pobreza) según datos de Naciones Unidas y con cerca de ocho millones de personas en condición de migrantes o refugiadas (sobre una población total de 28 millones), Venezuela afronta una de las peores circunstancias sociales y económicas de su historia. Ese cuadro se torna más dramático si se añaden las cifras de los cerca de 20 mil asesinatos perpetrados allí en los últimos veinticinco años, más del 30 por ciento de los cuales son atribuidos a ejecuciones extrajudiciales a cargo de las fuerzas de seguridad, mismas que también masacraron impunemente a casi 300 ciudadanos que protestaron en demostraciones efectuadas en 2014, 2017 y 2019.

Las votaciones del próximo 28, entonces, se muestran como una oportunidad que puede posibilitar el retiro de la escena pública de un esquema autoritario montado sobre un discurso pretendidamente progresista y que benefició a los miembros de una élite, incluidos altos jefes militares. 

Maduro y su grupo están, así, a punto de verse enfrentados a la realidad de sus límites, ante los claros indicios de una derrota electoral inminente. Sus acciones desesperadas dan cuenta de ello.

Empezaron por inhabilitar durante 15 años para el ejercicio de funciones públicas a María Corina Machado, líder opositora que obtuvo el 92,3 por ciento del respaldo ciudadano en las elecciones primarias de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), para que se postule a la presidencia por esa coalición. Ella obtuvo ese triunfo el 22 de octubre de 2023 y el 26 de enero de 2024 el Tribunal Supremo le negó su posibilidad de participar en los comicios presidenciales.

Ante esa situación, Machado cedió su posición a la académica Corina Yoris Villasana, a quien el sistema informático del Consejo Nacional Electoral no le permitió registrarse, razón por la cual la PUD tuvo que elegir a un nuevo candidato, el diplomático Edmundo González Urrutia, que sí logró inscribirse gracias a una prórroga de última hora en el plazo establecido.

Las maniobras del oficialismo no tardaron en manifestarse. Una versión acusó a González de ser portador de una credencial de agente de la CIA, la central de espionaje estadounidense, y poco después otra señaló que estaba afectado por una enfermedad terminal.

Machado y González, sin campaña mediática alguna, recorren cada rincón de la geografía venezolana, lugares en los que el apoyo ciudadano que reciben –poco visibilizado por los medios noticiosos permitidos– es multitudinario, inclusive en zonas que hasta hace no mucho se hallaban bajo control o dominio del sector “chavista”.

El aparato gubernamental ha tratado de impedir esos desplazamientos y esas concentraciones, para lo que ha prohibido vender boletos de avión a los opositores y sus equipos, ha dispuesto la apertura de zanjas en varios caminos, ha movilizado grupos de choque, ha detenido arbitrariamente a colaboradores de la PUD en diversas regiones y ha sancionado, mediante repentinos cobros de impuestos y clausuras, a hoteles, restaurantes y hasta puestos populares de desayuno o merienda a los que acudieron los políticos de la Plataforma. Pero todos esos obstáculos han resultado infructuosos o más bien han acrecentado la fuerza y la voluntad del movimiento opositor.

El bloqueo en Internet de varios medios informativos digitales y de verificadoras de noticias, la invención de falsos opositores que estarían disputándose la preferencia electoral de los venezolanos, la difusión de datos fabricados que colocan a Maduro en el tope de apócrifas encuestas de intención de voto, las ofensas a la edad del candidato González, la desacreditación de Machado porque habría tenido algún antepasado “antipatria” a mediados del siglo XIX o la más reciente amenaza del repetitivo gobernante respecto a que Venezuela sufrirá “un baño de sangre” si no triunfa su candidatura han sido otras expresiones de la campaña oficialista.

 Lo evidente, sin embargo, es que allá se está produciendo un despertar colectivo tras un ya largo letargo, se está reconquistando la libertad de la palabra y se está ocupando los espacios públicos (plazas, calles, carreteras, redes digitales) con la demanda generalizada de una democracia real que reconstituya las instituciones, así como haga viable la reconciliación nacional al igual que el retorno de quienes tuvieron que irse de su país y ahora incluso han sido privados de su derecho a votar en el extranjero.

 Las encuestas preelectorales más confiables indican que Gonzáles bordea el 60 por ciento de las preferencias, que Maduro no supera el 20 por ciento y que los otros ocho candidatos inscritos, en conjunto, no hacen ni un 5 por ciento. El resto corresponde a indecisos o a quienes rechazan las votaciones.

Mientras tanto, Maduro no da señales de entender lo que está sucediendo y prefiere oír voces como la de la Cancillería boliviana que, en otra exhibición de incompetencia diplomática, anticipó el pasado 30 de marzo en un comunicado que “el hermano presidente Nicolás Maduro” y su pueblo “se preparan para celebrar en un ambiente de victoria las elecciones presidenciales”.

La propaganda reeleccionista del oficialismo venezolano no fructificó desde un inicio, cuando en diciembre de 2023 quiso generar un sentimiento de unidad en torno al gobierno mediante el referendo que aprobó la anexión del Esequibo, un territorio con riqueza petrolera que ocupa Guyana y se encuentra en disputa legal en la Corte Internacional de Justicia. Y algunos de sus últimos spots, en que el gobernante-candidato aparece con su esposa en un paisaje desértico o disponiéndose a abordar un taxi en una calle, han sido contraproducentes, pues les presentaron como los personajes en soledad y sin apoyo que hoy son o preparándose para tomar el camino de vuelta a casa. Ni el clientelismo ni la represión están rindiendo como antes.

Así, Maduro ya se acaba, junto al cuestionado ciclo “chavista”. Venezuela, al contrario, ha superado el miedo y se alza madura en pos de su redemocratización.

El autor es especialista en comunicación y análisis político.