Luego del censo y la reasignación de escaños que debe haber en función de la población departamental, ha surgido la idea de anular los parlamentarios supraestatales.
Ni duda cabe es una excelente propuesta, están inútiles; y para que se me entienda bien, no digo que son “unos” inútiles, digo que en el actual estadio de la integración suramericana, el cargo no debió ser creado, no tienen sentido, ni función y es un despilfarro de dinero.
Para un entendimiento, comencemos definiendo que un proceso de integración surge cuando dos o más Estados deciden conformar una unidad económica y luego si lo desean una unidad política. La integración económica comienza con una zona de libre comercio, pasa a una unión aduanera, luego a un mercado común donde circulan libremente las mercancías, los capitales y las personas, para terminar en la unión económica, que implica la armonización de políticas económicas, principalmente la comercial, la tributaria, la monetaria y la adopción de una moneda única.
Así, por ejemplo la Unión Europea, inició la integración con dos productos, el acero y el carbón, luego decidieron ir a la libre circulación de todos los productos, de capitales y personas; creando el pasaporte europeo. Es lo que se denominó la Comunidad Económica Europea (CEE), cuyo punto culminante fue la creación y adopción del euro.
No contentos con ello, decidieron avanzar hacia la unidad política, creando instituciones con base en la teoría de la división de poderes. Así existe una especie de ejecutivo, denominado Consejo Europeo, un órgano representativo permanente que es el Parlamento Europeo y un Tribunal de Justicia. Estas son las denominadas instituciones “supraestatales”, que se consolidó con la suscripción del Tratado de Maastricht, que es una especie de Constitución de la Unión Europea.
En el caso de la integración suramericana, el Mercosur, en la dimensión económica, hace más de tres décadas, no puede lograr los objetivos comerciales acordados. La libre circulación de bienes está perforada por excepciones. No se ha consolidado una unión aduanera. Tampoco hay libre circulación de personas y capitales.
En similar estado está la Comunidad Andina (CAN). Es decir, en ambos procesos, lejos aún estamos de concretar una integración económica plena.
En la dimensión política, no hay ni siquiera objetivos concretos. Si bien, en el Mercosur existe una Comisión Parlamentaria Conjunta y en la CAN un Parlamento Andino, ambas instituciones tienen un carácter eminentemente consultivo. En lo formal, tienen la tarea de intercambiar criterios sobre la marcha del proceso de integración, e informar a cada uno de los congresos nacionales, a objeto de congeniar una posible armonización de las legislaciones nacionales que sean útiles al proceso de integración. Aunque en los hechos hacen lo que se les ocurre.
Es más, aún en el relacionamiento del Mercosur con terceros países, las percepciones son contradictorias. Basta citar que Uruguay y Paraguay pretenden abrirse al comercio con China, mientras que Brasil y Argentina se niegan. En el proceso de coordinación intramercosur, tendiente a tener una única posición en los foros multilaterales, como la ONU u OEA, las posturas son en la mayoría de los casos disímiles.
En la Unión Europea la realidad es distinta. Como ejemplo ilustrativo basta mencionar que, a parte de las Embajadas que tienen cada uno de los miembros en los diferentes países, existe una representación diplomática propia de la Unión Europea, que ejerce la coordinación. Tienen además un representante diplomático, equivalente a un Canciller de la Unión Europea que ejecuta una política exterior común.
El único intento regional de crear un esquema parlamentario supraestatal fue en la Unión de Naciones Suramericanas UNASUR, pero fue un fracaso, debido a la falta de tolerancia ideológica de algunos miembros y una lógica prevendal de poner en los altos puestos de la burocracia internacional a familiares y amigos que no tenían las competencias académicas, ni morales para el cargo. Como muestra del monumental fracaso está en la localidad de San Benito – Cochabamba, el que debió ser el parlamento de UNASUR, hoy convertido en salón de baile.
En consecuencia, tomando en consideración que Bolivia no participa en stricto sensu de ningún organismo parlamentario supraestatal, los mal denominados “parlamentarios supraestatales” deben ser eliminados.
El autor es diplomático de carrera.