La cadena pública norteamericana Public Broadcasting System (PBS) realizó una serie de entrevistas a exfuncionarios de Washington, historiadores y a algunos ciudadanos rusos, en las que testimonian su experiencia con Vladimir Putin. Sus historias trascienden al mandatario ruso; son retratos de personajes e incidencias centrales de nuestra época.
John Bolton fue asesor nacional de seguridad del presidente Trump. Se trata de un halcón republicano, pero con una visión cruda de su exjefe. Bolton es conocido en Latinoamérica por revelar que Trump consideró que “sería cool” invadir Venezuela.
Bolton cuenta que Donald inquirió una vez si Finlandia seguía perteneciendo a Rusia. Y ante la pregunta de qué creía que Putin pensaba de Trump, el exasesor dispara que seguramente lo suponía un tonto del cual sacar ventaja. Trump entendía que la relación con Rusia dependía de cuán bien se llevara con Putin, y enmudecía cuando Vladimir le hablaba de política internacional. Trump prefería las largas charlas con los chinos sobre comercio global, en las que tenía más que decir.
Bolton refiere además que Trump estuvo a un pelo de abandonar la OTAN. Y Putin esperaba un segundo mandato de Trump para que la ruptura de la OTAN se concretara, razón por la que la guerra en Ucrania solo se produjo en el gobierno de Biden.
Sobre Lavrov (el canciller ruso), Bolton señala que en tiempos soviéticos debía reunirse con él y recibió un resumen diplomático que afirmaba que Lavrov no era comunista: “es un zarista”. Y lo sigue siendo.
Anthony Blinken, actual secretario de Estado y funcionario en los gobiernos de Obama, relata el intento de este de “resetear” la relación con Rusia. Estados Unidos ayudó a Rusia a entrar en la Organización Mundial del Comercio (OMC). Obama juzgaba que la asistencia rusa era clave para un acuerdo con Irán que detuviera su programa atómico. Y de hecho Rusia cooperó con Estados Unidos en el arreglo con Irán. Moscú temía que el Medio Oriente se condimentara con capacidades nucleares añadidas. Igualmente, Putin ayudó a Estados Unidos para que sus tropas y equipos transitaran por espacio aéreo ruso hacia Afganistán, porque a Moscú le interesa mantener en calma su frontera sur.
No obstante, Obama no tuvo nunca un buen rapport con Putin, pese a que ambos cultivan un estilo directo, poco emocional, de análoga flema, aunque uno haya nacido en Honolulu y el otro en San Petersburgo. Como para concluir que el clima no determina el carácter.
John Brennan, exdirector de la CIA, es otra estrella de estas entrevistas. Para los conspiracionistas locales, este Brennan de la CIA no solo lleva el apellido del ex encargado de negocios de Estados Unidos en Bolivia, sino que se le parece (le dejo a JRQ la tarea de comprobar su parentesco y sus faenas secretas).
Brennan reseña cómo el exagente de la KGB, Vladimir, estudia las partes blandas de sus oponentes. Por ejemplo, aquilató que Obama no era proclive a una intervención militar en Ucrania y pudo predecir sus pasos. De acuerdo a Obama, Kiev es estratégica para el Kremlin, no para la Casa Blanca. En la administración Obama, era Biden el guerrerista. Por cierto, Brennan critica entre líneas a Barack porque piensa que un bully como Putin debe saber que algún momento alguien le puede dejar la nariz roja. Lo que ha hecho Biden después de la invasión rusa a Ucrania es una corrección de las políticas de Obama.
El exdirector de la CIA sostiene que Obama le encargó transmitirle el estado de la información de inteligencia a la administración entrante de Trump. La idea era replicar el caballeroso traspaso que en su día hizo George Bush (hijo) a Obama. Según Brennan, la gente de Trump no tenía ni idea de que podía ganar la elección y, por su falta de preparación, nunca se presentó para esa transición. Así, estuvo también más a expensas de Putin.
Al repasar estas entrevistas, se entiende el vértigo mundial por las elecciones estadounidenses de este año (“Cuidado con un mundo sin el poder americano”, titula esta semana The Economist). Si ganara el que no sabía que Finlandia (aún) no pertenece a Rusia, la OTAN podría quedar sin su principal financiador.
El autor es abogado