VERÓNICA ORMACHEA G.
Daniel Ortega representa la
quintaesencia de la tiranía. Obviamente, él y su esposa quieren perpetuarse en el poder como Stalin
y otros dictadores.
Asumió la presidencia de Nicaragua por quinta vez,
se colocó la banda presidencial
por cuarta vez consecutiva y su esposa por segunda. La posesión ilegítima y antidemocrática fue una comedia
montada por él y sus seguidores
aduladores.
Trataron de encontrar legitimidad ante la
comunidad internacional a través de
elecciones, pero sin éxito.
Se posesionaron ante la más absoluta indiferencia
del mundo. Entre los pocos
presidentes que asistieron fueron Maduro de Venezuela y Díaz-Canel de
Cuba, que comulgan con él. El resto eran
delegados de segundo rango y la mayoría
de los países no enviaron a nadie.
Se proclamaron ganadores de la reciente elección.
¿Cómo no iban a cantar victoria si
han encarcelado recientemente a 30 líderes de la oposición de los cuales 7 eran candidatos a la presidencia a los
que ha acusado de “colaboracionistas”?
El dictador, también los culpa de “golpistas” así como la narrativa inventada por los masistas en Bolivia
contra el gobierno de Añez, hoy
injustamente detenida.
El dictador tiene a más de 170 detenidos en la
cárcel de El Chipote superviviendo
en las peores condiciones y que son víctimas de maltrato y torturas.
Miles de opositores se han visto obligados a
exiliarse por la persecuciones y
por temor a ser detenidos. El simple hecho de hablar en contra o disentir
contra el régimen autocrático, les significa la
cárcel. La represión es brutal.
El dictador ha sido acusado de crímenes de lesa
humanidad ya que también carga en
sus espaldas a centenares de muertos y desaparecidos.
Durante la deslucida posesión, Derechos Humanos
salió a las calles y se pronunció
con un comunicado que señalaba que “más de 300 familias sufrieron
el asesinato de sus hijos y parientes”.
Ortega, líder del Frente Sandinista de Liberación
Nacional (FSLN), derrocó a la
dictadura de Somoza tras la Revolución Sandinista y luego se encaramó
al poder y se convirtió en un nuevo dictador.
Poco le preocupa que la Unión Europea, EE.UU. y la
OEA les hubieran impuesto
sanciones. Se estima que el Reino Unido y Canadá, harán lo mismo.
Ortega maneja Nicaragua como si fuera de su
propiedad. Ha nombrado a su esposa
Rosario Murillo, copresidenta. Un cargo tirado de los cabellos como
las atribuciones que se adjudican los
dictadores. Algo parecido sucedió con el populista Juan Domingo Perón, que eligió a su esposa Isabel como
candidata a la vicepresidencia, con la
diferencia de que ganaron la elección.
La pareja ha empoderado a sus 8 hijos. Estos
ocupan altos cargos en el gobierno,
en empresas millonarias estatales y en los medios de comunicación, los cuales controlan e impiden la
libertad de prensa y expresión.
La familia es una suerte de “dinastía orteguista”
que se aprovecha del poder hace
años.
La pareja ha presentado a su hijo Laureano como su
delfín. Es un cantante de ópera
desentonado que le gusta la buena vida y el dinero.
¿No teme la dinastía Ortega por su futuro? Muchos
dictadores han acabado muy mal,
entre ellos Sadam Huseín que fue colgado; Gadafi que fue asesinado
con dos disparos; Mussolini que fue fusilado y
luego colgado de cabeza junto a su
amante; y Ceauscesco y su esposa que fueron ejecutados delante las cámaras de televisión.
Si Ortega termina este mandato tramposo habrá
estado en el poder durante 20 años
seguidos, situación con la que sueña Evo Morales.
Verónica Ormachea es periodista y escritora