VERÓNICA ORMACHEA G.
El mundo se llenó de esperanza cuando se
dio a conocer la vacuna Oxford contra el COVID-19. Los resultados iniciales son muy alentadores. Hemos
podido ver la luz al final del túnel cuando se
hizo pruebas a 1.077 voluntarios
en las fases 1 y 2, cuyos resultados demostraron ser efectivos y no provocan efectos secundarios, según la revista
médica The Lancet.
Las pruebas demostraron que la vacuna genera anticuerpos y
células T, (también llamadas
linfocitos) que son un tipo de glóbulo blanco que detectan las células infectadas y las destruye.
Pero aun no podemos cantar victoria. Nos queda la tercera
etapa ya que las pruebas
anteriores no incluyeron a personas mayores ni gente con otras enfermedades. Esta se hizo a voluntarios de raza
blanca de un promedio de 35 años.
En la tercera etapa, los científicos harán pruebas a personas
en el Reino Unido, EEUU, Sudáfrica
y Brasil.
Científicos -que trabajan contra el reloj- estiman que la
vacuna Oxford será lanzada al
mercado en los primeros meses del año 2021. Lo que significa que habremos estado encerrados, atemorizados
y cargados de incertidumbre
durante un año, que no es poca cosa.
La investigación de la universidad de Oxford está liderada
por la científica Sarah Gilbert,
dijo que habían logrado en meses lo que requiere 5 años. Sus investigadores así como de otros
laboratorios trabajan hasta el agotamiento
para salvar al mundo.
Según expertos, si los contagiados tienen una fuerte carga
viral, tendrían que ser vacunados
dos veces y aquello significaría duplicar los esfuerzos, principalmente logísticos.
El enemigo invisible y silencioso que no distingue condición
o raza, se ha llevado a más de 600
mil vidas y ha contagiado a más de 5 millones de personas, cifras que van más allá del entendimiento.
Francis Fukuyama afirmó que ni los países más prósperos están
preparados para enfrentar
semejante pandemia. Una vergüenza.
En realidad, ningún país está preparado para recibir
semejante pandemia mortal, tampoco
Bolivia que a pesar de los esfuerzos del gobierno, el sistema sanitario ha colapsado.
Muchos bolivianos mueren tirados en la calle o en un auto
camino al hospital. Las clínicas
no los reciben porque no tienen espacio o les piden una garantía millonaria, algo que la mayoría no puede
pagar. Una situación dramática e
imperdonable que ningún persona merece atravesar porque la salud y la educación son un derecho humano.
La farmacéutica AstraZeneca, que trabaja con la Universidad
de Oxford, anunció que fabricará 2
mil millones de dosis que distribuirían a fin de año.
Bolivia ha sido seleccionada para recibir la vacuna Oxford.
El Ministerio de Salud adquirirá
las vacunas gratuitamente o a precio reducido.
Bolivia, como otros países recibirá un lote destinado al 20%
de los bolivianos que será
otorgado a grupos de mayor riesgo como el sanitario y adultos mayores.
La Ministra de salud aseguró que “Bolivia no será un conejillo
de indias”, como afirman sus
detractores.
La oposición liderada en el parlamento por el MAS, ha
boicoteado los créditos para la
salud. Morales, durante los 14 años de gobierno no invirtió en un sistema sanitario y gastó en cosas
innecesarias como un museo que
ensalza su figura y al que nadie visita.
Cuando se lance la vacuna al mercado, inmunizará al mundo, se
evitarán miles de muertes y
volveremos a tener la vida de antes.
El COVID-19 ha echado a la calle a millones que tratan de
reinventarse con dignidad, ha
quebrado empresas y destruido economías de los países.
Demoraremos años en reponernos.
Verónica Ormachea es periodista y escritora