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A nadie le cabe la menor duda de que no ha existido gobierno más permisivo con la producción de coca y sus derivados que el del Movimiento al Socialismo. Y no sólo nos referimos al presente proceso democrático, sino que incluimos a los gobiernos militares, que, llamadas “narcodictaduras” o “narcogobiernos” fueron niños de pecho si se compara con los diestros que abundan hoy. La prueba de esa permisividad está en que ahora se campean por todos lados – principalmente por Santa Cruz – los cárteles de la droga, aunque con una inocencia que conmueve, el ministro de Gobierno jure, jugándose su seriedad, que en Bolivia no hay organizaciones criminales del narcotráfico.
Cuando van a cumplirse 25 años del asesinato, en la serranía de Caparus, de Noel Kempff Mercado, dos de sus acompañantes, y la posterior ejecución del diputado Edmundo Salazar, es bueno hacer un alto en el camino y meditar. A todos los ejecutaron narcotraficantes mafiosos. A Noel Kempff Mercado lo acribillaron por una fatalidad terrible, por una adversidad, y a Edmundo Salazar lo emboscaron para matarlo alevosamente. Los asesinos del primero, infelices gatilleros a sueldo, estaban o están en la cárcel de Palmasola; de los sicarios del segundo no sabemos nada. Lo que está claro es que nunca se supo con certeza quiénes fueron los responsables intelectuales de los crímenes, los dueños del laboratorio. Desde luego que la pésima actuación del gobierno de entonces, lenta y torpe, no contribuyó para nada en ese esclarecimiento.
Pero ahora las cosas empeoran porque, por lo menos en Santa Cruz, los ajustes de cuentas empiezan a parecerse a los de México. No es ninguna novedad, ya que todo el país ve incrédulo cómo matan gente en las calles. Y cómo matan, además, con la saña y crueldad que caracteriza a la mafia. Aparecen muertos a diario y pese a lo que dice el ministro Llorenti, existen cárteles que ya empiezan a conocerse, como son el Comando Vermelho y el M-16, ambos del Brasil. Si hay cárteles brasileños, ¿por qué no puede haber colombianos o mexicanos? La situación se está poniendo demasiado grave y si los cruceños no tomamos medidas de defensa, será muy tarde.
Curiosamente, los envenenadores de la Pachamama, que mandan en el Gobierno, no hacen nada por frenar la producción de materia prima. No sólo que no hacen nada sino que incentivan el cultivo de la coca, elevan la coca a la jerarquía de deidad andina, y con eso de que la coca no es cocaína, el cáncer chapareño se está extendiendo por todas partes, principalmente a Santa Cruz. Si ya se produce coca en Buenavista, en las puertas de nuestra capital, quiere decir que el parque Amboró está sentenciado a ser otro Choré. Antes la migración de campesinos collas venía para cortar caña; ahora para sembrar coca. Antes el campesino andino aportaba a la riqueza cruceña; ahora se enriquece y se va dejándonos los bosques muertos por la acetona, el diesel, los ácidos diversos, la gasolina, en fin, por todos los químicos que convierten nuestros formidables bosques en barbechos raquíticos.
Los cocaleros tienen todas las licencias en Bolivia. No hay que olvidar que el MAS es un partido surgido del seno de la coca. Ni se puede olvidar tampoco lo más increíble de todo: que S.E. preside las seis federaciones de cocaleros del Chapare. El presidente de nuestro Comité Cívico le ha pedido serenamente a S.E. que renuncie a comandar esas seis federaciones pero hasta ahora a nadie se le mueve un pelo en el Palacio Quemado. ¿Cómo es posible que quien se declara líder mundial de la defensa de la Madre Tierra, quien dice ser paladín de la defensa del medio ambiente, comande al mismo tiempo a los depredadores de la Pachamama? Eso sólo se puede ver en Bolivia. Es que es demasiado cinismo, inaudita desfachatez.
Si sabemos – y lo sabe el mundo entero – que el 90% de la coca del Chapare se convierte cocaína y se lee que su consumo se ha incrementado 28 veces y que son más de 60 mil los consumidores habituales en el país, ¿cuál es la respuesta del gobierno? Dicen que están erradicando más plantaciones de coca que nunca. Claro, pero callan que simultáneamente se está sembrando muchísimo más que antes. Erradicar cocales en serio fue lo que se hizo en la gestión del general Banzer, cuando el Chapare quedó casi limpio de la “hoja sagrada”. Se erradicaba la coca pero no se sembraba más. Eso le provocó al Presidente fallecido el odio eterno del MAS.
El MAS surgió justamente enfrentando la política de la erradicación allá a finales de los 90. Los bloqueos de la carretera Cochabamba-Santa Cruz eran para frenar la erradicación. Y los asesinatos de soldados también. ¿Cómo a un gobierno surgido de la coca se le va a pedir que acabe con ella? Todo lo contrario, este gobierno lo que quiere absurdamente por cierto, es que la comunidad internacional le dé carta blanca en el tema. Los envenenadores de la Pachamama no lo van lograr, afortunadamente. Pero mientras tanto están matando nuestros montes y los cruceños tendremos que hacer algo, por nosotros y por nuestro país.
Por Manfredo Kempff Suárez
Exdiplomático y escritor