VERÓNICA ORMACHEA G.
Tomo esta frase de la novela Conversación en la Catedral de Vargas Llosa. Esto por la caótica situación electoral y pandémica que vive el Perú.
Pocas veces se vio una elección tan polarizada. Según los últimos datos de la ONPE, el izquierdista Pedro Castillo ganó con el 50.1% y la derechista Keiko Fujimori con 49.8%. Pero aun no se proclama al ganador del balotaje porque Fujimori ha impugnado 200.000 votos.
En las recientes elecciones presidenciales, en la primera vuelta ganó Castillo, líder del partido nuevo Perú Libre con un ideario marxista leninista. Sorprendió a los peruanos que el maestro rural gane en la primera vuelta.
Castillo tiene experiencia en la lucha sindical. Tuvo protagonismo en una huelga de maestros que paralizó la educación pública durante dos meses. Y fundó la Federación Nacional de Trabajadores en la Educación del Perú.
Dicho país, sin embargo, nos vuelve a sorprender con liderazgos espontáneos. Alberto Fujimori (ahora preso por violar los derechos humanos) en 1990, en apenas unos meses de campaña, derrotó en la segunda vuelta al entonces candidato a la presidencia Mario Vargas Llosa.
Castillo, que camina con su eterno sombrero de paja cajamarquino, tuvo como lema en su campaña “No más pobres en un país rico”. Esto reflejaría, a su juicio, una sociedad dividida y desigual.
Perú es un país que está siendo castigado. La COVID ha matado a algo más de 180.000 peruanos que es la tasa de mortalidad per cápita más alta del mundo. Según el *Washington Post *a raíz de la peste, la economía de dicho país, que depende principalmente de las exportaciones y el turismo, se contrajo en un 11%. Y en el 2020, llevó a dos millones de personas a la pobreza. Según encuestas, el 70% de la economía es informal. Por estos motivos, habría ganado Castillo, a pesar de que el ingreso per cápita ha aumentado en los años recientes.
La lucha contra la COVID no fue una prioridad para los mandatarios coyunturales. Tres personas ocuparon la presidencia en una semana en el 2020. Se demostró una peligrosa falta de institucionalidad donde primaron acusaciones de corrupción y tráfico de influencias.
A fines del siglo XX, hubo una guerrilla encabezada por el maoísta Abimael Guzmán (preso desde 1992) que dirigió el grupo terrorista Sendero Luminoso durante 20 años, donde murieron cerca de 60.000 personas y desaparecieron 20.000.
El temor de la derecha es si con Castillo renacerá Sendero Luminoso. Y la pregunta del millón es que si asume la presidencia se afiliará al Socialismo del Siglo XXI. Este ha dicho que “Perú no será como Cuba y Venezuela, crecerá con su propia identidad”. Y, entre sus ideas más extremas está la de crear una asamblea constituyente para redactar una nueva Constitución.
Keiko obtuvo la mitad de los votos a pesar de que no es trigo limpio. Para la mitad de los peruanos, se presentaba como el mejor de los males. Incluso Vargas Llosa le dio un espaldarazo. Para sus campañas electorales del 2011 y 2016 su partido Fuerza Popular recibió US 1.200.000 de Odebrecht.
Fujimori ha declarado que aceptará el resultado del tribunal electoral que prácticamente estaría dado.
Sólo se espera que Castillo gobierne con equidad e independencia y no se sume al desgastado Socialismo del Siglo XXI Latinoamericano. Los países adscritos se han visto manchados por la corrupción, el hambre, el éxodo, la pobreza, la represión, la violación a los derechos humanos y el enriquecimiento de sus lideres. Como dijo Churchill de los socialistas “todo lo tuyo es mío”.
Verónica Ormachea es periodista y escritora