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Opinión

El rostro político del cementerio de Barcelona

24 de Octubre, 2024
LUPE CAJÍAS
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Los cementerios son parte de los registros más sensibles de la historia de una comunidad. Los ritos funerarios acompañan a todas las culturas a lo largo del planeta. Enfrentar la muerte, intentar buscar sus significados. El dolor, el llanto, el desgarro. La pregunta.

Los mitos más lejanos coinciden en relatar la creación y en complementarla con la partida, el adiós. La muerte define a los héroes. Las honras a sus cuerpos despojados del aliento vital elevan su memoria.

Curiosamente, tanto en el sur como en el norte, en el este y en el oeste, noviembre es un mes relacionado con el recuerdo de los difuntos y el misterio del más allá. Innumerables cuentos de brujas y de aparecidos, de ángeles y de demonios, marcan su presencia, desde las vísperas el 31 de octubre hasta las octavas con las calaveras.

Como viajera, una de mis visitas ineludibles es conocer el camposanto del lugar, generalmente en las afueras y muchas veces rodeado de arboledas y jardines. Silencio. Ahí continúan las divisiones sociales, desde los mausoleos con expresiones del arte escultórico hasta las tumbas sin nombre. Ahí están mujeres, hombres, niños, recién nacidos. Podría narrar decenas de experiencias.

Para este 2 de noviembre, escojo el ejemplo espectacular del cementerio de Barcelona, España, que ocupa la ladera sur de la colina que domina el puerto, Montjuïc, la cual también alberga un palacio, un teatro, un museo, un estadio, villas y senderos. Los turistas suelen llenar los lugares más coloridos; en cambio, pocos llegan donde están los muertos.

El Cementerio de Montjuïc fue inaugurado en 1883 como parte de las mejores para la Exposición Universal de 1888 que tuvo lugar en la pujante ciudad de Cataluña. Dispone de más de 150.000 sepulturas distribuidas en una superficie de 568.000 metros cuadrados.

La administración es ordenada, limpia, plena de cipreses, álamos y jardines. Ofrece servicios como todos los modernos cementerios europeos. Existen paseos guiados, pero al mismo tiempo hay una clara señalética para encontrar los sitios más significativos, que ayudan a quien prefiere un recorrido personal y sin prisas.

Las tumbas más hermosas mantienen el estilo gótico que tanto retrata a la ciudad, desde el barrio del mimo trazo, con sus impresionantes figuras de ángeles y esqueletos. Aunque el rasgo más característico es el eclecticismo pues alberga también elementos neoclásicos, historicistas, modernistas, tal como son las famosas avenidas y casonas del centro barcelonés.

Las lápidas informan dónde fue inhumado el más famoso pintor, Joan Miró, y otros destacados personajes como Ildefonso Cerdá, Lluis Domenech. En los epitafios leemos el lamento de un esposo, de unos hijos, de una madre. Aunque existe una capilla católica, hay espacio para otras religiones -como la judía- y otro donde se enterraban a los ateos, suicidas y muertos en duelo.

Lo más conmovedor es recorrer las calles que suben hasta el lugar conocido como el “Fossar de la Pedrera” que fue utilizado para fusilar y enterrar en fosas comunes a unas 4.000 víctimas del franquismo. Durante la democracia, muchos de esos restos fueron sepultados en tumbas individuales y es posible encontrar lápidas con banderas rojinegras de anarquistas como Francisco Ascaso (1901-1936) dirigente obrero, Ángel Pestaña (1886-1937) y el famoso Salvador Puig Antich (1948-1974), un joven rebelde, uno de los últimos asesinados en la cárcel Modelo (donde también se puede realiza un recorrido turístico aterrador).

Al caer la tarde, con un viento que me acompañó toda la solitaria visita, encontré también los sepulcros de Lluis Companys (1882-1940), el famoso presidente de la Generalidad de Cataluña en el duro periodo del enfrentamiento civil español (fusilado en el castillo de Montjuïc) y de su colega Francesc Macia (1841-1933). También está el nicho con Josep Lluis Facerías (1920-1957) guerrillero anarquista.

Destaca en el amplio campo destinado en el cementerio a la memoria de los héroes antifranquistas la tumba de Buenaventura Durruti (1896-1936), el destacado militante anarquista y antifascista, que murió en uno de los combates en Madrid. No le faltan los claveles rojos en la sencilla lápida que lo recuerda.

En el sector vecino están enterrados judíos víctimas también de la intolerancia y del fascismo.

Barcelona, como no podía ser de otra manera, recuerda a quienes simbolizan su esencia cultural y también sus luchas políticas y libertarias.

La autora es periodista