A su ya difícil condición de ser apenas un delegado (y tener que actuar en nombre de alguien más), al gobierno actual se le suman como problemas su obsesión con “la ex” y el acoso cotidiano que sufre de parte del “otro”. Es, pues, claro que, como parte de ese peculiar trío, no ha logrado forjar identidad alguna y acabará tan desdibujado, opaco e intrascendente como se muestran hasta ahora sus principales representantes.
El cada vez más disminuido grupo en el poder protagoniza, así, un melodrama en el que cree conseguir darse sentido a sí mismo.
Su novelesco argumento y sus poco definidos personajes parecen estar abonando una producción televisiva seriada, aunque en verdad de dudosa calidad. Tanto su trama, que se extiende por repetición, sin visos de un desenlace emocionante, como la sobreactuación de varios que fingen sus roles en exceso más que interpretarlos, sólo contribuyen al tedio colectivo y a una paulatina pero creciente pérdida de audiencia. Y peor si se toma en cuenta que, en los hechos, se trata de una “cuarta temporada” que ya casi nadie deseaba ver.
Tal resultado de la averiada puesta en escena oficialista es similar al de cualquier otro culebrón, que el diccionario castellano define como aquella “Telenovela sumamente larga y de acentuado carácter melodramático”, entendiéndose ahí mismo por melodrama una “Obra teatral, cinematográfica o literaria en que se exageran toscamente los aspectos sentimentales y patéticos, y en la que se suele acentuar la división de los personajes en moralmente buenos y malvados, para satisfacer la sensiblería vulgar”.
La pauta típica que organiza un relato en formato de melodrama suele presentar cuatro personajes básicos: el perverso, la víctima, el justiciero y el bobalicón. Alguien comete maldades que otro alguien sufre, lo que da materia para que venga el “salvador”, mientras alguien más, que aparentemente no entiende mucho las cosas, puede más bien entorpecerlas con su a veces simulada y risible ingenuidad o con su grosería.
En el libreto gubernamental hoy en desarrollo, la malicia sin límite, la traición y la violencia son atribuidas a “la ex”, encarnada por la presidenta interina que salvó el vacío de autoridad que dejaron aquellos que renunciaron y fugaron en noviembre de 2019; en tanto que la democracia, que supuestamente habría sido vejada, constituye la “heroína en apuros” que se debe rescatar, lo mismo que un “pueblo sacrificado” que parece nada más conformado por personas de algún distrito de la ciudad de El Alto y otras del Chapare cochabambino.
Planteado el nudo de la cuestión de ese modo, el relato busca introducir al presunto liberador y protector, el inesperado habitante de una casa “del pueblo” que le queda bastante grande y cuya individualidad –si la tiene– se confunde con la del cuarto sujeto, expresión plena de la interferencia impertinente. El “otro”, que a momentos también asume el papel perturbador del bobo, es el nostálgico que se sabe y se siente desplazado y acude a todo recurso posible no sólo para permanecer en escena, sino para tratar de dejar en claro que, en realidad, sería él (con sus “productores”) quien controla los hilos de la acción.
El gobierno delegado se debate, entonces, entre congraciarse con los caprichos megalómanos de este “otro” y gestionar el paradójico despecho que le separa de la “ex”, alguien a quien necesita con desesperación en calidad de chivo expiatorio, pero principalmente para disimular su nulidad.
Los frutos cotidianos de este montaje que ya lleva poco más de un año de “emisión” son penosos –incluso lacrimógenos– o propios de una feria; mas eso no es lo preocupante. Lo inquietante es que el tiempo histórico se esté consumiendo inútilmente para el país y que el melodrama para el que el “otro” hizo el “casting” acabe convertido en tragedia.
¿Podría el grupo oficialista hacer algo original si no estuviera a la sombra del “otro”? ¿Qué podría decir de sí mismo si no fuera a costa de la “ex”? Quien responda a estas dos pequeñas interrogantes quizá encuentre el sinsentido del actual culebrón, en proceso y sin cambio.
Erick R. Torrico Villanueva es especialista en Comunicación y análisis político