El coronavirus ha diezmado a los periódicos y medios impresos, porque impidió su circulación y tampoco estaban preparados para enfrentar la “nueva realidad”. Algunos han tenido que cerrar (como Página Siete) porque estaban impedidos de seguir compitiendo en medio de la crisis económica y las exigencias de la cuarta revolución industrial. Los gobiernos del MAS no solo obligaron a difundir los actos oficiales, sino que la “torta” publicitaria la han distribuido en función de la línea editorial. Al margen de la asfixia económica y censura, la oficina de Impuestos mandaba inspectores a “investigar” cuando se denunciaba algún hecho de corrupción pública. En realidad, ni en las peores dictaduras se impusieron censuras directas e indirectas y discriminaciones económicas asfixiantes para determinados medios.
A todo este cuadro nada auspicioso, invaden las redes sociales que han llegado no solo a competir, de igual a igual, en el mercado de las noticias sino también han comenzado a quitarle publicidad o avisaje, uno de los principales ingresos de los periódicos. Se trata, por tanto, de una crisis de proporciones, que excede el campo estrictamente económico, o empresarial, porque incluye valores, y principios como la veracidad, el secreto de la fuente, la credibilidad, la simultaneidad de la información, etc.
Todo este cuadro adverso, no se resuelve con “ajustes de personal”, adquirir tecnología de punta e innovar equipos, ampliar el mercado y conquistar a nuevos “fieles lectores”. Las amenazas son mucho más agresivas y en algunos casos letales. Y entonces ¿qué puede hacer el periódico en medio de esta crisis y amenaza generalizada? Por cierto, y como dicen los economistas, las grandes crisis son también grandes oportunidades y dependerá de la creatividad, el olfato y la capacidad empresarial para seguir compitiendo.
Sin embargo, lo que no pueden hacer los periódicos es seguir anclados en los mismos “modelos de negocios” del siglo XX, y al margen del fenómeno de la globalización, que ha entrado en confrontación con algunos principios tradicionales del periodismo. Las transformaciones tecnológicas afectan a los medios impresos y uno de los mayores desafíos será llegar no solo a todos los rincones patrios sino también saltar las fronteras nacionales.
Todo esto viene a cuento a propósito de los 70 años de vida de EL DEBER, que no ha parado de reinventarse y salir fortalecido. Ha sido el primero en tener su página digital; el de incorporar la radio a la redacción y estar a tono con la demanda de audiencia cada vez más exigentes y estar a la altura de los medios de alcance global. Sin duda que EL DEBER es la marca líder en el periodismo nacional, siendo el medio de comunicación con mayor reputación, credibilidad y solvencia profesional. Su mayor compromiso es con la democracia, la libertad, así como con el propósito de construir sociedad. Y reconoce que todo esto es posible gracias al respaldo de las audiencias que han preferido la marca durante sus 70 años de existencia. El grupo confía en que Bolivia apoyará para que EL DEBER se mantenga en la senda del buen periodismo, comprometido con la verdad y la calidad noticiosa.
EL DEBER sabe que en todas partes (del mundo) existen compatriotas, conocidos, familiares, etc., ávidos de leer, en sus pantallas o celulares, noticias nacionales a un precio económico, y la diferencia de utilidades se equilibraría en la medida en que aumenten las suscripciones. En este caso, junto a la actualidad del día a día o los reportajes en diferentes formatos y rigurosidad, debe crecer la apuesta por los análisis y columnas de personalidades relevantes para ayudar a comprender la compleja realidad boliviana.
El periódico, completamente digitalizado y globalizado, tiene que seguir sin complejos y con la fe puesta en un mundo mejor. Los cambios deben ser parte de la nueva dinámica empresarial y en la línea de los grandes matutinos para seguir viviendo en un mundo cada vez más competitivo y agresivo. EL DEBER se impone nuevos desafíos y paradigmas y lo hace con la convicción de poder enfrentar las turbulencias políticas internas y el mercado global.
El autor es jurista y autor de varios libros