Dondequiera que la ley termine, la tiranía comienza
–John Locke
No es posible la libertad política sin libertad económica. Un pueblo próspero es un pueblo libre. Y un pueblo empobrecido cae en la servidumbre política. Como está Bolivia hoy en día.
El camino a la servidumbre es el camino del empobrecimiento; es el camino del sometimiento político como el que pretende completar el MAS siguiendo la “doctrina” del Socialismo del Siglo 21.
A diferencia de lo sucedido durante el gobierno de la UDP, cuando la hiperinflación nos atacó de súbito en Bolivia y casi de la misma forma en Chile durante Allende, ahora nos azotarán otras dificultades, como una cada vez mayor informalidad y pobreza, en un escenario en el que tampoco se puede descartar un proceso hiperinflacionario, luego de casi 20 años de amansamiento político y económico. Así como fue en Argentina.
Se dice que lo poco (malo) espanta, pero lo mucho amansa. Parece ser un punto de inflexión: ¿estamos ya suficientemente amansados, o aún tenemos el nervio, el vigor y el coraje de liberarnos de esta lacra que es el régimen del MAS que nos domina, nos coopta, nos corrompe, que saca lo peor de nosotros, que nos contamina. ¿En qué pretenden convertirnos? ¿en ellos?
Este es el régimen, la “casta” como le llaman ahora en Argentina, que ha engañado y envilecido al pueblo; que ha tomado el nombre de los pobres para enriquecerse; que cuando ya una pequeña mayoría urbana empezó a sospechar y entrever su verdadera naturaleza corrupta y antidemocrática, lo derrotó en el referendo de febrero del 2016 e hizo renunciar y huir a su caudillo en 2019.
Para su provecho, se encontraron con una oposición flácida, confundida o asustada, que no estuvo a la altura de la valentía y el sacrificio de la gente indignada que salió a las calles durante 21 días.
Lo trágicamente irónico es que Carlos Marx imaginó una evolución social que transitaba desde el feudalismo, pasando por el mercantilismo y el capitalismo pleno, que generaría la riqueza y prosperidad suficiente como para ascender a un orden “superior” de socialismo igualitario y culminar la etapa comunista en la que el Estado desaparecería y daría lugar a un orden ideal de autogobierno de los ciudadanos, que no necesitarían de la coerción de nadie para cumplir las leyes naturales de convivencia civilizada. Es decir, predecía el paraíso a este lado de la tumba. Mientras que los socialistas y comunistas de panfleto –como los que tenemos– nunca llegaron a terminar de leer El Capital, o no lo quisieron entender porque atentaba contra sus aspiraciones de retener el poder y mantenerse en él, a cualquier costo.
Ellos son de verdad ¡anti-marxistas!
Por otro lado, el visionario economista y científico social Frederick A. Hayek escribió el célebre tratado que lleva el nombre del titular de esta columna para señalarnos el camino desastroso hacia la servidumbre. Por ejemplo: las ideas socialistas y comunistas adoptadas por Rusia y luego empeoradas por su propia tradición de despotismo oriental y totalitarismo político y centralismo económico.
Esa versión del “marxismo” sí les entusiasmó a los tiranuelos nuestros, bajo el disfraz de “marxismo-leninismo”.
Entonces ¿quiénes son verdaderamente marxistas: los que predican un Estado superior sin Estado o los que aprendieron de los rusos posteriormente soviéticos?
La tragedia es que los rusos-soviéticos marxistas-leninistas ignoraron los últimos capítulos del libro de Marx –que es lo que leen nuestros marxistas de folleto– y nosotros colectivamente nunca leímos la prevención de Hayek de evitar el camino a la servidumbre.
¿Quiénes entonces defienden la reducción del Estado hacia su desaparición ideal; y quiénes ignoran arteramente a Hayek y persisten en conducirnos por el camino a la servidumbre?
El autor fue alcalde de La Paz, ministro de Estado y académico.