“Der Alte” (El viejo), así llamaban afectuosamente los alemanes a Konrad Adenauer, arquitecto de la recuperación de la Alemania de la posguerra. También nombraban así a Charles De Gaulle, el general francés que lideró la resistencia francesa contra Hitler y condujo a Francia luego de la ocupación nazi. Winston Churchill era ciertamente “mayor” cuando llevó a su patria a derrotar a Hitler.
Así también llamó respetuosa y alegóricamente Guillermo Bedregal a Víctor Paz Estenssoro durante la última etapa política del “Jefe” y su histórica presidencia (1985-89).
Otro otoñal y venerable estadista y revolucionario fue Hernán Siles Zuazo, a quien acudiera el MIR para enrolarse en la nueva democracia hacia el fin de la era de gobiernos militares. A ellos se suma en Bolivia el general retirado de las FFAA y entregado a la política, el también expresidente Hugo Banzer Suárez, de quien pude observar un patrón de conducta que en esa época me era difícil aceptar y entender, pero que con el transcurso del tiempo creo comprender mejor.
Siendo canciller de la República en 1992 tuve el privilegio de contar con el consejo, experiencia y proximidad de don Wálter Guevara Arce, ya expresidente y retirado de la política partidaria. Estadista de pura cepa, en sus años otoñales vi nítidamente su vocación de servicio a Bolivia por encima de las diferencias políticas, contemplando el interés nacional.
En Guevara, Banzer y el propio Paz Estenssoro percibí una actitud superior, desapasionada y generosa para con sus excontestatarios y rivales políticos. Una serena actitud y conducta más allá de sus partidos y circunstancias personales.
Ahora puedo entender mejor la decisión del general Banzer de tender un puente con el MIR, de pactar con el MNR o de condecorar a Juan Lechín Oquendo, a quien tuve la fortuna de conocer durante su década final de vida.
Finalmente, el retorno a la democracia fue el resultado de la acción conjunta de estos hombres tornados estadistas en el otoño de sus actos públicos. Siles Zuazo en su momento entendió, fruto de su propia experiencia, la necesidad de hacer un ajuste a la economía, luego de vanos intentos de sus varios ministros, y cedió el poder. Banzer hizo un giro y encomendó la elaboración de su programa económico de gobierno (de tipo liberal), a alguien distinto en formación a sus colaboradores tradicionales más allegados, cuyas ideas eran de corte estatista y cepalino.
Lo propio, y de manera más dramática, hizo el presidente Paz Estenssoro al dar un giro de 180 grados y retirar a Bedregal como encargado de dirigir el programa económico del MNR para adoptar las recomendaciones del equipo económico de Banzer y confiar a Gonzalo Sánchez de Lozada la elaboración del famoso decreto 21060. Goni lo hizo con un equipo en la sombra de personalidades en su mayoría independientes.
Paz Estenssoro desplazó entonces a Bedregal al Ministerio de Relaciones Exteriores, desde donde éste equivocadamente bautizó al nuevo plan económico como “Nueva Política Económica” (NPE), en alusión a Vladimir Ilich Lenin y su transitoria NPE soviética, luego de la revolución bolchevique.
Para salvar la Bolivia que “se nos moría”, como sentenció dramáticamente Paz Estenssoro en 1985, fue necesaria la acción consecuente y patriótica de aquellos nuestros propios jinetes del antiapocalipsis: Siles Zuazo, Banzer Suárez y Paz Estenssoro. Ellos y, a su modo, Gonzalo Sánchez de Lozada y Jaime Paz Zamora –que eran los jóvenes de ese grupo por entonces– de alguna manera transformaron a sus partidos, cambiaron el rumbo tradicional de sus políticas y actuaron con responsabilidad histórica. Casi cuatro décadas después, a los 93 años, Goni acaba de ofrecer además una propuesta de Constitución Política del Estado, una suerte de legado político para el país.
Estos estadistas maduros, cual sus similares europeos contemporáneos, fueron clave en la recuperación del país para salir de profundas crisis institucionales, políticas y económicas. La experiencia parece haber sido su herramienta más preciosa, además de un estado mental diferente que parece venir con los años.
Fueron hombres que se desprendieron de sus atavismos y entendieron su responsabilidad trascendental, mirando quizá a la Historia. Verdaderos estadistas, los “viejos” de la política.
El autor fue alcalde de La Paz y ministro de Estado