La señora Orellana, ministra de culturas, no se sabe con qué méritos, se ha lanzado con una perla racista que como toda expresión de ese tipo, puede terminar estrellándose en su contra.
Ha llamado inquilino al señor Calvo que ha sido injustamente condenado a dos años de cárcel, (que no lo llevarán detrás las rejas, pero que lo inhabilitan por un tiempo a ser elegido en algún cargo público), por un hecho que tuvo lugar cuando el no estaba presente, y que genuinamente no tiene la importancia que se le ha dado.
Para descargo de la dama, podríamos decir que un inquilino tiene los mismos derechos que el dueño de una vivienda, y es dueño de casa mientras es inquilino, no se lo puede desalojar así nomás, y el “dueño” no se puede colocar en sus ventanas cualquier cosa, incluida una wiphala.
Pero el asunto es más serio, porque ella ha incurrido en un grave “pecado” de discriminación, algo que está penado por ley, y que en realidad debería costarle la pega. Si señora, todos los ciudadanos son iguales ante la ley, no hay ciudadanos de primera y de segunda, contra eso las mentes iluminadas de este país lucharon durante todo el siglo pasado, y algunas se adelantaron a ese período.
No sirve de nada cambiar de actores en una pirámide donde unos tengan más derechos que los otros, eso es lo mínimo que debería saber una “ministra de culturas y descolonización”.
Lo interesante es que si consideramos la historia reciente, quienes pueden ser considerados verdaderos “inquilinos”, “forasteros” “ recién llegados” o cualquier variante xenofóbica, son la inmensa mayoría de campesinos de las alturas que migraron al Chapare en los mismos tiempos que lo hizo Evo Morales, hace un poco más de 40 años. Lo mismo se puede decir de la inmensa mayoría de quienes habitan hoy la ciudad de Santa Cruz, que como todos, menos posiblemente la ministra, saben, hace 70 años tenía mucho menos que 100.000 habitantes. Ni que decir de el Alto.
La aseveración de la señora Orellana es simplemente una estupidez, por donde se la vea, pero aclaremos que esta tontera no es una ocurrencia solo de ella, tiene un antecedente de importancia en la vida política de nuestro país, me refiero a Felipe Quispe, el líder indígena con nombre de rey español, que hizo temblar al gobierno en el año 2000, y calificó a Banzer, a esas alturas, mal que mal, presidente democráticamente elegido, también como un inquilino.
La historia de la humanidad está plagada de injusticias sociales, pero llena también de procesos que han buscado acabar con esas injusticias, estas no se logran con discriminaciones, menos si estas ni siquiera son “discriminaciones positivas”.
Bolivia sería un país mucho más triste y seguramente mucho más injusto si se botara del país a todos los que ella llama inquilinos, y curiosamente es posible que podría convertirse en corto plazo en un mejor espacio para vivir si tuviéramos otra persona al mando del ministerio de culturas.
Bolivianos somos todos, los descendientes de conquistadores tanto incaicos como españoles, los descendientes de yanaconas y de forasteros, y también obviamente los descendientes quienes llegaron a estas montañas durante las primeras migraciones, pero ojo, también son bolivianos los menonitas, basta con que hayan nacido aquí.
En estos tiempos de división del MAS, muchos buscan similitudes con el MNR, y las hay, la gran diferencia fue que el MNR, que verdaderamente cambió el país, ( haciendo canalladas y cometiendo enormes errores), lo hizo tratando de limar las diferencias étnicas y raciales, el MAS se dedicó a exacerbar estas diferencias, y lo hace conscientemente porque es en esta dinámica de confrontación donde ha construido su poder y lo puede mantener.
Bolivia tiene que seguir luchando contra el racismo, tara que nos acompaña desde los albores de la humanidad, tanto acá como acullá, obviamente la señora Orellana no es un factor positivo para hacerlo desde una tan importante y tan negligenciada cartera del estado.
Agustín Echalar Ascarrunz es operador de turismo