El X congreso del MAS buscaba consolidar el liderazgo de Evo Morales y quedarse con la sigla del MAS, en medio de denuncias de traición, tránsfugas, etc. La división del partido se oficializó entre los históricos que siguen a Evo Morales, y los renovadores a Luis Arce, aunque ambos buscarán quedarse con la sigla. La sigla se ha convertido en un verdadero trofeo político que tiene que conquistarse a cualquier precio. Lucho Arce organiza un cabildo en El Alto para contrarrestar los efectos políticos del congreso.
La división pasa y ha pasado en todos los partidos políticos. Y la división llega no precisamente por cuestiones ideológicas, sino por las candidaturas, el caudillismo, el prebendalismo y la sucesión presidencial. En la medida en que el MAS crecía y controlaba con mayor facilidad el poder, contaminaba el sistema político con el clientelismo y el prebendalismo, echando manos de los recursos del Estado para favorecer a sus candidatos, y limitaba a los opositores con la guillotina judicial como es el caso de la detención del gobernador Luis Fernando Camacho.
La pelea por la sigla se debe a que las agrupaciones políticas constituyen el (único) vehículo que tienen los ciudadanos para ejercer sus derechos políticos, que consisten en participar libremente en la formación, ejercicio y control del poder político, directamente o por medio de sus representantes, y de manera individual o colectivas. Los partidos promueven un programa de acción política global, que tratan de responder a todos los retos y problemas importantes de una determinada comunidad. Los objetivos se articulan de acuerdo con un orden de prioridades: se contraen una serie de compromisos a cumplir en unos determinados plazos (en el curso de un período de gobierno o pueden ser indefinidos como la reivindicación marítima).
La función más importante del partido político es, sin duda, la de representar intereses, ideales, sueños, aspiraciones. Y canaliza las demandas y motivaciones de la sociedad, las agregan u ordenan (el proceso de integración y síntesis es permanente) y las traslada a los poderes públicos. En las sociedades complejas, los partidos se ven obligados a representar multiplicidad de intereses a veces difícilmente compatibles.
El tradicional partido de masas, combativo, que pretendía la lucha de clases, muy dogmático, que reclamaba de sus miembros un compromiso personal absorbente (un activismo militante), después de la caída del Muro de Berlín (1989), entra en declive y se impone en las democracias contemporáneas un nuevo modelo: el partido que no se limita a representar los intereses de una clase o grupo, sino busca representar a amplios sectores sociales.
El MAS busca el éxito electoral rápido y a esa prioridad sacrifica la carga ideológica. Se trata de un partido pragmático que no pone en cuestión el orden establecido o la legitimidad de las instituciones. La consigna será obtener el máximo número de votos, y para ello modera su discurso, se descartan las propuestas más conflictivas y radicales, de modo que el programa sea asumido por la mayor parte del electorado.
En el partido azul la ideología puede difuminarse y suavizarse para poder disputar la amplia franja de electores situados en el centro político. De ahí que no existan grandes diferencias programáticas, que estemos muy lejos de aquel escenario de extrema polarización característico de las primeras décadas del siglo xx. Esto no significa que los partidos hayan dejado de representar unos intereses en lugar de otros. Los partidos hacen de verdaderos intermediarios entre el Estado y la sociedad. Esa es su función más genuina: ser cauces de expresión y de participación, en pocas palabras vertebrar políticamente la sociedad. Cuestión distinta es sí la cumplen satisfactoriamente en la práctica, por cuanto es innegable la crisis de credibilidad, y de confianza en los partidos.
El X congreso del MAS no ha resuelto sus diferencias internas ni hubo el profundo debate ideológico, capaz de terminar reinventándose y así proyectarse. La pelea será no solo por buscar la legitimidad del encuentro en Lauca Ñ, sino también por la sigla, los espacios de poder, el prebendalismo, las candidaturas y la sucesión presidencial. La pelea no ha terminado, apenas comienza.
El autor es jurista y autor de varios libros