VERÓNICA ORMACHEA G.
Lo pronostica hasta la
izquierda nostálgica. El marxismo ya no tiene cabida en el mundo. Junto a la caída del
Muro de Berlín cayó su ideología.
El comunismo no da riqueza y coarta las libertades
individuales. No permite los
emprendimientos ni la superación del hombre que se encuentra en una
permanente búsqueda de libertad, de iniciativas
y de desarrollo personal.
En el planeta sólo existen dos economías
estatizadas con ideología marxista:
Cuba que es una dictadura del partido y Corea del Norte que está regido por una dictadura autocrática familiar. China,
por su parte, se ha convertido en
una potencia capitalista que rivaliza con EE.UU.
Que el embargo de Estados Unidos y la ley Helms
Burton ha perjudicado a Cuba es
cierto. También es cierto que el régimen de Fidel Castro no promovió la producción de azúcar, cítricos, café,
arroz, ron, papas, granos, tabaco
y ganado. Empobreció a su pueblo. Aunque les brindó educación y salud.
Fidel Castro estiró la mano y durante 40 años
vivió subvencionado por la URSS, a
la que en plena Guerra Fría, le convenía tener un satélite a 90 millas de costa estadounidense. Luego recibió el
petróleo de Venezuela. Y ahora, el
régimen de Díaz-Canel se encuentra en figurillas porque ya no cuenta con un país que lo subvencione.
A esto se sumó que Trump cortó el envío de las
remesas, que son un importante
ingreso para el pueblo cubano. Biden está analizando reenviarlas porque teme que no lleguen al pueblo. Para Cuba no es
suficiente vivir del turismo y de
pequeñas exportaciones.
Gracias a la globalización, que aceleró las
comunicaciones, los cubanos han podido
observar y existe otro mundo. Que la isla no se ha modernizado. Ellos, sus padres y abuelos, no han conocido más que
el régimen dictatorial de los
Castro. Es más; observan a los cubanos ricos en Miami y se miran pobres, con hambre y sin derechos ni libertades. Por
tanto y con razón, exigen un
cambio hacia el sistema democrático.
La crisis se agudizó con la pandemia porque no hay
ni medicamentos y apenas se ha
vacunado al 19.5% de la población.
A raíz del levantamiento espontáneo del pasado 11
de julio – que ha sido la más
grande desde que estalló la revolución- , el gobierno cortó el internet. A pesar de aquello los jóvenes se organizan
a través de las redes virtuales
privadas gratuitas (VPN) para liberarse de la censura.
El pueblo cubano, con justa razón, reclama sus
derechos. Pero el presidente Díaz
– Canel les echa el ejército encima, los golpea, los mata, toma presos
y viola sus derechos humanos.
Existe, sin embargo, una división dentro del
poder. Los generales jóvenes del
Ejército y de la Policía Nacional Revolucionaria, se niegan a usar la
fuerza contra los civiles desarmados.
Aún no se sabe cuántos han fallecido y han sido
detenidos. Según la BBC, tras un
juicio sumario en que la mayoría no contó con un abogado, 12 detenidos fueron sentenciados de 10 meses a un año de
cárcel.
En el pasado la revolución se mantenía gracias a
las subvenciones y al carisma de
Fidel Castro. Todo giraba en torno a él. Ahora no. Díaz - Canel (que ha sido nombrado a dedo por Raúl
Castro) no representa a los cubanos.
Estas manifestaciones solo pueden ser la punta del
iceberg. Es fundamental escuchar
al pueblo. Díaz - Canel debe renunciar a la dictadura y llamar a elecciones libres y que Cuba ingrese a un sistema
democrático.
Sin embargo, mientras el poder político siga
cohesionado y la oposición no se
organice, será difícil. Parece que la búsqueda de libertad en Cuba es un
camino sin retorno.
Verónica Ormachea es periodista y escritora