La semana pasada el gobierno de Bolivia sorprendió al mundo cuando de golpe y porrazo decidió romper las relaciones diplomáticas con Israel. El hecho, sacó del anonimato a la diplomacia de los pueblos y repercutió en varios medios de prensa internacional.
Para un análisis de lo ocurrido, de inicio, cabe recordar que la diplomacia, tiene un lenguaje de señales y posturas que son utilizados para dar un mensaje frente a determinadas actitudes de un Estado.
Así, cuando se produce una crisis se tiene a disposición una serie de medidas, que tienen el propósito de exteriorizar el malestar, promover la modificación del comportamiento y una solución. La medida requiere ser inteligentemente seleccionada para que sea eficaz, no tenga un efecto nulo o contrario, genere una escalada y un deterioro mayor.
La convocatoria al Embajador es la primera señal de malestar, consiste en citar al Jefe de Misión al Ministerio de Relaciones Exteriores a objeto de expresarle su protesta.
Luego sigue, la llamada a consultas del Embajador, quien viaja desde el país en el que está acreditado hasta su capital, para efectuar consultas con las autoridades. La convocatoria puede ser breve, o prolongarse en el tiempo, lo que permite modular el grado de protesta.
Una mayor demostración de malestar es la expulsión del Embajador. Tiene significación especial porqué la representación diplomática queda en manos de un Encargado de Negocios a.i. que tiene funciones limitadas. Constituye un punto de inflexión, ya que la normalización de las relaciones diplomáticas pasará por la solicitud y autorización para la designación de un nuevo Embajador.
El retiro del Embajador es un gesto de mayor protesta que la llamada a consultas. En éste caso, también puede introducirse modulaciones en función del nivel del funcionario que quede a cargo de la Embajada o en algunos casos se retira a todo el personal diplomático y se deja en manos de un administrativo, quedando las relaciones diplomáticas en statu quo.
La suspensión temporal de las actividades de la Embajada y luego la cesación definitiva es el paso previo a la ruptura de relaciones diplomáticas. Es una medida gravosa, considerada como la más aguda patología que pueda padecer las relaciones entre dos Estados, superada únicamente por el enfrentamiento bélico.
Algunos teóricos, consideran la ruptura como una especie de “ultimátum diplomático” ya que condiciona el relacionamiento al cumplimiento de exigencias concretas. En la mayoría de los casos, la ruptura de relaciones diplomáticas, para garantizar su efectividad, está acompañada de la imposición de algún tipo de sanciones, como restricciones comerciales o embargos.
Ante éste amplio abanico que tienen los Estados para exteriorizar su preocupación, es inexplicable que la diplomacia de los pueblos haya decidido dar un “ultimátum diplomático” a Israel, en lugar de adoptar una otra medida; como fue el caso de Colombia y Chile que llamaron a consultas a sus Embajadores.
Parecería que los hechos que ocurren en la Franja de Gaza fue solo un pretexto para un alineamiento a los amigos ideológicos de Cuba y Venezuela, países que desde hace tiempo cortaron las relaciones diplomáticas con Israel. Cabe rememorar que Evo Morales, ya quebró las relaciones con Israel, situación que perduró por 10 años hasta que Jeanine Añez las restituyó, para que ahora Luis Arce nuevamente las rompa. Éste “ping pong diplomático” repercute negativamente en la imagen país, porqué denota que Bolivia no mantiene un relacionamiento de Estado a Estado, sino de Gobierno a Estado.
El condicionar el comportamiento de un Estado, dinamitando el relacionamiento bilateral, como si fuéramos un combativo sindicato minero, no parece ser la táctica diplomática más aconsejable; no sólo porque el efecto de la ruptura es nulo, sino también por que la medida es contraria a los intereses nacionales, ya que un gran número de israelíes visitan el país.
La diplomacia es la ciencia y el arte de la persuasión, consecuentemente requiere de inteligencia, cautela, evaluaciones objetivas, posturas principistas, adopción de medidas eficaces y un accionar en función de intereses estatales y no de intereses ideológicos.
El autor es economista, diplomático de carrera y docente universitario
Twitter: @w_hernani