Durante casi 14 años, la élite del MAS puso a un político por encima de la Constitución, de las leyes, del pueblo y de sus propios militantes. Lo elevó por encima de los mortales. En una palabra, lo divinizo. Para ese fin, se inventó la falacia de que su “dios” tiene un derecho que ningún otro ser humano del Estado Plurinacional tiene: su derecho humano a ser reelegido indefinidamente.
Hoy, esa misma cúpula quiere devolver a su “dios” al mundo que siempre perteneció: el terrenal. ¿Cómo? Esta vez, diciéndole la verdad: que no tiene el derecho humano a ser reelegido indefinidamente. Si bien, en este caso la verdad le gana a la mentira, la estrategia es la misma.
El divinizado por sus amarrahuatos, a quiénes gusta llamar “hermanos”, reveló que sus hoy enemigos quieren inhabilitarlo de la carrera presidencial violando la Constitución como en 2017. Aquella vez, la violaron para habilitarlo, esta vez quiere hacerlo para inhabilitarlo.
El artículo 168 de la Constitución dice que “el periodo de mandato de la Presidenta o del Presidente y de la Vicepresidenta o del Vicepresidente del Estado es de cinco años, y pueden ser reelectas o reelectos por una sola vez de manera continua”.
En aplicación de este artículo, Evo Morales ya no podía ser candidato en las elecciones de 2014, pero los mismos que hoy quieren limitar su derecho a postularse en aquel entonces impulsaron la violación de ese límite constitucional en complicidad con magistrados del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP).
A diferencia de aquel tiempo, en este momento Morales está habilitado constitucionalmente para ser candidato porque dejó de ser Presidente en 2019, lo que significa que ya pasó un periodo de cinco años. La Constitución indica que un expresidente puede postularse las veces que quiera de manera discontinua.
Sin embargo, Morales teme que su propio gobierno le haga lo que él hizo al pueblo boliviano; teme que su propio gobierno use a los magistrados del TCP para inhabilitarlo inconstitucionalmente como él los usó para habilitarse inconstitucionalmente.
Teme que para ese cometido sus adoradores de ayer instruyan a los integrantes del TCP adecuar la opinión consultiva 28/21 de 7 de junio de 2021 de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que estableció que la reelección presidencial indefinida es una práctica antidemocrática y, por tanto, no es un derecho humano.
La OC 28/21 reproduce la línea de la Constitución boliviana que estipula una sola reelección de manera continua. Por ello, indica en el párrafo 144 que “esta Corte reitera que el respeto al Estado de Derecho implica que las personas que ejercen el poder deben respetar las normas que hacen posible el juego democrático”. Las normas bolivianas están claras. Los que no estuvieron claros son los magistrados masistas que torcieron las leyes a tal punto de burlarse de un referendo (21F).
Dicho de otro modo, Luis Arce, David Choquehuanca y los magistrados del TCP están obligados a respetar la Constitución que habilita plenamente a Morales. Si ambos quieren bajarlo del pedestal a donde lo subieron, que lo enfrenten en urnas.
Los dos saben que por su culpa su jefe olvidó su condición mortal. Ellos mismos son los causantes para que los vea de arriba hacia abajo, para que los menosprecie y los considere como insignificantes seres. Ambos alimentaron la soberbia con la que los trata hoy y el placer con el que los mira como inferiores. Ellos erigieron a ese político hambriento de poder que hoy los ve como indignos para sustituirlo.
Durante 14 años, Arce y Choquehuanca atizaron el deseo de superioridad de su jefe. En ningún momento, le pusieron un límite. Veremos ahora si los dos son capaces de decirle que no está por encima de la Constitución, menos del pueblo… y que se equivocaron en haberlo considerado como “su santo milagroso”.
El autor es periodista y abogado