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Opinión

“Al fondo a la izquierda”

28 de Octubre, 2024
ERICK R. TORRICO VILLANUEVA
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A la luz de todo lo que acontece, eso de “Estamos saliendo adelante” resultó una completa falsedad. El país está camino de tocar fondo y lo hace, según confesión de parte, desde la “izquierda”, o gracias a ella.

Quizá al gobierno le hubiera venido mejor usar una fórmula retórica un tanto más realista, como aquella atribuida a un dictador latinoamericano del pasado siglo que, tras tomar el poder, afirmó esto con total convicción: “Hemos encontrado a la nación al borde del abismo y con nuestra revolución estamos dando un firme paso hacia adelante”.    En todo caso, la diferencia habría estado en el hecho de que hoy, en Bolivia, es un mismo grupo –el del llamado Movimiento al Socialismo (MAS)– el que llevó a la nación a la situación crítica que sufre y el que, por acción y omisión, ahora la empuja hacia abajo.

Bajo el panorama actual, Bolivia parece estar aportando evidencia indiscutible para sustentar la hipótesis de la “utopía invertida” a que se refería el politólogo italiano Norberto Bobbio cuando describía cómo el sueño del igualitarismo extremo puede acabar encarnado en su versión contraria.

Esa figura de lo idílico trastrocado en pesadilla es aplicable, por ejemplo, a la inclusión que excluye, a la plurinacionalidad que polariza y desintegra, a la democracia que se torna tiranía o a la riqueza que empobrece. Todo esto, ocurrido bajo la gestión del MAS, muestra que la distancia entre discurso político fantasioso y realidad cotidiana es, a la vez, inmensa e insalvable.

¿Qué pasó para que el ciclo utópico pachama-místico y presuntamente izquierdista haya desembocado en el desastre presente? La historia, sin duda, juzgará a sus gestores, operadores y usufructuarios, protagonistas de “autogolpes” y “autoatentados”, sin que la absolución sea una de sus posibilidades en la sentencia.

El inicial éxito electoral del MAS se debió, entre otros factores, al hastío ciudadano con el grupo gobernante que le precedió, el cual, sin embargo, había logrado estabilizar la economía luego del agudo proceso hiperinflacionario que el centroizquierdista Frente de la Unidad Democrática y Popular heredara de las administraciones militares dictatoriales y que no pudo controlar.

Casi veinte años después de su primera victoria significativa en las urnas y de haber gozado del mayor caudal de ingresos en la vida nacional, así como de las mieles del poder, los que en este momento gobiernan se enfrentan a sus propios límites sin dar muestras de tener capacidad para responder a la calamidad producto de la incompetencia, la falta de previsión y el despilfarro con que encararon la gestión pública a partir de 2006.

Su fracaso estratégico se había hecho ya patente al concretarse su fraude electoral en octubre de 2019 –preparado desde 2017– y continúa estertoroso hasta la fecha pues, como agonizante que este “movimiento” es, se empecina en una sobrevivencia no solo inviable sino mayoritariamente indeseable. El transcurso de los últimos cinco años sirvió apenas para completar de desnudar la ineptitud y las mezquindades que lo constituyen.

Muy lejos de sus esperanzadoras promesas de cambio de principios de siglo, lo que queda en la actualidad es un lastre que no termina de implosionar y que pretende arrastrar consigo a todo el país en el camino de su extinción.

Las banderas que enarbolaba la verdadera izquierda –y que todavía podría hacerlo– eran las de la libertad, la justicia y la igualdad sociales, pero los que quisieron apropiarse de ellas en tiempos contemporáneos, como el MAS en Bolivia, o más grotescamente sus “hermanos” despóticos de Venezuela y Nicaragua, solamente las han ultrajado de forma cínica y aberrante.

A estas alturas, es claro que el puro discurso, por “socialista” o “patriótico” que se declare, no basta para resolver ninguna crisis, interna ni externa, y menos aún si está montado sobre la impostura y el oportunismo.

Lo dramático, además, es que mientras crecen el desgobierno, la incertidumbre y la sofística oficial, Bolivia ve sus pasos enrumbarse “al fondo a la izquierda”.

El autor es especialista en comunicación y análisis político