
Gustavo Moscoso
Cochabamba, 1 de noviembre (ANF).- En
medio de gritos que imploraban justica, Javier Canchi Choque, el adolecente de 17
años que murió el domingo tras ser rociado y quemado con gasolina, fue
enterrado este martes acompañado por integrantes de su comunidad, Sivingani, en
el cementerio general de la ciudad de Cochabamba.
Los vecinos, impactados por la crudeza del hecho, se movilizaron, en horas de la mañana, y marcharon hacia inmediaciones de la Policía de la zona Sur de Cochabamba, para exigir justicia y más seguridad.
El sábado, Javier fue obligado primero a tomar
gasolina y luego le rociaron ese combustible en su cuerpo y le prendieron fuego
en Sivingani, a unos 45 minutos de Cochabamba. Cuando aún estaba con vida
manifestó que su enamorada y cinco jóvenes, integrantes de una pandilla, eran los
culpables de este hecho. Fue llevado al hospital, pero murió poco después.
Tenía 90% del cuerpo quemado. La muchacha, de 15 años, ha sido aprehendida,
se informó en Cochabamba. No se conocen todavía los móviles del hecho, pero es posible que se trate de un caso de celos.
Los padres, de nombres Prodincio y Guadalupe, no salen del estupor que ocasionó la noticia.
Sus compañeros del colegio Antonio Diez lo describieron como un joven sano, amante del fútbol, buen alumno y trabajador. Durante el entierro se vieron escenas desgarradoras de sus amigos y familiares, que no podían expresar su perplejidad, frustración y conmoción.
“Es una barbaridad, llamamos a la Policía a las 12 de la noche y ellos llegaron recién a las tres de la madrugada, ¿se imagina? ¡Cómo no nos van a atender!” se quejó una vecina.
Otra vecina señaló: “No es la primera vez que sucede un hecho así, hace un par de meses apareció una mujer con la cabeza aplastada en el mismo lugar, marchamos y se nos prometió un módulo policial, pero hasta ahora, nada”.
Y un policía que no quiso ser identificado se justificó: “Entiéndanos, a veces no abastecemos, nos llaman de aquí y de ahí, y no nos podemos dividir en dos. Hoy por ejemplo estamos desde la madrugada unos pocos, porque nuestros compañeros están apoyando en la seguridad de los juegos plurinacionales”.
En el centro policial, dirigentes de Sivingani, la abogada de la víctima, Anabel Fernández, y familiares del menor mantuvieron una reunión con autoridades policiales y representantes de la Alcaldía. Exigieron la aclaración del hecho y la instalación de un puesto policial en la zona.
Los vecinos, atentos a los resultados de esa reunión, se abalanzaron hacia la abogada cuando terminó la reunión.
“No se pueden dar muchos datos más, pues el caso es muy delicado por tratarse de menores. El caso está atravesando por la parte preparatoria, el día de ayer se detuvo a la supuesta muchacha involucrada y este 7 de noviembre la fiscal citó a un menor presuntamente sospechoso para brindar declaraciones” dijo la abogada Fernández para convencer a los vecinos de que mantuvieran la calma.
Mientras las autoridades estaban reunidas con los representantes de Sivingani en el EPI, los familiares y vecinos de la víctima participaron de una dramática y conmovedora misa de cuerpo presente.
“Manténgase unidos, y procuren que las autoridades brinden más seguridad especialmente a los niños y adolescentes. No dejen a los padres solos en su dolor” expreso un sacerdote.
En la misa se encontraban los compañeros de colegio de Javier. A lo largo de la mañana pasaron a recoger donaciones para ayudar a la familia con los gastos del hospital.
Roberto, su amigo, dijo que no logra conseguir consuelo. “Cómo le van a hacer así, nunca fue malo, no andaba en pandillas ni tomaba, era un amigo tranquilo. Cada vez venían pandilleros a molestarnos cuando íbamos al colegio, avisábamos a los policías, venían los agarraban y los volvían a soltar como si nada”, expresó.
“Mi hermano era bueno, me ayudaba en el trabajo de nuestro campo, era tranquilo, le faltaba solo dos años más y salía bachiller, no es justo” dijo entre sollozos Patricio, hermano mayor del difunto.
“Yo vi una fogata pequeña nomás, luego ya el fuego se hizo grande y escuché los gritos y salí a ver qué pasaba. No pues, al ver al joven no podía creerlo” se escuchó decir a uno de los vecinos.
Uno de sus amigos comentó que “Javier estaba yendo a jugar futbol con nosotros y nos iba a llevar en su auto, por eso compró gasolina, de ahí su ex le llamó he insistió para que se vean. Se fue donde ella y no volvió más”. Agregó que “lo vi vivo todavía y ‘agua, agua’ no más decía, y después, ‘mantenme, ya no aguanto’”.
Otro de sus amigos, Roberto manifestó que se
sentía culpable. “Es mi culpa, mierda. Yo estaba volviendo de comprar Digestán con
mi chica, porque le dolía el estómago" De no haberlo hecho, dijo, podría haber estado con él y evitado su muerte.
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