La Paz, 23 de octubre de 2024 (ANF).- “La vida no solamente son los seres humanos, la vida también es la biodiversidad, las plantas, los animales”, señala a ANF el experto en temas ambientales y director del Instituto de Investigación y Desarrollo de Procesos Químicos (IIDEPROQ - UMSA), Waldo Vargas Ballester, al reflexionar sobre la situación crítica que enfrenta Bolivia debido a la deforestación masiva. En un contexto de crecimiento desmedido de la frontera agrícola, la quema de bosques se ha convertido en una práctica que amenaza gravemente la biodiversidad y el equilibrio ecológico del país.
Las plantas, recalca el experto, son el punto de partida de toda forma de vida en el planeta. “Este planeta sin las plantas no sería habitable”, afirma, destacando el papel fundamental de la vegetación en la regulación del ciclo de vida. La desaparición de los bosques mediante incendios intencionados pone en peligro no solo a las especies que habitan en ellos, sino también a la capacidad del planeta para sostener la vida humana.
Los incendios forestales, provocados en su mayoría con fines de expansión agrícola, destruyen millones de hectáreas de bosques anualmente en Bolivia. “¿Cómo se nos ocurre hacer semejante barbaridad quemando nuestros bosques?”, se pregunta el experto, expresando su desconcierto ante lo que considera un “raciocinio bárbaro” que pone en jaque el futuro del país y del planeta.
“Realmente es como una invasión, alguien ha invadido el territorio y está destruyéndolo”, continúa, describiendo la deforestación como una agresión directa al ecosistema. La quema masiva de biodiversidad es vista como un acto incomprensible, una destrucción que va más allá de lo racional, sobre todo cuando se conoce que las consecuencias a largo plazo afectarán tanto a la naturaleza como a las personas.
El principal objetivo de estas quemas, advierte Vargas, es habilitar tierras para la agricultura, pero cuestiona la sostenibilidad de esta práctica. Sin los bosques, asegura, el ciclo hidrológico se ve alterado, lo que resulta en la falta de lluvias y, por tanto, en la necesidad de utilizar métodos artificiales para cultivar. “Vamos a tener que insertar muchas cosas artificiales”, alerta, refiriéndose al uso excesivo de transgénicos y fertilizantes químicos.
Esta agricultura no sostenible, basada en el uso de insumos inorgánicos, tendrá efectos devastadores en la calidad de vida de las personas. “Las aguas también se van a contaminar", señala el experto, subrayando que el uso indiscriminado de productos químicos no solo afectará a la biodiversidad, sino también a las fuentes de agua de las que dependen las comunidades rurales y urbanas.
El ciclo vicioso que se está creando en Bolivia es evidente: la destrucción de los bosques lleva a la pérdida de recursos naturales esenciales, como el agua, y a la degradación de los suelos, que se vuelven dependientes de insumos artificiales para la producción agrícola. El experto llama a la reflexión: “En eso hay que tener mucho cuidado”, pues el deterioro ambiental no solo afectará a la fauna y la flora, sino también a la población.
Sin embargo, reconoce que la expansión de la frontera agrícola puede ser necesaria en algunos casos, sin embargo, “si realmente necesitamos cultivar, se puede hacer ampliación en la frontera agrícola, pero tiene que ser medida, estudiada”, propone. No se trata de detener el desarrollo, agrega, sino de hacerlo de manera racional, manteniendo un equilibrio con el medio ambiente.
La clave, según dice, está en la conservación de los corredores ecológicos. “Allí se conserva la fauna”, explica, proponiendo la creación de zonas específicas donde la biodiversidad pueda desplazarse sin ser afectada por la actividad humana. Estos corredores permiten que los animales circulen entre las plantaciones, manteniendo así el equilibrio entre la producción agrícola y la protección de los ecosistemas.
Además, sugiere generar “islas” de conservación dentro de las áreas cultivadas, aunque destaca que los corredores ecológicos han demostrado ser la mejor estrategia. Estas zonas de conexión entre grandes masas de bosque garantizan no solo la preservación de la fauna, sino también el mantenimiento del ciclo hidrológico, fundamental para la producción agrícola a largo plazo.
“Vincular las masas grandes de bosque que quedan con estas áreas que estamos interviniendo, esa es la forma razonable de hacer las cosas”, señala. De esta manera, se asegura que los ecosistemas no sean completamente destruidos y que la agricultura pueda coexistir de manera sostenible con la naturaleza.
A pesar de las propuestas, el experto lamenta la falta de una verdadera comunicación sobre estas alternativas. “No vemos que haya esa forma de comunicación”, afirma, haciendo un llamado urgente a las autoridades y al sector agroindustrial para que adopten un enfoque más consciente y sostenible en la gestión de la expansión agrícola.
“Solo mediante un cambio de paradigma será posible detener la destrucción de los bosques y asegurar un futuro para las generaciones venideras”, remarca.
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