El quehacer político no es una tarea sencilla se requiere de la capacidad de tomar decisiones. La realidad suele ser cruda e incontrolable para los actores en el poder y los discursos disneysificados sobre paradigmas del bien apenas sirven para un instante que quedará en el olvido. Se levantaron las banderas de Mandela y Gandhi pensando ingenuamente que los procesos políticos en Sudáfrica y la India fueron un camino de alegrías y unidad incomparables. Tal simplificación de la realidad es peligrosa, pero al tener una visión idealizada figuras como Tucídides o Maquiavelo pueden ser denostadas. La Alianza Por El Bien Común Somos Pueblo son el ejemplo de esto y nos muestran que los iluminados son peligrosos en política porque jamás se hacen cargo de las consecuencias de sus actos, una pequeña muestra son la Ley Municipal N°467 y la Ordenanza Municipal 046/2022 que no cuentan con los estudios técnicos correspondientes y que modifican la ley de uso de suelos.
Weber en el caso hipotético de repetir su conferencia “La política como vocación” en el salón rojo del Palacio Consistorial a nuestras actuales autoridades del municipio paceño, seguramente comenzaría recordando lo peligrosos que son los líderes narcisistas, que creen que son grandes redentores y suponen poder cambiar la realidad con su presencia y un par de palabras. Toman posiciones santurronas intentando quedar bien con todos, pero al fracasar en estos intentos son victimas de su entorno que no comprenden lo que desean realizar. Esa proclamación de su belleza moral inquebrantable es una muestra de la inexistencia de objetivos políticos y presumiblemente de gestión. Les recordaría que “quien busca la salvación de su alma y la de los demás que no lo haga por el camino de la política cuyas tareas, que son muy otras, solo pueden ser cumplidas mediante la fuerza”.
Ante la mirada atónita de su auditorio edil y al verlos con cierta ternura a las autoridades que descubren por primera vez la política, Weber proseguiría con los errores que se comenten al pensar en la existencia de la ética absoluta del Evangelio y del sinsentido de entregar la otra mejilla. Momento dramático que puede que más de uno se santigüe. Así nuestro expositor habrá creado el escenario adecuado para explicar dos conceptos fundamentales para el quehacer político en un mundo sin certezas y complejo: la ética de la responsabilidad y la ética de la convicción. Es posible que el silencio sepulcral tome el salón rojo y las autoridades ediles observen y escuchen con atención. No podemos olvidar al pragmatismo que tiene la capacidad de dar un ropaje de “responsabilidad” a la decisión tomada. Negar esto sería infantil y sería igual un error olvidar que la política es un pacto con el diablo. Tales sentencias de nuestro conferencista no caerían muy bien a las autoridades, pero Weber les recordaría que, si desean hacer un trabajo por el bien de la humanidad, todavía se encuentran con la capacidad de dejar sus cargos electos e ir a orar a un convento.
La ética de la responsabilidad es aquel ejercicio del político de la reflexión constante, debido a que su accionar tendrá a corto y largo plazo resultados y pueden ser negativos o positivos. Las acciones que se tienen desde una posición de poder y gobierno afectan la vida de la población. En su caso de la ciudad de La Paz. Tal accionar del político parece normal, pero es muy difícil de ejercer. Desgraciadamente siempre se toma el camino simple y la práctica habitual es de la ética de la convicción donde no existe ningún tipo de preocupación e incluso en el lenguaje utilizado no nos dicen nada, por ejemplo: “el bien común” y cuando algo no se llega a realizar, nunca logran ver que es por errores propios y “responsabilizarán al mundo, a la estupidez de los hombres o a la voluntad de Dios, que así los hizo”.
La conferencia de Max Weber no solamente debería ir para las autoridades del Gobierno Autónomo Municipal de La Paz, sino, que podemos llevarlo a cualquier nivel de gobierno del Estado.
Jorge Roberto Marquez
Meruvia es politólogo