SERGIO MONTES, S.J.
A riesgo de desatar la furia de los recientes jugadores de Pokemon Go, quienes probablemente no gastan mucho tiempo en leer columnas de opinión, y la crítica de quienes conciben que la tecnología es un fin en sí mismo, escribo estas líneas para intentar una reflexión sobre lo que puede estar ocurriendo en nuestras sociedades a propósito del lanzamiento del juego de realidad “aumentada” hace más de un mes y que ha llegado también a nuestro país.
Como advertencia primera quisiera señalar que los beneficios del desarrollo tecnológico son generalmente positivos y no reniego de ellos; al contrario, considero que la era tecnológica es una realidad paradigmática con muchos elementos buenos y beneficiosos a la vez que está reconfigurando nuestro mundo, las relaciones y el modo de interacción entre personas y cosas. Sin embargo, sería absurdo considerar que todo es positivo en la tecnología y es preciso reflexionar sobre su relación con el bien común y no sólo con el bienestar.
Sin ánimo de hacer un análisis riguroso, por las mismas características de esta columna –que es de opinión- planteo cinco puntos para la reflexión y el debate. Primero, el pulular y deambular de personas en las calles concentradas en el juego para atrapar pokemones, hacerlos crecer y pelear, que los lleva a seguir unas rutas y realizar búsquedas en diversos espacios de la ciudad a la vez les lleva a vivir distraídos y desubicados del mundo que les rodea, que es bastante más amplio y desconocido que el mundo pokemon. La distracción es buena siempre y cuando no se convierta en un modus vivendi, una forma de estar “presente” en la realidad o lleve a ignorar otras realidades ¿Cuánta atención le prestamos al que camina a nuestro lado, delante de nosotros o está distante en la vida diaria y cuánta le dispensamos los pokemones que se “aparecen” en nuestra ruta?
En segundo lugar, también podemos reflexionar sobre esa realidad “aumentada” (un logro tecnológico impresionante) y nuestra capacidad de percibir la realidad más allá de la reducida visión desde un dispositivo. Y esto lo digo porque nos impresiona más la novedad de lo que la realidad aumentada ofrece que la –a veces- poco conocida realidad real, que probablemente es mejor eliminarla de nuestra visión porque nos choca, no nos agrada, es un estorbo o –a veces- nos lleva a pensar que en las calles también hay injusticia, dolor, discriminación, violencia y una cadena de realidades con las que es mejor no toparnos.
De otra parte, reiterando que el avance tecnológico como tal puede utilizarse para muy buenos fines, podemos cuestionarnos cuánto tiempo estamos decididos a invertir en humanizar nuestro mundo para que en esta realidad nos encontremos menos gente mendigando su dignidad, menos niños dejados a su suerte y obligados a trabajar, menos “paradas” o “gimnasios” donde se reproduce la violencia física, sexual o psicológica y así una serie diversa de situaciones que dicen mucho de nuestra calidad humana y muy poco de nuestra sensibilidad frente al drama humano real.
Un cuarto elemento tiene que ver con la irresponsabilidad de los padres que consideran que dotando de buenos dispositivos tecnológicos (móviles) sus hijos estarán más contentos y podrán ir por la vida aprovisionados de lo que es indispensable. Muchos de los jugadores son jóvenes que dependen económicamente de su familia, por lo cual para conseguir el Smartphone, el paquete de datos y la felicidad del muchacho hay que gastar dinerito pues el juego está de moda y no se puede uno alejar de las tendencias (impuestas por el mercado). Hace poco una niña de 8 años fue atropellada por andar jugando pokemon go ¿es mero despiste o hay algo de irresponsabilidad en quienes prefieren la distracción de sus hijos a la responsabilidad de educarlos?
Finalmente, los más beneficiados son los empresarios que apuestan por una realidad edulcorante para engordar sus cuentas bancarias. En el tiempo de lanzamiento son más de 200 millones de dólares los generados. Cuando el juego está pensado principalmente como negocio, poco o nada le importa a quien lo promueve sobre las personas que entran en éste, son meros números estadísticos. Un mirada crítica a nuestra realidad nunca está demás.