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Opinión

Una bandera sin fin

11 de Marzo, 2018
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AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ

Quienes conocen esta columna, saben que no siento ninguna necesidad por recuperar el mar, saben que creo que el desarrollo de Bolivia no tiene nada que ver con contar con un puerto propio, y que seríamos un país mucho más feliz y exitoso si nos librásemos de ese trauma que tanto daño nos hace. Obviamente siempre me he sentido un tanto solitario en este sentimiento, aunque tengo que decir que ha habido momentos en que mi soledad ha sido mayor, momentos en que la exacerbación del patriotismo ha llevado a casi todos a desear el mar con más ahínco y a que no hubiera casi una voz que disintiera del clamor en algún caso, del fervor en otro, y del entusiasmo patriótico en otro.

Cuando hace algo más de un año, Carlos Mesa le dio una paliza mediática a un importante periodista chileno, es obvio que me alegré por Bolivia, fue una pequeña gran victoria, pero esa alegría no alcanzó para que cambiara mi postura, que creo sólida y fundamentada.

Desde un principio pensé que el tema del Mar iría a ser utilizado políticamente, como ha sucedido siempre, y pensé que Evo iba a tratar de tomar ventaja de la situación, aunque eventualmente no se llegara a buen puerto ya sea con el veredicto, o con las potenciales negociaciones posteriores.  Tal vez lo que más me ha molestado del tema marítimo es que más allá del despojo, de la relativa injusticia de la guerra, es la irracionalidad que envuelve el tema.

Esta semana, el Presidente Evo y los suyos han logrado no solo materializar esa sensación , sino que han hecho un ridículo que busca su igual en los gestos patrióticos, llamados patrioteros por los patriotas.

Más allá de mi punto de vista, puedo entender que otros tengan un enorme sentimiento hacia la demanda marítima de Bolivia, no soy ciego ni sordo, pero la iniciativa de confeccionar una bandera inmensamente larga es simplemente algo que no puede conmover, y más bien puede invitar a la sorna y hasta a la risa.

Recuerdo en el 79 del siglo pasado, los cinco minutos de silencio recordando la invasión de Antofagasta, y todavía hoy me estremezco. Ese era un gesto digno, sentido y contundente. El “banderazo” tiene aristas tremendamente penosas y criticables, empecemos por el gasto insulso de producir una bandera de las dimensiones de las que se habla, por más que se trate de la más ordinaria y barata de las telas sintéticas, pasemos por todo el esfuerzo en el traslado y no izado de la enorme enseña, movilizar miles de soldados y policías para ese fin, y no olvidemos el destino de esa inmensa bandera, de esa enorme cantidad de tela sintética que quedará una vez pasado el espectáculo.

Para colmo, es posible que esta acción pueda convertirnos en un hasmereir, no solo en los sectores sarcásticos mapochinos sino en otras geografías . Peor aún, es posible que este gesto sea verdaderamente perjudicial. ¿Se puede creer que un juez de alto rango, y de buen nivel, del tipo de los que están tratando la demanda de Bolivia, pueda ser influenciado positivamente por un gesto de esta naturaleza? A decir verdad, en el peor de los casos, la bandera de marras puede llevar a debilitar la posición de Bolivia frente al Tribunal.

No es difícil entender cómo pudo surgir esta idea, y cómo pudo ser tomada como buena, y por qué no fue desechada oportunamente. Basta con juntar ingenuidad y autoritarismo, surge una mala idea en el jefe y nadie se atreve a contradecir.

Lo sensato en esta parte de la demanda sería mostrar la mayor discreción posible, el Presidente, que está en entredicho por sus afanes proroguistas inconstitucionales en realidad no debería aparecer para nada. Es posible que en estos momentos, Evo, a quien se puede agradecer la iniciativa del juicio, reste más que lo que sume con su presencia.

Obviamente la asistencia de los otros ex Presidentes tampoco es relevante, en realidad solo hay espacio para el equipo de la demanda, incluido naturalmente el vocero nombrado por el Presidente hace varios años y barras bravas, no deberían armarse ni en la Haya ni en Caracollo.

Agustín Echalar es operador de turismo


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