VERÓNICA ORMACHEA G.
Comentario que encuentro sobre el mundial de fútbol, dice lo mismo: “El mundial de la vergüenza”, así como si fuera un slogan.
El mundial 2022 jamás debió haberse realizado en Catar porque ha estado cargado de irregularidades. Nació mal.
La revista France Football en una investigación conocida como Qatargate, reveló que el entonces presidente de Francia Sarkosy, el emir de Catar Tamin bin Hammad al-Thani, el entonces presidente de la UEFA Platini y propietario del Paris Saint – Germain Bazinel, habrían acordado que votarían para que Catar sea la sede del mundial a cambio de ayudar al PSG a superar sus problemas financieros.
Poco después el Qatar Investment Authotity adquirió el 70% del club que ahora dirige.
La FIFA hizo de la vista gorda, y votó por Catar que es un país sin tradición ni cultura futbolística cuya selección nunca ha participado en un
Copa Mundial y no contaba con infraestructura futbolística.
La elección de Catar como sede indignó a países de occidente como EEUU o Inglaterra, que tienen estadios en varias ciudades.
¿Cómo pudieron manchar un evento deportivo tan apasionante y popular?
Catar es un emirato del Golfo Pérsico, que antes de sus petrodólares no sonaba ni tronaba.
Cuenta con grandes cantidades de reservas de petróleo, con la tercera mayor reserva de gas del mundo y la mayor renta per cápita.
Está cargada de petrodólares y busca emular el desarrollo de occidente, aunque sigue regido por la conservadora tradición islámica.
Tras ganar la elección, los cataríes tuvieron que construir una serie de estadios y lo hicieron de la peor manera. La pregunta del millón es ¿qué harán después de los partidos con tantos estadios?
Empresas cataríes contrataron trabajadores de India, Nepal y otros países a los que trató como esclavos. Les pagó poco y con retraso; los extorsionó con sus pasaportes; vivían como presos trabajando jornadas de 14 horas con 40 grados de calor y con escasa alimentación. Y lo que es peor, según el Guardian, murieron 6.500 personas. Imperdonable.
¿Se imaginaron que todo esto no trascendería cuando las redes y los medios no callan?
Catar es un pequeño país gobernado por una monarquía absoluta donde rige la “sharía” o ley islámica donde no se respetan los derechos humanos y no hay libertades ciudadanas.
Un ejemplo es que las mujeres siguen usando el velo y están sujetas a la voluntad masculina. Los hombres pueden tener varias mujeres, no así ellas que en caso de infidelidad, las apedrean y castigan. La homosexualidad es considerada una enfermedad y un delito.
Tiene enormes diferencias culturales con occidente donde, en general, se vive y promueve el sistema democráticos donde priman los valores como las libertades y la igualdad de sexos.
Este mundial ha sido también un campo de reivindicaciones políticas y sociales.
Siete equipos europeos que pretendían portar el brazalete “One Love” contra la discriminación del colectivo LGTBI, renunciaron a hacerlo por
temor a sanciones que impuso la FIFA. La Federación Alemana de Fútbol afirmó que se sintió chantajeada por la Federación.
Por su lado, lo jugadores iranies, no cantaron el himno de su país en protesta por el asesinato de Mahsa Amini por portar un velo mal puesto. A raíz de su fallecimiento, en Irán siguen las protestas. Este mundial, tenido por corrupción y muerte, quedará estigmatizado por sus
irregularidades.
Verónica Ormachea es periodista y escritora