El estado actual de la guerra entre Rusia y Ucrania está marcado por ofensiva ucraniana y la incapacidad rusa por detener ese avance. La situación ratifica la tendencia que comenzó a marcarse tempranamente, cuando la estrategia de la guerra relámpago, pensada por Moscú, quedó reducida a chatarra, por la resistencia ucraniana. Con ello también quedó en entredicho uno de los argumentos que los admiradores del dictador ruso (la izquierda delincuencial latinoamericana) esgrimían, para menos valorar lo que se venía venir: el triunfo ucraniano y la derrota rusa.
En criterio de la izquierda delincuencial (el MAS en Bolivia, el PT en Brasil, Correa en Ecuador, etc., etc.), en Ucrania se manifestaban hechos antidemocráticos como la corrupción galopante y expresiones ultranacionalistas, cercanas al neonazismo. Estos pretextos para apoyar a Putin, sin embargo pierden consistencia argumentativa, a la luz de la histórica coyuntura que vive Ucrania: un momento constitutivo.
La guerra que sostiene ese país, rechazando la invasión rusa, conforma, en su historia, un momento constitutivo caracterizado por la interpelación del discurso democrático. Lo central de este caso se encuentra en el contenido democrático del discurso interpelatorio, propuesto en el momento constitutivo. En la circunscripción del problema, como antecedente, consideremos la manera en que Ucrania ha sostenido la guerra defensiva. Es en este espacio (en el de los antecedentes) donde surgen las condiciones con las que los ucranianos asisten a momento constitutivo. Finalmente, en este acápite, digamos que la profundidad de un momento constitutivo está dado en gran medida por el acontecimiento en el que es practicada la interpelación, es decir la convocatoria social nacional. Una guerra, como la que se ve obligada a sostener Ucrania, es un acontecimiento interpelatorio de primer orden.
La defensa nacional, por parte de aquellos ciudadanos, de su territorio, se caracteriza pues por la participación masiva de la población y el uso óptimo de los recursos disponibles, por parte de sus instituciones. Ello nos habla, en principio, de una guerra nacional, que sostienen esos ciudadanos; hablamos de una guerra muy diferente a la que experimenta Rusia. En ésta, la guerra es más estatal que nacional y por ello sostenida, antes que por la ciudadanía rusa, por mercenarios y expresidiarios. La superioridad que hoy muestra Ucrania expresa esa diferencia, porque aquí la ciudadanía lucha por una convicción nacional. Ese no es el caso en el bando opuesto y así la diferencia deviene en una ventaja estratégica, para el país invadido. A ello acompaña la certeza con la que interpeló al mundo democrático, en sentido que en las relaciones internacionales entre los Estados no puede prevalecer el desconocimiento y atropello al derecho internacional.
A partir de estos hechos pueden explicarse otros, como el de la fortaleza del Estado ucraniano; entendida esa fortaleza como la de la cohesión interna en torno la conducción de la guerra, la legitimidad social del Estado y la indudable presencia política internacional del país. El sustrato discursivo que lo acompaña es el del respeto, en lo externo, al derecho internacional y en lo interno, la voluntad de ejercer el derecho democrático a la autodeterminación y a la soberanía nacional. Tenemos con ello, por tanto, los elementos iniciales del contenido democrático que tiene la interpelación discursiva, en esta coyuntura histórica para su población.
Gracias a estos elementos resultan comprensibles los éxitos específicamente militares, porque en último término, la fortaleza de un ejército se remite siempre a su sociedad y a su Estado. El respaldo expresado en armamento militar, que los países de la Organización del Tratado Atlántico del Norte (OTAN) y Estados Unidos (EEUU) le brindan es, ciertamente, muy importante, pero sin esas fortalezas internas ese apoyo habría significado poca cosa. Si ese apoyo permite hoy la exitosa ofensiva ucraniana es porque las fortalezas anotadas se expresan por medio de sólidas instituciones de defensa, capaz de traducir esa ayuda en un uso óptimo. Hablamos de instituciones articuladas de manera coherente, en torno a un propósito nacional.
Es, consiguientemente, en este contexto que adquiere preponderancia la interpelación democrática, no solamente para caracterizar al momento constitutivo que vive Ucrania, sino a la vez, para proyectar hacia el futuro la factibilidad de la reconstrucción nacional en términos democráticos. Esto quiere decir que este país europeo vive un momento en su historia, a partir del cual las cosas pueden comenzar a gestarse de otra manera, o sea aun momento que constituya una “nueva” Ucrania, capaz de superar los viejos lastres que vienen de su pasado.
Diríamos que en esta coyuntura, el momento constitutivo en cuestión confronta dos rasgos contradictorios de esa sociedad; uno sincrónico de contenido democrático y otro diacrónico, fuertemente impactado por la corrupción. En realidad, todo momento constitutivo es tal porque en él las sociedades ajustan cuentas con su pasado, lo cuestionan y optan por hacer las cosas de manera diferente. La pugna entre lo sincrónico y lo diacrónico, pero, no siempre logra dilucidarse, por lo que en esos casos suele hablarse de un momento constitutivo fallido. Incluso cuando la resolución de esa pugna es fruto de acuerdos y concesiones mutuas, el momento constitutivo no logra consolidarse, ya que deviene en uno con falta de carácter, endeble.
La conclusión a la que llega el enfoque de un momento constitutivo democrático profundo no puede ignorar algunos hechos. Primero, la derrota de Putin y el desastre en el que deja a Rusia. Segundo, el fuerte compromiso internacional adquirido por el gobierno de Ucrania, para la defensa del respeto al estado de derecho en las relaciones internacional y el respeto, consiguientemente, al estado de derecho (i. e., a la democracia), en lo interno. Tercero, finalmente, la fuerte cohesión interna en torno a tales principios. Por ello resulta altamente probable que en el actual momento constitutivo ucraniano, los elementos diacrónicos señalados puedan ser revertidos y remplazados por los elementos sincrónicos, de contenido democrático.
El autor es sociólogo y escritor