A pocos días de las elecciones presidenciales, urgía tomar medidas, pues el país ardía en llamas. Se decidió que el lugar de la reunión tenía que ser una zona estratégica, es así que se resolvió llevarla a cabo en la Chiquitania, hasta hoy en día en emergencia, al igual que el Chaco boliviano. De esta manera, desde distintos puntos del país, los candidatos y candidatas se trasladaron, por tierra, aire y agua. El debate tenía el objetivo de escuchar las propuestas de los diversos actores del bosque, selva amazónica, valles, serranías y altiplano bolivianos. La sesión estuvo presidida por el tucán Tuki Tuki.
Tuki Tuki, aún con el pico herido, lanzó su discurso que tuvo más fuerza en el contexto de llamas que consumen su hábitat. De esta manera su programa tenía como eje angular, ampliar la frontera selvícola, de modo tal que los animales y plantas originarias del lugar estén protegidas, se podrían mover holgura y libertad, sin el peligro de abrasadoras llamas. Los chaqueadores y agroindustriales se encontrarían muy lejos de dicho límite. “¡Paremos el ecocidio!” vitoreó Tuki Tuki. “¡Abajo las leyes incendiarias!” replicó y exclamó la tropera Amelia.
Luego, la palabra la tomó el pez Arquímides, que provenía del rio Pilcomayo. Hizo un triste diagnóstico sobre el estado de salud de sus compañeros, y los alevines, se quejó de que el mercurio los está matando. En tal sentido, su propuesta consistió en expulsar las empresas mineras, que solo propicia el enriquecimiento de unos en desmedro de otros. Proyectó un Pilcomayo límpido, como antaño. “¡Fuera las mineras!” vociferó Arquímides y el eco llegó en aplausos de sus compañeros y compañeras.
Loyda la capihuara, proveniente del TIPNIS, rememoró el sufrimiento por el que pasaron con la pretensión de construcción de una carretera, por medio del corazón de su territorio. Ante tal experiencia, su propuesta consistió en asegurar que no cunda el cemento en su hábitat, ni el ingreso de humanos. “Los animales y plantas que habitamos nuestro territorio, constituimos uno de los pulmones del planeta, y queremos seguir cumpliendo esa función”, aseveró categóricamente. Apostamos a otro tipo de desarrollo que en vez de extraer y arremeter sea el de cuidar, y preservar añadió. “¡Viva el TIPNIS!” gritaron al unísono los presentes.
El cerdo Octavio, representante de los valles, quien deleitándose con el maíz aún en la boca, contó sobre las variedades que existen de éste, su platillo favorito. Abogó por la preservación del maíz ch’ejchi, kulli, t’ojtu, k’ellu y demás especies, puesto que además de ser delicioso, es sano y forma parte esencial de su alimentación. “Ninguno es más importante que el otro, todos tienen su valor económico, culinario, cultural y ambiental”, explicó. A esto se sumaron las voces de los tapires chiquitanos, argumentando que en caso de aceptarse el ingreso del maíz transgénico, la codicia del ser humano producirá la extensión de este cultivo que bien sabemos que sólo enriquece a unos en desmedro de otros. “¡Viva el maíz!”, gritó Octavio.
Algo abrigado aún, levantó la mano el tan popular Antonio el zorro andino, quien hizo énfasis en que concretamente el trabajará para que los seres humanos tengan mejores condiciones de habitabilidad, y un crecimiento urbano sostenible y limitado, de forma tal que los citadinos se encuentren cercados y no invadan el territorio de los animales. “¡Arriba Antonio!”, exclamó el quirquincho Esteban.
Las propuestas cundían por doquier, y con su bravo caudal, el Rio Rocha se hizo escuchar, para presentar la suya, “ yo construiré plantas de tratamiento de agua, porque los seres humanos me están matando, a mí y a mis hermanos el Choqueyapu y el Piraí”. La propuesta concreta, fue aplaudida.
El búho Santiago, con su sabiduría, se refirió a que si se lograba tener un ecosistema equilibrado, todos los animales de las distintas ecoregiones contarían con vitalidad y buena salud. Pues la salud era un derecho que todo ser vivo debería tener.
Decidieron que el liderazgo tendría que rotar, así, resolvieron todos los presentes, que Tuki Tuki sea el presidente. Todos al unísono exclamaron, “¡Tuki Tuki presidente!”.
Fue así, que los presentes conformaron un frente único, con el objetivo de preservar la vida, la naturaleza, y enfrentar al más despiadado, cruel y nocivo habitante del planeta tierra.
Gabriela Canedo V. es socióloga y antropóloga