Hace un par de años atrás, surgió un debate acerca del “Mito del Estado emprendedor” frente a “la creación de valor público”, entre dos economistas internacionalmente reconocidas. “El Estado Emprendedor” es el título de un libro que publica Mariana Mazzucato, experta en economía de la Innovación y Valor público —el año 2013, luego de la crisis financiera por deuda del sector privado inmobiliario en los Estados Unidos, del año 2008—, en defensa de la revalorización del papel del Estado en la economía.
Mazzucato empieza su defensa del Estado emprendedor a partir de la creación del valor público, asumiendo que en el sector gubernamental el valor público es el retorno social de una inversión. El enfoque del “Valor público” contempla la creación de valor a partir de las empresas del Estado y de la Inversión pública, esta teoría es también abordada desde los objetivos y metas que persigue la Gerencia pública, y es parte de un conjunto de teorías que se explican desde la intersección entre la economía y el Estado.
El perfil de Mazzucato es como el de algunos economistas y políticos que respaldan al sector público por crear valor. Es así que afirma, que los productos más populares del mundo, como el iPhone y otros más, no habrían sido tan exitosos sin el papel crucial de los fondos públicos. También afirma que el sector privado solo encuentra el “coraje para invertir” después de que un Estado emprendedor haya realizado las inversiones de alto riesgo, y que los grandes innovadores privados, serían en realidad beneficiarios privilegiados de las inversiones públicas en el desarrollo de nuevas tecnologías.
Sin embargo, haciendo algunas consideraciones, si el “Estado emprendedor” realiza inversiones de alto riesgo no es precisamente por una habilidad de cálculo o previsionalidad, o por tener un magnífico estudio de proyecto, sino es sobre todo porque realmente no tiene miedo a perder, porque el Estado no tiene recursos propios, invierte y se financia con recursos que son parte de la recaudación impositiva.
Analizando a fondo la creación de “valor público” en la realidad, esta no se establece bajo un criterio de nivel óptimo de asignación de recursos, es así que se podría construir desde un estadio de fútbol hasta un sistema de riego tan sofisticado que solo sea comprensible ante los ojos del gran innovador como sea el “Estado emprendedor”.
En este sentido, ante la posición de Mazzucato, surge una respuesta crítica de parte de los economistas Deirdre McCloskey y Alberto Mingardi con la publicación de otro libro titulado “The Myth of the Entrepreneurial State”, traducido como “El mito del Estado emprendedor”, poniendo de manifiesto la naturaleza coercitiva que tienen los gobiernos frente a los mercados, de una naturaleza más consensual, competitiva y con unos incentivos más claros, y donde se explica que el Estado o la gestión pública aun teniendo más recursos que incluso todos los privados, no tendría la información necesaria, la capacidad de innovación y el costo por las pérdidas sería casi nulo.
Habría que destacar al mismo tiempo, que el sector privado tiene unos incentivos que son un poco distintos a los del sector público, y que están más de acuerdo con la competencia entre empresas en el mercado por ofrecer un mejor producto o servicio asociado a un esfuerzo para lograr ese fin y mantenerse en el mercado; en tanto que dentro del Estado, un gobierno aspira a ofrecer una política pública o la solución a un problema con el fin de permanecer mucho tiempo más en el poder o de hacer una buena gestión para ser reelegidos. Entonces, el producto a ofrecer con “valor público”, no estaría sujeto a las mismas reglas de la competencia del mercado, sino muchas veces a una relación de “favores políticos” o de “incentivos perversos”.
La autora es Economista, Politóloga y profesora universitaria