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Opinión

San Pablo, ciudadano del mundo

21 de Noviembre, 2017
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IGNACIO VERA
¿Exégesis, apología, remembranza? ¿Qué se puede hacer hoy sobre la vida y obra San Pablo de Tarso, el Apóstol de los gentiles? Su vida es tan increíble como las cosas más increíbles que pueden ser leídas en las Sagradas Escrituras, y su obra es tan importante, que puede ser equiparada con un descubrimiento científico revolucionario y con una de las obras de arte maestras que se exponen hoy en los más importantes museos del mundo. Porque este hombre es un grande de la Humanidad, no solo como figura señera del cristianismo primitivo —eso sería reducirle—, sino como efigie de intelectualismo, pensamiento y virtud. Aunque no haya motivo especial para recordarle hoy, no hay motivo tampoco para no hacerlo, y por todas esas cosas, el que suscribe estas líneas ha decidido garrapatear su papel de escritor en honor a Saulo.

Nació Saulo, o Pablo, en Tarso, Cilicia, y fue hijo de padres judíos y fariseos, pero los genios no tienen patria, porque son del mundo. Pero él se afirmaba orgullosamente ciudadano romano (véase el libro de Hechos). Era un erudito, y dominaba las lenguas de Homero y de Virgilio, y se podría asegurar que se deleitaba leyendo a los clásicos. Quizá hasta llegó a entender al esotérico y obscuro Heráclito. Sabemos (Hechos, XVII) que en Atenas recibió la sapiencia de los estoicos y epicúreos, y que en el Areópago disertó magistralmente. No sabemos nada acerca de sus cualidades de orador, pero seguramente fue uno muy diestro. Su correspondencia con el filósofo Séneca es evidentemente apócrifa, pero eso no nos quita la posibilidad de pensar que se relacionó con el eminente pensador cuando su estancia en Roma. Su cultura pagana y profana era en verdad vasta; la mitología derrochaba en su cabeza de apóstol cristiano. Es el único religioso que, podría decirse, no es puritano; ¡y cómo cita a Epiménides, Menando, Arato y Eurípides! Roma fue su lecho de beatitud, su casa, su cama y su calvario.

Era la Roma del Derecho y del imperio de la Ley, pero para Pablo éstos se condensan en la caritas, que ciertamente no es normativa y obediencia, sino fraternidad. Cosa increíble: Roma quería unificar naciones dispares bajo el señorío de un emperador; Pablo quería las mismas naciones pero para otro Monarca. Pablo, dada su condición de ilustrado, no levanta su voz en contra de la ley de los hombres, al contrario; en la Epístola a los romanos dice: «Que toda persona se someta a las autoridades superiores, porque no hay potestad sino Dios, y las actuales están constituidas por Dios». O sea que para Saulo, y esto es algo que no se ha visto demasiado bien hasta ahora, el Cristianismo cobra un valor de integración a los menesteres seculares de los seres humanos. Predica orden jurídico a la par que fe; podría decirse que es uno de los primeros laicistas, si no el primero.

Pueblo de conquistadores, Roma quería el mundo entero; hombre de conquistas, Pablo quería todas las almas del mundo, pero no por medio de las armas, sino mediante de la elocuencia, el pensamiento, la sabiduría y la fe. Como Alejandro y César, quiere un imperio universal para que se rinda a Cristo.

Llegó hasta España, y trató de hacerla suya; de vuelta en Roma, dejó su sangre para fecundar el suelo de la patria que luego se hará cristiana. Los hebreos de David, la raza judía, habían querido también un gran imperio, quizá uno más material que espiritual, pero la diáspora no lo logró; nadie como Pablo hizo semejante peregrinación ni se lanzó a tamaña expedición, hasta magullar las plantas de los pies, para alcanzar el objetivo.

En fin; sería ridículo si quisiéramos exponer aunque sea sucintamente aquí la teología paulina, que contiene altísimas cumbres muy sublimes; esa tentativa sería desconocer las enseñanzas y verdades que da Pablo, nutridas por su versación y por la inspiración divina. Únicamente hemos escrito esto para señalar el derecho que tiene Pablo de ser llamado Ciudadano del Mundo, a pesar de haber sido más latino que las mismas piedras de Lacio.

La conversión de Damasco puede ser considerada un viraje para el mundo entero.

Ignacio Vera Rada es estudiante de latín en la Universidad de Salamanca
Twitter: @ignaciov941

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