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Opinión

Repensando la bolivianidad

31 de Enero, 2022
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GUIDO ALEJO

En tiempos de discursos centrados en las fracturas sociales y polarización política, el hablar de bolivianidad puede parecer un exabrupto, aunque las fracturas sociales no necesariamente responden a realidades fácticas -al menos no en tal magnitud- sino a construcciones ideológicas e imaginarios políticos que amplifican relaciones sociales atávicas generalmente con fines bajos y mezquinos, ajenos a todo interés nacional.

La bolivianidad, como horizonte de construcción de una identidad común, es un elemento necesario que se quiso implementar de manera vertical desde proyectos estatales como el Nacionalismo del siglo XX y el Plurinacionalismo de inicios del siglo XXI, ambos en base a sujetos políticos idealizados y ajenos a procesos sociales concretos.

Durante el siglo XX el Nacionalismo boliviano intentó implementar una identidad nacional en base al “mestizaje”.  Tal propósito acabó siendo una propuesta de las élites y para las élites, que no pudo prosperar por su inherente carácter social endógeno y anclado en la modernización occidental, tanto que terminó por ser excluyente respecto a las mayorías nacionales, desembocando así, en los grandes movimientos políticos populares de principios del siglo XXI.

La Plurinacionalidad actual se basa discursivamente en el sujeto político “indígena” que es resultado de una reflexión anclada en el posmodernismo occidental, tanto que las mayorías nacionales son “incluídas” como minorías, esta mirada atribuye el carácter inherente del “indígena” casi en las antípodas del mundo contemporáneo. Este razonamiento concreto no resiste ninguna constatación en el marco de los fenómenos sociales que se están desenvolviendo en la actualidad.

Tanto la Bolivianidad del nacionalismo como la del plurinacionalismo fue pensada por mentes ajenas a la realidad social mayoritaria, aunque se atribuían su representatividad y la interpretaban con los pies en Bolivia y la mirada en occidente, un occidente tanto moderno como posmoderno. Esta mentalidad soslaya - hoy como ayer - la posibilidad de construcción de un relato enfocado a la construcción de la bolivianidad del siglo XXI, la cual pueda cerrar paulatinamente las fracturas sociales vigentes.

La bolivianidad se ha venido construyendo al margen de las posturas políticas y sus discursos, a menudo superándolas ya que su dinámica no depende de subjetividades ideologizadas, sino de hechos concretos, los cuales son efecto de múltiples procesos que operan en el presente siglo XXI. Estos procesos son complejos, con sus luces y sombras, pero marcan tendencias importantes que tienen la potencialidad de condensarse en un discurso político que pueda unir en lugar de separar. Entre estos procesos se pueden mencionar los siguientes:

·  La urbanización.

·  La migración interna.

·  La multilocalidad

·  El mercado interno.

·  La movilidad social.

·  La informalidad.

·  La adaptación al mundo contemporáneo.

El proceso de urbanización es generalizado y característico de la contemporaneidad. Desde principios de los años 80s Bolivia tiene una población mayoritariamente urbana, aunque ello no necesariamente implica la adopción mecánica de la urbanidad occidental, así como una supuesta dicotomía entre lo urbano y rural; en el contexto boliviano hay cierta continuidad entre el mundo urbano y rural en el ámbito popular, tanto en las nuevas centralidades urbanas en las ciudades capitales, como en las crecientes ciudades intermedias.

En relación a la migración interna, esta se da en dos sentidos, de occidente a oriente y del campo a la ciudad. Si bien sus consecuencias demográficas tienen luces y sombras, este proceso implica la construcción de cierta continuidad cultural basada en los grupos migrantes, así como su influencia en los sectores donde se establecen. En este sentido algunos elementos de la cultura migrante posibilitan una mayor integración regional, superando la institución de diásporas con la formación de comunidades interconectadas de forma dinámica.

La multilocalidad está estrechamente relacionada con la migración interna, sin que ello implique la ruptura con las regiones de origen. La multilocalidad trae como consecuencia una mayor integración, constituyéndose en un puente que comunica realidades que, con el tiempo, pueden fortalecer más sus convergencias que sus divergencias, siempre apoyado en base a las crecientes relaciones de parentesco en las familias extendidas.

Otro elemento importante es la constitución de un mercado interno, ello centrado especialmente en las relaciones de intercambio que históricamente cumplen un rol generador de vínculos más allá del aspecto puramente económico. El intercambio comercial fomenta las relaciones culturales, posibilita la integración de poblaciones excluidas hacia una red intrincada de núcleos poblacionales de distintas dimensiones.

Un fenómeno vigente -muy intenso- es el de la movilidad social, la cual tienen particularidades propias enmarcadas en los procesos anteriormente mencionados. Desde fines del siglo XX gran parte del ámbito popular ha logrado pasar de la pobreza extrema hacia la acumulación de capital económico y cultural, ello independientemente de las influencias estatales, por lo que tiene connotaciones autónomas, y ello se ve reflejado en sus expresiones culturales, especialmente en el área urbana.

La informalidad se constituye en el marco transversal de lo anteriormente mencionado. La informalidad es el medio donde se ha posibilitado -ante la ineficiencia de la planificación estatal- no solo el crecimiento urbano sino también el crecimiento económico con la inherente movilidad social. Tomando en cuenta que Bolivia tiene la economía informal más grande del mundo, la subjetividad social derivada de la informalidad también es mayoritaria y puede contener elementos comunes en la mayoría de los bolivianos.

Como último elemento está la adaptación al mundo contemporáneo, es decir, la forma en la que las mayorías se adaptan al proceso de “globalización”, aunque es necesario mencionar que en el ámbito popular ésta tiene connotaciones propias, en un contexto pericapitalista y con la hegemonía del Asia en ciernes. La adaptación a la contemporaneidad se replica en imaginarios que expresan un entusiasmo por la Tercera y Cuarta revolución industrial, así como la recreación de expresiones culturales autónomas que no se traducen en una occidentedependencia, sino que forman parte de una adopción utilitaria de elementos de otros epicentros culturales del mundo, todo manteniendo la cultura propia.

Estos fenómenos mencionados se condensan en la “automodernización popular” e intrínsecamente conllevan a la conformación de elementos identitarios comunes que forman parte de una “Bolivianidad desde abajo”. El ámbito popular es el epicentro de este proceso constitutivo, lo que implica una difusión mayoritaria y con posibilidades de universalización, este carácter marca la diferencia con otras posturas políticas que tradicionalmente proceden de élites que viven realidades endógenas e inconexas con entornos inmediatos.

En este marco, el sujeto “boliviano” que encarna estos procesos, es un sujeto que vincula el área rural y urbana, los Andes y la Amazonía; un boliviano que tiene familiares en varios rincones del país y que -gracias a su multilocalidad- mantiene un contacto estrecho con los contextos en los que se desenvuelve. Es un boliviano entusiasta del mundo contemporáneo, pero ello no implica el abandono de sus raíces, además, esa apertura le brinda vitalidad y dinámica a sus expresiones culturales. Es un boliviano que se desenvuelve de forma autónoma a pesar del Estado ya que sus expectativas y necesidades no pueden esperar. Es un boliviano que aglutina y que tiene esperanza en el futuro.

La Bolivia del Nacionalismo no logró consolidarse, la Bolivia Plurinacional aparentemente sigue el mismo camino, otros postulados como una hipotética Bolivia Federal, se centran tanto en el control de los recursos del Estado que dejan de lado los fenómenos sociales y sus posibilidades. Si se quiere pensar Bolivia se lo debe hacer a partir de su gente, sus expectativas y dinamismo. Mientras los relatos políticos mantienen vigentes taras como el racismo y el regionalismo, el proceso de la “automodernización popular“ abre las puertas a otras formas de ver Bolivia y, por ende, a la visibilización de una Bolivianidad alternativa.

Guido Alejo es arquitecto y analista 

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