Así como una persona enferma más otra persona enferma no hacen una persona sana, tampoco una mentira más otra mentira hacen una verdad. Esto, claro, le tiene sin cuidado al gobernante Movimiento al Socialismo (MAS), por lo cual ha optado sumar, a la mentira de un supuesto golpe en octubre del 2019, nuevas mentiras para justificar la detención última del gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho. Camacho se suma a la lista de los cerca de 180 presos políticos que el gobierno del MAS tiene en su haber, con la inútil intensión de evitar la reconstitución democrática de la sociedad y frenar el fracaso del Estado plurinacional.
Con todo, el proceso boliviano marca esas tendencias, que ni la persecución política, ni los grupos vandálicos de choque financiados por el MAS pueden revertir. En este sentido, la reconstitución social, por un lado y la desorganización del bloque social nacional popular anteriormente alcanzado (que permitiera el ascenso del MAS al poder), por otro, testimonian el fracaso del Estado plurinacional. Aunque habiéndose originado en el ámbito de la sociedad, este fracaso repercute en la esfera estatal. De esa manera, desde una perspectiva general, hablamos del agotamiento del modelo pretendido por el MAS y del cierre de un ciclo estatal.
En la esfera estatal, una de las expresiones del fracaso del Estado plurinacional es la corrupción de las instituciones; lo cual conlleva el debilitamiento del propio proceso de la reproducción estatal. Ello supone, como hemos señalado con insistencia desde esta columna, la desinstitucionalización del Estado. Pues un Estado institucionalizado es la antítesis de un Estado totalitario delincuencial; tipo de Estado que en primera y última instancia es el modelo que subyace en el proyecto plurinacional buscado por el MAS. La ausencia de mediaciones democráticas del Estado es su consecuencia; pero, paradójicamente, en lugar de beneficiar al Estado plurinacional dificulta su reproducción a lo largo del tiempo.
Un segundo elemento de la desinstitucionalización es, dijimos, la corrupción de las instituciones. En realidad, todos los actos delictivos imaginables forman parte del habitual manejo de las instituciones del Estado, desde que el MAS asumiera el gobierno: instituciones vinculadas, de distintas formas y en diversos grados, al narcotráfico, a bandas internacionales ocupadas en el robo de vehículos, a mafias que desfalcan instituciones (como la del Fondo Indígena), etc. A ello hay que añadir la manipulación de los órganos electorales que, debido al mega fraude electoral en el 2019, provocaron las protestas democráticas de la ciudadanía, a nivel nacional -razón por la cual se encuentran detenidos Jeanine Añez, Luis Fernando Camacho, junto a cerca de otros 180 presos políticos. La falta de independencia del sistema judicial y los “juicios” dirigidos de acuerdo a libretos redactados en las oficinas del MAS, además del terrorismo de Estado, la organización de grupos delincuenciales en grupos de choque del partido de gobierno, configuran el fracaso del Estado plurinacional y explican su incapacidad para actuar en respeto a los derechos constitucionales.
Por su parte, la reconstitución social en torno a la convocatoria nacional democrática, irradiada desde Santa Cruz, presupone precisamente la desagregación del bloque nacional popular; sustento del proyecto del Estado plurinacional. Recordemos que la constitución del bloque nacional popular, a principios del siglo, fue resultado de una acumulación histórica de larga data, agudizada a partir de 1985, luego de la adopción de políticas económicas “neoliberales”. Para alcanzar esa acumulación también tuvo mucha importancia la irradiación del discurso indígena andino; notorio en las denominadas guerras por el “agua” y “del gas” (2000 – 2003). En base a la irradiación de ese discurso pudo, el movimiento campesino y indígena, articular en torno suyo a la clase media, a trabajadores urbanos, a universitarios e incluso a sectores empresariales. Por eso tiene hoy, la desagregación, tan alto significado, hasta provocar el colapso del Estado plurinacional y obligarlo a la conversión, cada vez sin mayores disimulos, hacia el terrorismo de Estado.
Uno de los resultados del proceso de desagregación es el abandono de la pequeña burguesía, de universitarios, de sectores empresariales, del bloque en cuestión y el aislamiento de los sectores indígenas y campesinos, en particular de los productores de coca del Chapare. Desde el punto de vista nacional, la sociedad está terminando de polarizarse, porque los sectores desprendidos del anterior bloque no han permanecido dispersos.
Al contrario, lo que se observa es la rearticulación de estos sectores, pero en base a un discurso irradiado desde otro horizonte social y desde otro asiento ideológico. En efecto, desde Santa Cruz, el discurso democrático, asentado particularmente en los sectores empresariales, se ha irradiado hasta alcanzar niveles nacionales de convocatoria, conformando un bloque nacional democrático consistente. Este bloque se moviliza no por demandas democráticas que se limiten a Santa Cruz. Irónicamente, gracias al terrorismo de Estado que el MAS despliega, ese espíritu democrático tiene, hoy por hoy, un incuestionable alcance nacional.
Si bien es cierto que la sociedad boliviana se encuentra polarizada, los fundamentos que sustentan a uno y otro bloque son diferentes. Mientras que los sectores convocados por el gobierno del MAS tienen en la prebenda, el narcotráfico, la corrupción y el saqueo de la cosa pública su principal motivación, el bloque nacional democrático lo tiene en los principios y valores de la democracia liberal. No es exagerado decir que esta convicción se acrecienta debido al terrorismo de Estado, con el que el gobierno pretende inútilmente doblegar a la ciudadanía democrática.
Así las cosas, en perspectiva, el desmoronamiento del Estado plurinacional, basado en el totalitarismo delincuencial, tiende a agudizarse en contraposición al fortalecimiento de la convicción democrática de la ciudadanía.
Omar "Qamasa" Guzmán es sociólogo y escritor