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Opinión

¡Qué 12 de abril!

13 de Abril, 2021
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GABRIELA CANEDO

“Esther tenía nueve años y soñaba con ser maestra. A su madre le decía que quería estudiar y ser profesional para que ella no tuviera que trabajar más. Pero, en su cuarto año de primaria, la pandemia se interpuso en su camino y el que debía ser un lugar seguro, su casa, se convirtió en un infierno para ella. El pasado domingo, el cuerpo de la niña apareció botado en una calle de El Alto. Ese día, Esther se había quedado en casa cuidando de su hermana de tres años, mientras su madre salía a vender fruta en un mercado para mantenerlas a ellas dos y a un bebé de nueve meses. Vivían en una habitación alquilada, en un complejo de viviendas con otras familias de bajos recursos. El principal sospechoso, un vecino” (El País, 20/07/2020). La historia de Esther, resume la vulnerabilidad en la que se hallan gran parte de los niños y niñas en el país.

El buen estado de una sociedad se puede medir por el bienestar en el que se halla su niñez. La infancia, es la etapa fugaz y preciada en la que el cariño y “apapacho” deben estar presentes. Es cuando la imaginación se desarrolla y hay que incentivarla para que despegue y vuele. Es cuando el juego resulta lo más divertido a lo que dedicarse.

En la niñez, aprendemos y abrevamos conocimientos múltiples de manera fácil, nos dedicamos a tener amigos, que muchas veces se convierten en los mejores de nuestra vida. Las travesuras y riesgos son los primeros escollos de nuestra existencia. Es la etapa en la que adquirimos estabilidad emocional y salud mental, principalmente por la presencia y cuidado de la familia, y es cuando resulta vital una buena nutrición y atención de la salud. Si así se mide el buen estado de una sociedad, ser niña o niño en Bolivia no resulta gratificante, y el 12 de abril, no hay mucho que festejar.

El panorama de nuestra niñez es desolador, pues se halla expuesta a los más cruentos e inimaginables vejámenes: puñetes, golpes con cinturón, manguera; encierro, encadenamiento, castigos con agua fría o caliente, trabajo infantil, abuso sexual, violación, embarazo a temprana edad, desaparición, rapto, terminando en el infanticidio. Sí, así es, todo lo enumerado lo sufren menores de edad, pequeños, inocentes, vulnerables, personitas que se hallan en pleno desarrollo y que no entienden la razón de tanta violencia. La situación de los niños y niñas, nos retrata crudamente como una sociedad podrida, una sociedad que está rifando su futuro, que está formando a las nuevas generaciones en la cultura del maltrato. Que no nos asombre que, en un par de décadas, contemos con adultos con baja autoestima, miedosos, inseguros de sí mismos y violentos que repetirán el círculo de la violencia del cual es difícil salir.

Se dice que lo que se les dé a los niños determina lo que ellos darán a la sociedad, y en el contexto actual, las historias diarias y cifras espantosas delatan que lo que les brindamos es violencia. Violencia en el seno del hogar. Paradójicamente, el lugar en que todo menor debía sentirse protegido y seguro se convierte en el sitio donde asecha la agresión del círculo más cercano y familiar. En la calle, los internados, y donde moren los niños está presente la violencia, la agresión y la inseguridad.

Las cifras son alarmantes, en los últimos dos meses se registraron más de 600 casos de agresión sexual a menores, según informa la prensa. El dato es escabroso, pues significa que al menos 14 niñas y niños sufrieron algún tipo de agresión sexual cada día, y este panorama corresponde a los casos denunciados. Es decir, cada hora y media, en algún lugar de nuestro país, un menor sufre violencia de tipo sexual.

Samanta, es una niña de 10 años, víctima de violación por parte de su padrastro que la embarazó. Ella dio a luz después de siete meses de gestación con un gran peligro sobre su vida. Laura, es otra niña, de 14 años, que tuvo un parto prematuro después de que se le negase el acceso a la interrupción legal del embarazo, solicitada por sus familiares. En estos casos, nos preguntamos si el mismo Estado se desentiende de ofrecer protección a la vida de estas menores, que sufrieron violaciones y se les está obligando a ser madres a tan temprana edad, ¿quién debe velar por ellas? Estos casos particulares son solo una muestra de una situación generalizada.

Según datos de Alianza por la Solidaridad, la cifra de embarazos en niñas y adolescentes es escalofriante, en 2020, el Sistema Nacional de Información en Salud (SNIS) ha registrado 19.233 embarazos en niñas y adolescentes en el periodo de enero a julio (90 cada día) de los cuales 953 corresponden a niñas menores de 15 años, es decir cuatro por día.

El ensañamiento con los pequeños no se detiene en la agresión, sino que avanza hasta cegarles la vida. El año 2020, alrededor de medio centenar de niños y niñas menores de 12 años, perdieron la vida en manos de adultos, en esta cifra se encuentra Esther. El infanticidio y la violencia generalizada hacia los menores es una problemática atroz, dolorosa y vergonzosa que refleja la sociedad dañada, miserable y empobrecida en la que debe crecer nuestra niñez.

Gabriela Canedo Vásquez es socióloga y antropóloga

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