Tras 20 años de haber renunciado a la presidencia del país y con apariciones esporádicas, Gonzalo Sánchez de Lozada plantea un proyecto de constitución. Su renuncia a la primera magistratura del Estado fue un punto de quiebre para el sistema de partidos. Entre los sobrevivientes de aquel remezón encontramos al Movimiento Nacionalista Revolucionario y a Unión Cívica Solidaridad. Este último tiene a Jhonny Fernández como alcalde de la capital cruceña. El año 2003 fue el año de su caída y los meses de febrero y octubre fueron nefastos no solamente para él, sino también para el país. Tras haber abandonado el país, los bolivianos vivimos el interregno conocido como “Presidencia sitiada”, con un presidente ciudadano sin apoyo parlamentario y que, con un pensamiento ingenuo, promulgó la “Ley de Agrupaciones Ciudadanas y Pueblos Indígenas” el 7 de julio de 2004, marcando el fin de lo que podemos denominar “partidos tradicionales”. Más allá de las buenas intenciones, la realidad nos mostró que los partidos grandes se fueron fragmentando y aparecieron en el escenario político pequeñas células que, con suerte, tenían la capacidad de ejercer control electoral.
Ante el escenario descrito y siendo el Movimiento Al Socialismo el que llevaba no solamente la ventaja en la preferencia electoral, sino también la capacidad de contar con militancia en todo el país para ejercer el control electoral, se convierte en la organización política hegemónica. Sánchez de Lozada entiende que otro de los pilares de su hegemonía es la Constitución Política del Estado. Puede que esto sea una de las motivaciones para su proyecto constitucional y quizá la nostalgia de su ya lejano primer gobierno en los años 90 del siglo XX, que tiene entre sus reformas importantes la Participación Popular, la Capitalización y la creación de los bonos sociales, como el Bono Solidario (BONOSOL). A sus casi 93 años, sorprende desde el exilio y toma la palestra pública dejando en claro que sigue siendo el experto de los expertos. “Veinte años no es nada”, pero en el caso boliviano es particular, ya que Goni plantea un proyecto de país alternativo y deja a la oposición en silencio y meditando sobre qué hacer. Aunque la coyuntura suele acaparar la atención de los actores políticos del país, también deben recordar la importancia de los proyectos a largo plazo. El oficialismo y la oposición no esperaban una propuesta constitucional desde el exilio.
¿Por qué ahora? Posiblemente, la motivación sea el desgaste del gobierno del presidente Luis Arce, quien se encuentra bajo una férrea fiscalización de Evo Morales y el fin del ciclo económico. No podemos olvidar el papel desfavorable de la oposición, que se ve afectada por su fragmentación cotidiana y le cuesta encontrar un rumbo claro. La juventud, el activismo y las buenas intenciones parecen no ser suficientes, y la política, la formación de cuadros y la ideología son aspectos muy importantes, ya que son la carta de presentación ante la sociedad. Aprovechando el vacío de propuestas, “La Constitución de Todos” generó diversos debates y atrajo un interesante apoyo de parte de la población. La restricción del poder y una nueva visión del país parecen motivar a la ciudadanía.
Se propone un cambio de régimen de gobierno: el parlamentarismo. Se plantea la erradicación de los diputados uninominales y que, entre los miembros del Parlamento, se elija al Presidente como representante del Estado y al Primer Ministro como administrador del gobierno. Además, se establece que un tercio del gabinete de gobierno deberá estar conformado por parlamentarios. También se propone un cambio en los escaños del Senado, pasando a tres senadores, uno de los cuales sería para la minoría. Se establecería un Consejo de Estado para asesorar al presidente, y entre sus funciones se incluiría el nombramiento de gobernadores y otras autoridades. El consenso se plantea como base de la constitución, pero se trata de un consenso ideal, dejando de lado la posibilidad de que las mayorías generadas utilicen el famoso rodillo parlamentario. Aunque esta constitución parece tener raíces liberales, hace hincapié en el Estado social de derecho. Las empresas públicas seguirían existiendo, con la posibilidad de establecer alianzas público-privadas y ser capitalizadas por actores privados, algo que las leyes actuales permiten. En una paradoja histórica, no se contempla la inclusión del Tribunal Constitucional, el cual fue fundamental en la reforma constitucional de 1995 en el siglo XX. Además, se estanca el proceso de descentralización y las autonomías, que son parte del discurso político boliviano en el siglo XXI.
Ya en el ocaso de su vida, Gonzalo Sánchez de Lozada busca modificar el mito que lo persigue y presenta su proyecto constitucional, demostrando que, incluso desde el exilio, Bolivia ocupa un lugar importante en sus pensamientos. Esta propuesta plantea un desafío considerable para la oposición y su capacidad de crear un proyecto de país. Cerca del bicentenario, se pone en debate un proyecto parlamentarista que, independientemente de que nos guste o no, representa una propuesta audaz y posiblemente el único proyecto alternativo al Movimiento Al Socialismo.
Nos recuerda también la importancia, para los ciudadanos, de la calidad de la política, sus actores y la capacidad de crear proyectos alternativos y visiones distintas de país. Es bueno saber que las constituciones no modifican las costumbres ni el accionar de las sociedades.
Jorge Roberto Marquez Meruvia es politólogo