Para entender cuál es el mayor mal que afecta a Bolivia en la actualidad es fundamental enfocar cómo está definido nuestro sistema económico por la propiedad de los factores de la producción. En el socialismo, la propiedad es del Estado; en el capitalismo, la propiedad es privada.
Cuando se le pregunta a la gente en encuestas o grupos focales cuál es el problema más grave que les afecta, la respuesta que debería destacar simplemente no figura entre las opciones ofrecidas. Por eso, cuando las personas responden a esa importante pregunta, eligen una o todas las opciones disponibles: la economía, o sus consecuencias, como la falta de dólares, desempleo, inflación y alza de precios. En resumen: la escasez.
La economía es la ciencia que estudia el problema de la escasez, y hoy existen dos sistemas económicos predominantes en el mundo, con variaciones secundarias: socialismo y capitalismo. El socialismo privilegia la “igualdad”, mientras que el capitalismo democrático, la “libertad”. El capitalismo de Estado, China o Rusia, y la Bolivia de hoy son ejemplos de socialismo/pobreza para la gente y capitalismo/prosperidad para los jerarcas del partido de gobierno.
Lo que ha aprendido el mundo, luego de más de 100 años del experimento socialista/comunista, desde la revolución bolchevique en 1917 en la Unión Soviética/Rusia, pasando por la China de Mao Tse Tung desde 1949, ambos países con hambrunas que mataron a millones de sus habitantes; y más tarde la Cuba de Castro desde 1959, Venezuela de Chávez desde 1999, Nicaragua de Ortega y la Bolivia de Evo Morales y su yapa desde 2006, es que el socialismo iguala hacia abajo, empobreciendo a la mayoría y enriqueciendo a los pocos que ejercen el poder.
Por el contrario, el extraordinario progreso que ha experimentado la humanidad en los últimos 200 años ha ocurrido casi exclusivamente en los países que han privilegiado la libertad y la propiedad individual, privada. Por lo tanto, queda absolutamente claro que la causa de la pobreza creciente de Bolivia está íntimamente relacionada con el avance del socialismo. Y la solución no pasa por enderezar políticas macroeconómicas dentro del sistema socialista.
Nuestro problema es por tanto sistémico, es decir, reside en la naturaleza del régimen económico y político impuesto en la Constitución Plurinacional de Bolivia, aprobada “a-la-fuerza” con la complicidad de los inocentes que “no sabían lo que hacían”, como dijo Cristo de sus verdugos. Queda claro entonces que lo que se debe cambiar es a la madre del cordero: el sistema socialista, y no sólo tratar de corregir sus efectos, como el alza de precios, la escasez de productos, el desempleo, la corrupción, etc., que solo son los síntomas.
Si no identificamos la raíz del problema, es imposible corregir los síntomas. La solución reside en el abandono del sistema socialista, generador de pobreza colectiva, y la adopción del sistema económico de libertad, propiedad privada e iniciativa individual que genera prosperidad mayoritaria.
Allí donde se ha adoptado el capitalismo, hoy ya muy evolucionado, al que podríamos llamar post-capitalismo, se ha producido la mayor prosperidad colectiva, donde la pobreza ya es residual.
Por lo tanto, sugiero a mis colegas economistas que cambien la receta de enderezar la economía de un sistema socialistoide y emprendan la transformación de nuestro sistema económico a un post-capitalismo popular en el sentido de libertad económica a través del mercado y solidaridad con los más pobres. Un liberalismo sensible y solidario. Y a los encuestadores decirles que entre las opciones de respuesta a la pregunta sobre el problema más grave que enfrentamos, no solo hagan figurar “la economía”, sino la verdadera, que es ¡el socialismo!
El autor Fue alcalde de La Paz, ministro de Estado y catedrático de “Sistemas Económicos Comparados” en la UMSA.