
El cardenal Gioacchino Pecci fue elegido Papa el 20 de febrero de 1878, adoptó el nombre de León XIII y se mantuvo en funciones hasta el 20 de junio de 1903, en que falleció, lo que significa que fue Sumo Pontífice por algo más de 25 años. A lo largo de su papado, produjo varias encíclicas, a tono con su tiempo, de las que se puede mencionar: Aeterni Patris (4-8-1879) sobre la restauración de la filosofía cristiana conforme a la doctrina de santo Tomás de Aquino; Humanum Genus (20-4-1884), sobre la masonería y otras sectas; Inmortale Dei (1-11-1885), sobre la constitución cristiana del Estado; Libertas Praestantissimum, (20-6-1888), sobre la libertad y el liberalismo. Pero, seguramente la más conocida fue Rerum Novarum (De las cosas nuevas) del 15 de mayo de 1891, que dio inicio a lo que hoy se conoce como “Doctrina social de la Iglesia”.
El liberalismo económico (lassez faire - lassez passer), que preconizaba las bondades del libre mercado, con nula intervención del Estado (éste era sólo un gendarme encargado de reponer el orden frente a los reclamos de los trabajadores) campeaba desde hacía ya tiempo y, frente a él, había surgido el marxismo, proponiendo la estructuración de un nuevo sistema, el comunismo, precedido de un período de transición, el socialismo.
La explotación de los trabajadores era innegable y muchos de ellos pasaron a militar en filas del marxismo, que les ofrecía no sólo ser la vanguardia de la revolución, sino ser el sujeto histórico que hiciera posible la construcción de una nueva sociedad sin clases sociales, sin explotación, sin derecho y sin Estado … la sociedad de hombres libres.
En 1891, por otro lado, se vivía el auge del positivismo y las formulaciones de Feuerbach (1804-1876), Darwin (1809-1882), Nietzche (1844-1900) y Freud (1856-1939), echaban fuertes sombras de duda sobre las creencias religiosas. El propio Marx (181-1883), que haciendo un análisis sociológico (no filosófico) de la religión, había afirmado que era “el opio del pubelo” (aunque nadie recuerda que, en la misma página en que afirmaba ello, dijo que era el suspiro de la criatura atormentada, el alma de un mundo desalmado, y también el espíritu de situaciones carentes de espíritu). El ateísmo (Nietzche formulo el alegato más sólido al respecto) amenazaba a la humanidad
En ese contexto vio la luz Rerum Novarum, en cuya introducción se lee: “Sea de ello, sin embargo, lo que quiera, vemos claramente, cosa en que todos convienen, que es urgente proveer de la manera oportuna al bien de las gentes de condición humilde, pues es mayoría la que se debate indecorosamente en una situación miserable y calamitosa, ya que, disueltos en el pasado siglo los antiguos gremios de artesanos, sin ningún apoyo que viniera a llenar su vacío, desentendiéndose las instituciones públicas y las leyes de la religión de nuestros antepasados, el tiempo fue insensiblemente entregando a los obreros, aislados e indefensos, a la inhumanidad de los empresarios y a la desenfrenada codicia de los competidores. Hizo aumentar el mal la voraz usura, que, reiteradamente condenada por la autoridad de la Iglesia, es practicada, no obstante, por hombres codiciosos y avaros bajo una apariencia distinta. Añádase a esto que no sólo la contratación del trabajo, sino también las relaciones comerciales de toda índole, se hallan sometidas al poder de unos pocos, hasta el punto de que un número sumamente reducido de opulentos y adinerados ha impuesto poco menos que el yugo de la esclavitud a una muchedumbre infinita de proletarios”.
A continuación, la primera parte de la encíclica, refuta la propuesta socialista: “Para solucionar este mal, los socialistas, atizando el odio de los indigentes contra los ricos, tratan de acabar con la propiedad privada de los bienes, estimando mejor que, en su lugar, todos los bienes sean comunes y administrados por las personas que rigen el municipio o gobiernan la nación”.
En la segunda parte, se encuentra la formulación de la propuesta del Papa y de la Iglesia para superar el problema, que incluye la colaboración de la Iglesia, del Estado y de los interesados: asociaciones de obreros y patronos.
Esta encíclica promueve la participación de los cristianos en política y en el sindicalismo. Fue la época en que se buscó la articulación de partidos y sindicatos católicos y la estructuración de colegios, radios y periódicos también católicos. La idea era que los católicos actuasen en el mundo, pues tenían una misión temporal que cumplir. Ahí estuvo la inspiración de la Democracia Cristiana, que en Bolivia cristalizó primero como Partido Social Cristiano y después como Partido Demócrata Cristiano (que, dicho sea de paso, no tiene nada que ver con la caricatura que hoy día alquila su sigla al mejor postor).
La Doctrina Social de la Iglesia continuó en el tiempo con el aporte de otros documentos de autoría de varios Papas: Quadragesimo Anno, de Pío XI; los Mensajes de Navidad y Pentecostés, de Pío XII; las encíclicas Mater et Magistra y Pacem in Terris, de Juan XXIII; la encíclica Populorun Progressio y la exhortación apostólica Octogesima Adveniens de Pablo VI; las encíclicas Laborem Exercens, Sollicitudo Rei Sociales¸y Centesimus Annus (en el centésimo aniversario de la Rerum Novarum) de Juan Pablo II; Caritas in Veritate, de Benedicto CVI; y Laudato Si y Fratelli Tutti, de Francisco. Asimismo, hay que mencionar a la Constitución Apostólica Gaudium et Spes, del concilio Vaticano II y los documentos de distintas conferencias episcopales de varias partes del mundo, incluida Bolivia.
La adopción, por parte de Robert Francis Prevost, del nombre de León XIV, rememora a su antecesor León XIII y, como él mismo lo ha señalado, la principal razón para hacerlo fue “(…) porque el Papa León XIII, con la histórica Encíclica Rerum Novarum, afrontó la cuestión social en el contexto de la primera gran revolución industrial”, para enfrentar ahora los desafíos de la nueva revolución industrial y la inteligencia artificial.
El domingo pasado, en ocasión de la misa con la que comenzó su papado, León XIV dijo: “Hermanos, hermanas, esta es la hora del amor. La caridad de Dios, que nos hace hermanos entre nosotros, es el corazón del Evangelio, y con mi predecesor León XIII, hoy podemos preguntarnos: si este principio prevaleciera en el mundo, ¿no cesarían de inmediato todos los conflictos y no volvería tal vez la paz?”
Durante el Regina Caeli, al concluir la misa de inicio del ministerio petrino, León XIV pidió paz y solidaridad para las zonas en conflicto, desde Oriente hasta Europa. “Sentí fuertemente la presencia del Papa Francisco”, dijo a la multitud, agradeciendo a los presentes en la celebración, a los peregrinos del Jubileo de las cofradías y recordando al nuevo beato francés Camillo Costa de Beauregard y señalando que Gaza está sometida al hambre, en desmedro de niños, ancianos y mujeres, y que debe buscarse la paz en Ucrania.
Parece ser que se convertirá en un digno sucesor de León XIII.
El autor es abogado