Hace más de 2.000 años que se celebra con solemnidad religiosa la Navidad, la Noche Buena, el Nacimiento del Niño Jesús, que vive en el corazón de las personas, de las familias y la humanidad global. Los pobres, ancianos, enfermos y presos sin condena reciben de manera especial su bendición.
Desde la enseñanza de la Iglesia Católica y la palabra en Noche Buena, el Hijo de Dios que se había encarnado en el seno de la Virgen María nueve meses atrás por obra y gracia del ESPÍRITU SANTO ha nacido en esta noche en Belén de Judá.
¡Qué maravilla! Dios busca al hombre perdido por el pecado para liberarlo de las ataduras del mal y de la muerte eterna para elevarlo a lo más alto de los cielos. El demonio es el sembrador del mal, el enemigo que no va a poder vencer a Dios refugiándose en todas las esferas de la actividad diversa; por eso, los católicos deben aplicar la cultura de la fidelidad a Dios en momentos de perturbaciones sociales y políticas.
En esta Noche Santa celebramos con inmensa alegría que Dios, fuente de la vida, nos ama y desde antes de crear el mundo planificó como salvarnos y hacernos volver a Él y hacernos participar de su gloria.
En esta noche se manifiesta que el Cielo se ha unido nuevamente con la tierra, el Creador con su creatura. Desde lo más profundo de nuestro corazón le agradecemos, alabamos y bendecimos a Nuestro Dios y Padre que nos hace semejante regalo.
La Iglesia Católica destaca que, en la Pascua celebramos el triunfo de Jesús sobre el demonio y la muerte; Pentecostés es la solemnidad del Espíritu Santo; y en la Navidad festejamos a DIOS PADRE ETERNO que nos regala a su Hijo en el Espíritu Santo. Dios creó al hombre según su imagen y semejanza, creó también la familia y la santificó con su Hijo que quiso venir y nacer en una familia. La Sagrada Familia es, en cierta manera, la Trinidad en la tierra. A pesar de todo mal y de las guerras, podemos alegrarnos porque el Niño que ha nacido es el Salvador y lleva como nombre “Emanuel”, DIOS CON NOSOTROS. Y si nosotros estamos con Él nada y nadie puede apartarnos de Dios. Pero no todo el que diga “Señor, Señor”, sino el que cree que el Niño nacido de la Virgen María es verdadero Dios y en una persona verdadero hombre y vive según sus mandatos. Más aún, Jesús no se contenta de haber nacido en Belén, quiere nacer en tu corazón. Los de Belén, los suyos no lo recibieron en su ciudad, nosotros sí queremos recibirlo en nuestro corazón y atenderlo en los necesitados, niños y ancianos según su palabra “lo que hicieron a estos mis hermanos más pequeños, conmigo hicieron” (Mt 25,40)
En la Edad Media San Francisco de Asís ha dado a la Navidad una gozosa grandiosidad hace exactamente 800 años. El año 1223, el Santo volviendo de Tierra Santa hizo dramatizar el misterio del Nacimiento de Jesús con los personajes y animalitos la escena en la Noche Buena de Belén. Esto tiene hasta el día de hoy las consecuencias en la piedad popular que se emociona con las Posadas, recordando la búsqueda de un albergue para el Niño Dios que estaba por nacer y sus padres, San José y la Virgen María Santísima; también los belenes en todos los templos y casas. La doctrina y la celebración de la Navidad se ven enriquecidas de ternura más allá de la Iglesia Católica. Se hacen comunes los cantos, villancicos, árboles de Navidad y los regalos.
Hoy son los niños que esperan y reciben regalos. Y al Niño Dios, ¿qué regalo le hacemos? Acaso no es su nacimiento y que merece nuestro regalo. Muchos de Ustedes ya saben lo que el Niñito Dios espera de nosotros. Él quiere lo mío de mí, es decir nuestros pecados para salvarnos. Es por eso que vino de los cielos al mundo para sufrir, morir en la Cruz y resucitar.
No debemos pensar que vino solo a liberarnos del pecado, sino a reflexionar en lo más profundo de nuestra alma; las vanidades del poder material; los excesos en la restricción de la libertad humana; las asociaciones del mal; las violaciones de derechos humanos; la terrible judicialización de la política; los refugiados por miles; perseguidos políticos exiliados sin derecho a retorno; avasallamientos legalizados; auto prórroga judicial en beneficio propio e impunidad en delitos de lesa humanidad.
En Navidad, Jesús triunfante quiere también la paz en las familias, en la sociedad y la humanidad globalizada. Para afianzar la paz han de atajarse los factores que desencadenan el conflicto, sean éstos las guerras, las pandemias, los desequilibrios económicos y sociales, la falta de democracia y/o la frecuencia de ataques contra los derechos fundamentales gatillados por los órganos judiciales.
El profesor Antonio Colomer Viadel dice: “La consolidación de la paz es indisociable de la democracia, el desarrollo y los derechos humanos”.
El autor es abogado constitucionalista y defensor de DDHH