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Opinión

Latinoamérica y el amago de los tambores de guerra

19 de Diciembre, 2023
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OMAR QAMASA GUZMAN BOUTIER

Nadie se hubiera sorprendido si el festín de Hades, iniciado en Europa con la invasión rusa a Ucrania y ampliado al Medio Oriente luego del ataque terrorista de Hamas a Israel, terminaba extendiéndose a Latinoamérica, de la mano del régimen delincuencial que domina Venezuela. La razón para esa (fallida, por ahora) posibilidad es la lógica delincuencial, trasladada al ámbito de las políticas de Estado. Tanto totalitarios como terroristas islámicos comparten esa lógica que, se comprende, tiene características peculiares que la distancian de la lógica política; lógica directora -en teoría, al menos- de todo Estado, entendido como el resumen político de la sociedad. A la nueva realidad se la suele abordar con el instrumental teórico convencional de la ciencia política, lo cual no ayuda a entender los verdaderos problemas teóricos planteados, en materia de Estado. 

Por ello conviene pensar, a lo largo de estas líneas, en torno al deseo inicial de Maduro, acerca que los tambores de guerra también pudieran sonar en América Latina. Aunque todo conflicto bélico siempre tiene, para los Estados involucrados, un asentamiento local, es importante considerar, para el caso de la dictadura venezolana, alguno de los elementos que los otros Estados, en conflictos bélicos en desarrollo, presentan. No se trata de asumir tales elementos como los motivadores para el amago de un conflicto bélico provocado por Maduro y ni siquiera se trata de considerar a tales elementos como el contexto mundial que alimentan las ideas delirantes del dictador. Únicamente queremos insistir en la comunidad de lógicas totalitarias y negadoras de los derechos humanos, en torno a las que convergen Putin, los terroristas islámicos y el crimen internacional cobijado alrededor de Maduro. 

Se entiende que por medio de esa lógica aquellos regímenes pretender asegurarse un espacio, en el proceso de reordenamiento global en curso. Unos (Putin), aspiran a hacer realidad -ahora sí- el siempre frustrado sueño ruso del gran imperio; otros (el terrorismo islámico) pretenden abrirse un espacio de relevancia mundial y con deseos mucho más modestos, los últimos (Maduro) apenas buscan sobrevivir. Todos, sin embargo, piensan lograrlo, saltando al vacío. 

Así, pues, de la mano del régimen chavista de Venezuela, nos podríamos encontrar con el ahondamiento de la división en el continente, entre democracia y antidemocracia delincuencial. Para referirnos al Estado totalitario delincuencial de Maduro, partamos de tres supuestos. Primero, que se trata de un Estado copado por el crimen internacional. Este hecho, en segundo término, conlleva, en ese Estado, el predominio de la lógica delincuencial en la toma de las decisiones políticas. Todo ello, por último, se condensa en el control interno, por medio de la represión a la sociedad y la persecución a la oposición. 

Los primeros dos supuestos vinculan a Maduro con Estado similares, tanto de los que hoy están en conflictos bélicos, como a Estados del continente, gobernados por la izquierda delincuencial. Está claro que no se trata de coincidencias ideológicas, sino de coincidencias dadas por la urgencia de socorrerse mutuamente, para encubrir sus fechorías. Con todo, ellos también tienen cierto olfato para acercarse, así fuera sólo de manera tangencial, a la realidad. En este orden, todo indica que Maduro no obtuvo para su aventura guerrerista el apoyo, por parte de dictadores y terroristas, que esperaba. 

A cambio, cual premio consuelo, recibió el auxilio de alguno de sus amigos de la zona; los presidentes de Colombia y Brasil. Magro consuelo para el dictador venezolano quien no tuvo menos que aceptar, en reunión con el presidente de Guayana, tratar de resolver la disputa por la región del Esquibo (pretexto para el redoble de tambores por las alarmadas fuerzas bolivarianas), en el contexto de la Corte Internacional de Justicia; precisamente algo que Maduro había ignorado días antes. Se trata, a todas luces, de una derrota internacional que tendrá, claro, repercusión en la política interna venezolana. 

Más allá del desgaste político (una raya más al tigre) es previsible el recrudecimiento de la represión política interna. Es solamente cuestión de tiempo y cuando se concretice esa respuesta al fracaso internacional, la dictadura no hará sino revelar su enorme debilidad política. 

En el mundo, mientras tanto, los aliados de Maduro continúan con sus guerras. En todos los casos, tanto en los de conflictos bélicos en curso como en el del amago de crear uno, las decisiones se mueven en el contexto dado por el cambio de era que vive el mundo. Los signos de este tiempo son las guerras, los desastres naturales provocados por el cambio climático, la crisis económica, el derrumbe de la gobernanza global y sus instituciones, etc. Es en el marco de este contexto, como característica del tiempo que corre, que inscribimos al proceso de reordenamiento global. 

La manera en que el conjunto de estos elementos se expresa en la política, hoy por hoy, es la confrontación entre democracia y totalitarismo. En estos regímenes (Rusia, Hamas, Venezuela), el principio orientador es el atropello al estado de derecho; implícito para la convivencia democrática. Si la toma y mantención de la iniciativa es de central importancia en política, entenderemos que el intento de dictadores, terroristas y delincuentes por tomar la iniciativa pateando el tablero del estado de derecho, es un ensayo político. Tal es así que estos actores lo asumen como algo de trascendencia histórica, que les permitirá transitar con éxito, a lo largo del proceso de reordenamiento del mundo. 

La opción elegida por estos personajes, aunque no tiene sentido desde el punto de vista de la racionalidad política, sí adquiere cierta coherencia desde la oscuridad de la lógica delincuencial. Esta lógica, aplicada al ámbito político, torna con frecuencia las decisiones que esos gobiernos asumen, en algo imprevisible. 

Anotemos, en segundo término, que si algo les mantiene en contacto con la realidad política, es el instinto primitivo de animales de presa. Así, han olfateado el peligro del salto a la nada de Maduro y, lo principal, de la pérdida de un Estado delincuencial aliado. No existe, claro, un comando totalitario-terrorista-delincuencial, de coordinación global, pero sí, reiteremos, una misma lógica de entender la política. Lo que ese instinto parece haberles hecho comprender, es que un salto al vacío del dictador venezolano también debilitaría a los gobiernos amigos de Putin y de los terroristas islámicos, en América Latina. Entre estos amigos pueden contarse, sin disimulo, al gobierno de Luis Arce del MAS en Bolivia, al gobierno de Brasil y al de Colombia. 

El autor es sociólogo y escritor

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