El sistema político boliviano es lleno de constantes y carente de variaciones, es decir, en la política boliviana predomina la continuidad antes que el cambio, pesa más la tradición que la renovación. El año 2025 se abre como un tiempo de lucha electoral caracterizado por un gobierno agotado y una oposición tribalizada, con liderazgos opositores tradicionales y un MAS oficialista dividido; en medio de una correlación de fuerzas fragmentada, los procesos de movilización y desmovilización de la opinión pública este año electoralizado serán intensos, polarizantes y tribalizados. Si así fuera, el análisis del día a día no será suficiente e ingresaremos a la era del activismo político minuto a minuto; un motivo más para reflexionar y recontextualizar las campañas electorales, los afectos y racionalidades del electorado y la lucha política desde una Ciencia Política renovada.
La desafección con la democracia no ha parado. Ya es un cuarto de siglo desde que se publicó el estudio de Susan J. Parr y Robert J. Putnam (Disaffected Democracies, 2000) libro en el que se retrata el desafecto, el descontento con las democracias consolidadas (la democracia de Bolivia es una de las más desconsolidadas a nivel global y la desafección es con los políticos antes que con la democracia) y la caída de la confianza en la clase política, los parlamentos, los partidos políticos y la tendencia al aumento de la política tribal autoritaria y de las identidades fanáticas; vale decir, crece de manera constante la homofilia que implica un reforzamiento del nosotros, la polarización fuerte de los conflictos y el debilitamiento de la democracia. Lamentablemente estamos cayendo en una distopia homologadora, una dictadura tribal en el oficialismo y la oposición, donde si no te identificas con la tribu estas fuera, si no odias a los otros se anula tu identidad política.
No ha mejorado la situación desde la publicación del libro “La clase política” (1896) de Gaetano Mosca en aquel lejano siglo XIX, en el cual la percepción del profesor y político italiano era que quienes dominaban eran las minorías organizadas y, esta dominación de las elites parlamentarias, según su mordaz formulación, se cristalizaba como los “pequeños héroes del sufragio universal” (Beyme, 1995). Si de alguna manera podemos caracterizar las pretensiones de los políticos oficialistas y opositores en la Bolivia electoralizada del 2025, es precisamente esa, no pasan de ser aspirantes a pequeños héroes del sufragio universal. Para la cultura política tradicional y para los políticos tradicionales persiste la lógica del “usar y tirar”, es decir, que los viejos políticos entienden a la ciudadanía y al electorado bajo códigos instrumentales, piden el voto para instaurar la tiranía del Yo. Estos politicastros son incapaces de entender este tiempo donde la política y los asuntos públicos son una cuestión bidireccional entre gobernantes y gobernados.
No problematizar o, no reconocer el comportamiento tribal de la oposición significa no tener en cuenta el cierre a una alternativa de país, o lo que es lo mismo, una oposición organizada en tribus repite eso de “no hay alternativa al MAS”, por tanto, el mayor peligro en la coyuntura actual es la tendencia a consolidar la política tribal de los jefes tribales y sus adláteres y, prolongar la agonía del país al mando del actual régimen. Estamos frente a un problema de doble deslegitimación, por un lado, la política se ha tribalizado haciendo inservibles los métodos de reclutamiento de la clase política y por el otro ya no son partidos políticos estructurados los que compiten por el poder, son tribus y piratas que compran o alquilan siglas.
Ya se experimentan procesos convencionales y no convencionales de opinión pública en torno a las elecciones nacionales y seguidamente las subnacionales (si es que acaso se cumple con el calendario electoral). El conjunto de las voces ciudadanas y colectivas se movilizan a favor o en contra de candidaturas, se comienza a defender intereses y atributos individuales, se proponen ideas y reivindicaciones económicas, políticas y sociales ¿Qué rol jugaran los sondeos de opinión? ¿Cómo controlar los errores de previsión de los sondeos? ¿Son menos fiables las encuestas electorales?. Para controlar la manipulación electoral de las tribus con ansias de poder y riqueza se hará necesario el metaanálisis capaz de combinar viejos métodos de medición del comportamiento electoral con nuevas técnicas como son los estudios del “sentiment análysis” para analizar los afectos que gobiernan las tribus políticas, a los fines de reducir sesgos, sobreestimación o subestimación de los sondeos de previsión electoral.
Dada la multiplicación de las tribus políticas y sus promesas demagógicas, solo una predicción es posible de hacer: el reforzamiento de la homofilia será la tendencia irreversible y, la verdad se convertirá en la mercancía más valiosa y difícil de obtener. El profesor Andrea Ceron definirá la homofilia como una tendencia donde se empuja a un individuo “a rodearse (sobre todo en línea) de personas cuyos gustos y cuyas preferencias y opiniones semejantes forman una red muy homogénea, capaz de crear cámaras de resonancia en las que esas ideas y creencias (así como la información que las sostiene, incluidas las fake news) se repiten de un modo continuo por otros miembros de la red con la misma visión del mundo, lo que amplifica, refuerza y favorece el desarrollo de una visión univoca y acrítica de los temas a debate” (2024), dicho de otro modo, la política se ha convertido en el lugar de un nosotros irreflexivo, de comportamiento fanático, de la política fandom donde los militantes partidarios se transforman en hinchas, en fans, de los políticos mediáticos “Los agravios que explotan los autócratas 3P son diferentes. En vez de ser la base para formar unas identidades amplias e integradoras, configuran tribus, grupos de seguidores tremendamente leales que se reúnen siguiendo la lógica de la política de los fans” (Naím, 2022).
Aterricemos a la política de las pequeñas tribus criollas. Bajo la lógica tribal de los jefes políticos y la lealtad fanática de sus seguidores se esconde la política mezquina (vividores), siglas en venta (franquicias) y candidatos piratas (pequeños héroes). Las ambiciones personales hacen inevitable el choque de tribus e insulsa la retórica de la unidad. Estas mentalidades tribales a veces recurren a su derecho de casta, fabrican sus propios hinchas, otras veces se inventan primarias, encuestas y propaganda política automatizada. El ansia de poder y fama está cada vez más extendida, intempestivamente surgen como hongos venenosos candidatos (as) a la presidencia autoproclamados sin que nadie se los haya pedido, con el único objetivo de negociar espacios de poder grupusculares e instaurar una dictadura de la mediocridad. La política ha perdido su sentido común y se ha hiperpsicologizado alrededor del sex appeal, a decir del profesor Luigi Di Gregorio “La política no puede ser una excepción y se adecua mediatizándose, personalizándose y convirtiéndose también ella, en muchos aspectos, en un objeto de consumo, que se devora instante por instante y emoción tras emoción” (2024).
La opoesfera es un conglomerado de múltiples comunidades distintas y divididas, no hace falta ser adivino para pronosticar la imposible unidad de la oposición porque su espíritu es tribal. Los lideres de opinión de modo predominante, pero no exclusivo, siguen un flujo comunicacional de arriba hacia abajo, por ejemplo Manfred Reyes Villa dice ser un experto en estrategia o afirma “yo sé cómo voy a traer recursos económicos (al país) sin prestarme, no acudiría al FMI”, Jorge Quiroga sostiene que su candidatura es irreversible, Samuel Doria Medina proclama que la unidad grupuscular que ha logrado él y sus viejos amigos es un regalo para los bolivianos, peor aún el narcisismo de Evo Morales asegura que ganar las elecciones es sencillo y se jacta diciendo que todos sus rivales son eternos perdedores. La tendencia de estos políticos tradicionales a pensar en blanco y negro es muy fuerte, su comportamiento político se traduce en pequeñas tribus fandom o de seguidores fanáticos y, el efecto no deseado que provocan es alejarse de todos, de la diferencia, de hombres que podrían aportar mucho a la renovación de la política (por ejemplo Juan Del Granado), provocando un desfase generacional entre el pasado de la política tradicional y el presente y el futuro que no se reconocen en esa vieja e inviable clase política.
Este es un año en el que se incrementarán las formas de participación política, se multiplicarán los vividores de la política y persistirán los viejos métodos de reclutamiento de la clase política. Uno de los problemas visibles es el agotamiento de los métodos de selección de la clase política, frente a esta tragedia, no se cuenta con propuestas concretas para evitar que candidatos de dudosa procedencia se conviertan en gobernantes. Es evidente que los opositores se han autoseleccionado y son aspirantes a pequeños héroes del sufragio universal; estos políticos tradicionales estimulan las actitudes conspiranoicas, ayudan a la difusión de noticias falsas y no dejan de darle cierta razón a los opinadores que le echan la culpa de la probable victoria masista a estos microcandidatos autoproclamados que no son del agrado de la gente. A la política tribalizada y los obsoletos métodos de reclutamiento de la clase política se agrega la imperfección del campo de la oposición (como principio sustancial de la democracia radicalmente pluralista) pues queda claro que no hay democracia sin alternancia en el gobierno. Frente a esta oposición defectuosa solo cabe responder adoptando una actitud ciudadana critica no tribal, unificadora, renovadora, plural y democrática que participa en los asuntos públicos de abajo hacia arriba y transversalmente.
Los bolivianos necesitamos un cambio de perspectiva política y de la manera de hacer política y acabar de una vez por todas con las preferencias por los amigotes, las clientelas y las parentelas, es difícil librase de la vieja clase política y de los politicastros, intentarlo este año electoral con una ciudadanía bien informada sobre los antecedentes de los candidatos a la presidencia, a senadores y diputados sería un extraordinario punto de partida para lograr un cambio de timón en el país y acabar con la desafección con la democracia y el rechazo a los políticos. En pocas palabras hay que ponerle un freno al comportamiento político arbitrario de los de arriba que siempre hacen lo que quieren y pensar en soluciones que tienen que ver con la participación política de todos, con una nueva manera de configurar el espacio público, una nueva manera de gobernar; ir más allá, como lo han propuesto muchos politólogos tal es el caso de la democracia del sorteo que busca acabar con los partidos políticos, insertar nuevos sistemas como el de la epitocracia (distribuir el poder en base a las competencias y conocimientos) o, “yuxtaponiendo al parlamento una asamblea de expertos”, soluciones de democracia deliberativa (Di Gregorio 2024; van Reybrouck 2015; Brennan 2017; Coleman y Blumler 2009), y reconstrucciones de la Web como las que ha propuesto Cass R. Sunstein referidas a aumentar los sitios públicos de discusión, mayor transparencia en las redes sociales, códigos de autorregulación de los news media. Sistemas políticos viejos y nuevos deben crear un ecosistema renovado, implica ello una nueva conciencia ética, ontológica, epistemológica y metodológica.
El autor es politólogo y abogado, Docente UMSA.