De entrada, el título plantea la siguiente pregunta: ¿hasta qué punto es lícito relacionar la guerra de Hamas contra Israel, con la de Rusia contra Ucrania? El cuestionamiento rebasa lo obvio que esa relación supone: liberar a la dictadura rusa del ojo público mundial.
Entre los más altos niveles de los Estados totalitarios y los Estados terroristas se observa una comunidad de intereses, en relación al ordenamiento internacional. Esa comunidad de intereses consiste en el desconocimiento al estado de Derecho y en el atropello a los Derechos Humanos, en lo principal. A la vez, esa comunidad ha servido para acercamientos y apoyos entre esos Estados; lo cual en un primer momento permitió cultivar un clima político internacional apto para acciones terroristas, como las de Hamas o la persistencia de ataques a la población civil de Ucrania, por parte del ejército ruso.
Bajo el supuesto general de la comunidad de intereses señalado, junto a los acercamientos estatales, enmarcamos la convergencia de acciones tales como la guerra de la dictadura rusa o las del grupo terrorista islámico Hamas. Esta convergencia de acciones y el clima político internacional creado, son hechos fácticos, más allá que no hubieran sido coordinadas explícitamente por esos Estados; incluso más allá que cada una de estas guerras se sustenten en intereses particulares, específicos, rusos e islámicos.
En este ámbito, comencemos señalando que la guerra de Hamas no ha servido mayormente a Putin, para ocultar su fracaso militar. De hecho, la tendencia de la guerra rusa – ucraniana, observada hasta antes del ataque terrorista de Hamas a Israel, a principios del pasado mes, se mantiene. Esto quiere decir, en primer término, que la comunidad de intereses generales no basta para que el Estado totalitario ruso y el terrorismo del radicalismo islámico se beneficien, incluso cuando se cultiva una situación de convergencia de acciones.
La poquísima utilidad que totalitarios y terroristas pudieron obtener del ámbito internacional creado, no solamente abarca al terreno estrictamente militar. También se manifiesta en el ámbito político, diplomático, internacional. Ni el Estado totalitario ruso, ni el Estado terrorista iraní (patrocinador de Hamas) han podido romper su aislamiento político. Ello, a pesar del burlote del Kremlin, de ofrecerse como mediador en el conflicto Hamas – Israel, o a los patéticos esfuerzos de gobiernos de la izquierda delincuencial latinoamericana (como notoriamente el de Bolivia y el de Colombia), para ampliar la voz del terrorismo islámico.
En segundo término, la continuidad de la tendencia significa que, en la guerra iniciada por Moscú, el avance ucraniano para recuperar los territorios ocupados por la invasión rusa, no se ha detenido. Es cierto que se trata de un avance lento, pero de ninguna manera de un estancamiento. Por ello hablamos, en contrapartida, del fracaso del Kremlin.
En efecto, al igual que durante el último año y medio, el ejército ruso no ha sido capaz de retomar la iniciativa militar perdida, luego de la fracasada Blitzkrieg, que se había planificado. Desde entonces, su actividad se circunscribe a responder a la iniciativa ucraniana, en todo terreno. Cuando ha tratado de retomar la iniciativa política, esos intentos se han mostrado sencillamente como acciones ridículas, como el caso del “referéndum”, en las cuatro regiones ocupadas. Así las cosas, el curso de la guerra, pues, no ha variado. En su impotencia, el ejército ruso continúa atacando a la población civil (¿con el propósito de minar la moral de todo un pueblo; moral que ha demostrado ser de importancia estratégica?), mientras el avance ucraniano sigue, con acciones que golpean, principalmente, las defensas rusas y debilitan su capacidad militar en las zonas en disputa.
Podemos concluir que así como la esperanza de dictadores y terroristas islámicos por sacar provecho geopolítico por medio de la proliferación de conflictos bélicos, no ha florecido como realidad, así también la esperanza de Putin de beneficiarse, como efecto indirecto, de la guerra de Hamas, ha caído en saco roto. La tendencia del desarrollo de la guerra rusa – ucraniana continúa y ni los cobardes ataques del ejército de Moscú a la población civil de Ucrania logran cambiar las cosas. Putin, al igual que el terrorismo islámico, siempre han utilizado a la población civil como carta de sacrificio, para alcanzar mezquinos fines políticos; pero esa es ya otra historia.
El autor es sociólogo y escritor