“La amistad es más difícil y más rara que el amor. Por eso, hay que salvarla como sea” (Alberto Moravia). Nunca regalé una tarjeta el 23 de julio a mis amigos y amigas, sin embargo, aprovecho cada oportunidad y pretexto, para hacerles conocer lo importante que son en mi vida. Pues no está demás, expresarles lo que significan, a modo de cuidar la amistad construida.
En estos dos últimos años áridos, ¿has tenido la experiencia de haber roto relaciones o algún lazo afectivo con un amigo/a, pariente, conocido por diferencias políticas?.
El contexto actual, de confrontación y polarización políticas, se ha producido el quebrantamiento y/o desgarro de lazos afectivos, que han atravesado familias, permeado grupos de amigos, o alcanzado a antiguas amistades, etc. Al parecer parte de este fenómeno, se explica por la interacción que se tiene, a través de las redes sociales. Éstas, han convertido en un campo de batalla en las que ráfagas de resentimiento, dinamitas de crítica destructiva, cazabobos de insulto, bombas de odio y proyectiles de burla abren fuego y se hallan regadas por doquier. Es necesario hacer el amague a las balas perdidas, para no caer heridos ni maltrechos, en la lid del antagonismo y el odio. A esto se suma, que la condena virtual y el linchamiento electrónico son prácticas comunes y cotidianas. En esta batalla digital, murieron muchas amistades, afectadas por el fuego amigo. No se pudieron salvar. ¿Te sucedió?.
Con el eventual adversario se manipulan las palabras con el fin de “hacerle decir” lo que no dice, y se crea un ambiente de desconfianza que impide que el debate llegue a entablarse, porque las partes en contienda, se enfrascan en monólogos que nunca podrán encontrarse, por más que se prolonguen. Cuando conversamos o debatimos con amigos y amigas, no podemos tener la misma actitud. Con ellos no. Debemos hacer el esfuerzo de pensar bien intencionadamente, si consideramos que es una relación que vale la pena mantenerla y salvarla.
Gracias a mi amigo Xavier, hallé un consejo, que es cabal y prometedor para aplicarlo sobre todo a las relaciones de amistad, a aquellas que valoramos, apreciamos, y que valen la pena. Xavier, me recordaba las palabras de San Ignacio de Loyola, que decía que en la relación humana es necesario estar presto a: “Salvar la proposición del prójimo que a condenarla; y si no la puedes salvar, inquiera cómo la entiende; y, si no basta, busque todos los medios convenientes para que, bien entendiéndola, se salve”. De forma tal, que no nos dejemos llevar por interpretar los actos, las palabras de una manera completamente ajena a lo que se quiso hacer o señalar. Salvar la proposición del prójimo, significa piensa bien intencionadamente de las personas, y principalmente de tus amigos. Significa, haz todos los esfuerzos, para entender cabalmente lo que la amiga o el amigo sostiene y quiere decir. Aconseja preguntar y despejar dudas, ahondar en su argumento. Y de este modo entendiéndolo a cabalidad, poder salvarlo.
¿Acaso no es valorable coincidir en la vida con una persona que se convierte en entrañable compañía, cómplice y narradora de nuestra historia? ¿Acaso no es sorprendente que una extraña o desconocido con quien ningún lazo de consanguineidad media, pasa a ser en la vida, la persona incondicional y con la que la certidumbre se hace realidad? Asimismo, ¿acaso no es valioso que sean las penas y glorias, o algún episodio en particular, vividas en compañía lo que, en definitiva, va fortaleciendo la amistad? No es necesario tener cientos de amigos como sucede en las redes sociales, con tal de que tengas buenos amigos que se puedan contar con los dedos de una mano, estas por demás bien servido.
En estos tiempos tan convulsos en los que la cercanía física y emocional sufren grandes restricciones, lo mejor que se puede hacer para seguir fortaleciendo nuestros lazos de amistad es la conversación y la escucha. Y por supuesto, es mucho más agradable y amena una charla mirando a los ojos de la amiga o amigo, que tener delante su foto de perfil.
Gabriela Canedo Vásquez es socióloga y antropóloga