La historia política de Bolivia ha estado profundamente marcada por la figura de Evo Morales, quien ha empleado tácticas controvertidas para consolidar su poder a lo largo de su carrera. En la década de los 90, como líder cocalero, Morales presionó a diversos gobiernos mediante bloqueos que paralizaban gran parte de la economía nacional. Esta estrategia le permitió ganar notoriedad y facilitar su ascenso a la presidencia. Hoy, casi tres décadas después, intenta repetir esa táctica en un contexto marcado por graves denuncias de abuso, mientras sus seguidores vuelven a recurrir a los bloqueos como forma de protesta. Esta situación demanda un análisis crítico desde perspectivas sociológicas y económicas.
Los bloqueos de caminos han sido una herramienta recurrente en la lucha política de Morales. En sus inicios, estos eran utilizados para presionar a los gobiernos en favor de los intereses de los cocaleros, buscando reconocimiento y derechos. Sin embargo, aunque efectivos en su momento, hoy han evolucionado hacia un uso problemático. La defensa de Morales se articula en torno a una narrativa de persecución política, a pesar de las serias acusaciones que enfrenta. En lugar de presentar pruebas que respalden su inocencia, como una solicitud de ADN, ha instado a sus seguidores a bloquear caminos, perpetuando un ciclo de violencia y desestabilización. Este comportamiento no solo socava el sistema legal, sino que también alimenta la polarización social en Bolivia.
La economía boliviana enfrenta problemas críticos que se han intensificado en los últimos años, especialmente en 2024, con un desabastecimiento de diésel que ha afectado negativamente las exportaciones. En este contexto, resulta contradictorio que quienes realizan bloqueos exijan el restablecimiento de dólares en la economía, cuando dichos dólares provienen de exportaciones que sus propias acciones están perjudicando. En el primer semestre de 2024, las exportaciones se redujeron en más de 1.510 millones de dólares en comparación con el año anterior, lo que pone de manifiesto la incongruencia de sus demandas. Además, los bloqueos no solo interrumpen el flujo de bienes y servicios, sino que también impactan a comerciantes y trabajadores que dependen de ingresos diarios. Por si fuera poco, la inflación ha aumentado considerablemente en los últimos dos meses, encareciendo los precios de los productos alimenticios entre un 15% y un 35%.
Desde un enfoque sociológico, la defensa de Morales refleja una creciente desconfianza y resentimiento hacia sectores urbanos y profesionales. Esta animosidad ha sido alimentada por más de dos décadas de ideologización, donde la figura de Morales ha adquirido un estatus casi mítico entre sus seguidores. Así, los bloqueos no solo representan apoyo a un líder, sino también una manifestación de la frustración acumulada por la percepción de abandono y marginación. No obstante, es crucial señalar que detrás de estas movilizaciones existen también intereses personales; muchos líderes de las protestas son aspirantes a cargos políticos que buscan consolidar su lealtad hacia Morales más que representar genuinamente a sus comunidades. Esto refleja una cultura política en la que el interés personal se antepone al bienestar colectivo, perpetuando un ciclo de clientelismo que socava los fundamentos de una democracia saludable.
La percepción de impunidad que rodea a Morales es otro aspecto crítico de esta discusión. A lo largo de su carrera, ha utilizado tácticas legales cuestionables para eludir responsabilidades y mantenerse en el poder. Aunque enfrenta acusaciones graves, la defensa de sus seguidores sugiere que muchos creen que está por encima de la ley. Este fenómeno no solo erosiona la confianza en las instituciones, sino que también plantea serias interrogantes sobre el futuro político de Bolivia.
A pesar de la situación negativa, ha surgido un aspecto positivo: los bonos soberanos de Bolivia en dólares han alcanzado su nivel más alto en un año, según Bloomberg. Esta subida se debe a la favorable reacción del mercado ante los procesos legales que enfrenta Morales, que han reducido sus probabilidades de regresar al poder. Un informe de KNG Securities indica que cualquier reestructuración de los bonos probablemente implicaría solo el diferimiento de pagos. Además, la estabilidad de las reservas internacionales y los problemas legales de Morales han aumentado la confianza de los inversores, generando expectativas de reformas económicas más orientadas al mercado.
La situación actual en Bolivia, marcada por los bloqueos en defensa de Evo Morales, refleja una compleja intersección de intereses políticos, económicos y sociales. La repetición de tácticas antiguas en un contexto tan crítico es preocupante y demanda una respuesta reflexiva. La defensa del abuso y el uso de bloqueos como herramienta de chantaje son inaceptables y deben ser deslegitimados en el discurso público. Es crucial que la ciudadanía boliviana se cuestione el futuro que desea construir. La historia ha demostrado que el retorno de Morales al poder podría resultar en más división y conflicto, en lugar de en soluciones para los problemas que enfrenta el país.
El autor es investigador y analista socioeconómico