Uno de los signos más destacados de estos tiempos es la irracionalidad de amplios sectores de la clase política. Se trata de un fenómeno global que rebasa las fronteras ideológicas, encontrándoselo en la izquierda, la derecha, en los nacionalismos a ultranza, entre los globalizadores y en el fanatismo religioso. Como primer resultado de ello tenemos un dato fáctico incuestionable: la involución de la política, junto a la agudización de la crisis institucional para la gobernanza. Este cuadro general se manifiesta en cada país según sus propias particularidades, ofreciendo algunas enseñanzas para el análisis.
Las enseñanzas del fracaso en Bolivia del denominado proyecto Estado plurinacional, no es sino la continuidad de experiencias similares, ensayadas bajo otros proyectos de desarrollo nacional y estatal en el pasado. Se trata, pues, de una constante, que tiene como referencia a los distintos grupos sociales que conforman esta sociedad, así como a los distintos ordenamientos institucionales por los que cada uno de esos proyectos se expresara. Tanto las identidades generales de los grupos sociales como de sus instituciones son resultado de la historia y en ella, de la interacción (mayormente conflictiva) de esos grupos.
Se trata de enseñanzas referidas a temáticas tales como Estado, nación -o multinacional, en este caso- y democracia. Al mismo tiempo, con el fin de considerar esas enseñanzas, debe tenerse en cuenta que cada proyecto intentado ha supuesto el desarrollo de las subjetividades sociales, a lo largo del tiempo. Considerar la visión bajo las que han sido abordadas esas temáticas a lo largo de la historia es insuficiente, si no se aclara que en esos periodos históricos también se han adaptado y recreado las ideologías de los grupos sociales, o sea las maneras de comprender aquellas temáticas. Se entiende, por un lado, que esas ideologías contaron con el asiento social otorgado por clases, regiones, culturas y/o nacionalidades. Por otro lado, son ideologías, además, originadas en diferentes tiempos históricos.
Hablamos de horizontes históricos tales como el de la colonia, la república y el de la ciudadanía multinacional reconocida a partir del Estado plurinacional (esa ciudadanía será lo único que sobrevivirá a este Estado). En torno a las unidades socio-culturales matrices establecidas en la colonia se han (re)constituido las ideologías que han dado lugar, luego, a los proyectos de desarrollo ensayados y a los intentos de crear una unidad general, es decir a los intentos de nacionalizar la sociedad boliviana.
La historia de este país muestra la combinación de la persistencia (de aquellas matrices culturales) junto a su innovación – adaptación. En esta combinación, pero, no se ha operado una aproximación y fusión de ambas, sino la renovación de la disputa por el poder y la hegemonía. Al mismo tiempo, cada unidad social ha asimilado (aprendido), luego del fracaso de cada intento de desarrollo, de sus propias debilidades y fortalezas, así como de las del otro. Podríamos sintetizar la idea diciendo que casi en paralelo, estas verdaderas entidades han atravesado el tiempo de la instauración, desarrollo y derrumbe de todo proyecto de desarrollo nacional estatal, como acontecimientos históricos que les enriquecieron en tanto unidades particulares. En estas condiciones, claro, en ningún caso se ha alcanzado aquello que debería ser “lo boliviano” con validez universal, nacionalmente hablando.
Los fallidos intentos por implantar con éxito proyectos de desarrollo ilustran, por consiguiente, el fracaso de todas las subunidades sociales (clases, culturas, regiones, etc.) y tienen como resultado la pobre visión nacional de una identidad general. El conjunto de estos fracasos bien puede agruparse en la noción de “momentos constitutivos fallidos”. Así, en el fondo, habiéndose intentado infructuosamente proyectos desde todos los horizontes sociales y desde todos los ámbitos discursivos, lo que ha fracasado ha sido la implantación de un momento constitutivo profundo. Es por ello que hablamos de momentos constitutivo no exitosos o efímeros.
En lo que respecta al Estado, por ejemplo, los intentos de 1899 (mediante el Estado liberal), de 1952 (con el Estado del nacionalismo revolucionario) y de 2006 (mediante el Estado plurinacional) han terminado desmoronándose sin pena ni gloria. No fueron capaces de viabilizar un proyecto nacional de desarrollo acordado y aceptado por todos. Dicho de otra manera; el derrumbe de los proyectos nacional-estatal ensayados es la prueba de que ninguno de aquellos momentos históricos (1899, 1952, 2006) y los grupos sociales que las encarnaron, alcanzaron a conformar un momento constitutivo profundo.
Consecuentemente, los proyectos económico-productivos que les correspondieron fueron débiles y se atrofiaron rápidamente. Además, hay que decir que en todos los casos fueron factores internos y externos los que aceleraron el desgaste. Complementa la ilustración de la incapacidad de la sociedad boliviana por superar el carácter efímero de los momentos constitutivos mencionados, la no creación de una visión general, de una ideología nacional, así como de la inevitable derivación institucional de ello. La debilidad es manifiesta en lo que a la institucionalidad de un sistema político democrático se refiere. Lo mostró el Estado liberal con un sistema político segregador, lo mostró el Estado del 52 por medio del clientelismo y el pongueaje político y lo muestra el Estado plurinacional a través de la democracia totalitaria y autoritaria.
Al inicio del artículo dijimos que una de las características de estos tiempos es la de la irracionalidad en la política. Las expresiones ideológicas y políticas de esa irracionalidad bien pueden sintetizarse en la presencia, en los centros del poder, de Trump, de la izquierda delincuencial latinoamericana, el nacionalismo bélico de Putin, del islamismo radical del Medio Oriente, entre otros. Es a raíz de este fenómeno que la agenda de la sociedad se ha visto grandemente constreñida a la defensa de la democracia.
En el caso boliviano, a los signos de estos tiempos debe añadirse sus propios obstáculos internos que a lo largo de la historia han inviabilizado todo proyecto que correspondiera a una mínima racionalidad, fuera cual fuera el discurso ideológico con el que trataron de dotar de contenido a las instituciones del Estado. Aquellos obstáculos, provenientes de y recreados por la incapacidad de esta abigarrada sociedad, explica en gran medida el por qué no se plasmaron los esfuerzos en la unificación constructiva, en un momento constitutivo exitoso. De esa manera, la irracionalidad universal se expresa de manera potenciada en Bolivia.
En este sentido puede decirse que desde la historia, desde la diversidad de culturas políticas y desde la (raquítica) institucionalidad estatal, se encuentra acechada la democracia. El terreno gelatinoso en el que su vigencia real, y no sólo discursiva, se mueve es una constante y manifiesta una de las características de los países -para usar un denominativo del pasado- subdesarrollados: la incapacidad de planificar su futuro, siquiera a mediano plazo.
El autor es sociólogo y escritor