Ir al contenido principal
 

Opinión

Elecciones peligrosas

8 de Febrero, 2025
Compartir en:

El expresidente del Tribunal Supremo Electoral (TSE), Salvador Romero, no es mi pariente. Intuyo, además, que somos aves distintas, aunque la cordialidad sin gran cercanía haya circundado nuestros escasos encuentros.

Admiré tardíamente a su padre, el sociólogo Salvador Romero Pittari, por sus deliciosas columnas en La Razón y su libro El nacimiento del intelectual, pero tuve con él apenas un manojo de charlas al paso, y un cálido almuerzo. Siento, sí, devoción y afecto por la historiadora Florencia Ballivián, madre del expresidente del TSE.

Pero ni la melaza ni la bilis sirven para juzgar. Es mejor el espíritu del tasador. Ese al que se le va el oficio en no engañarse con su lupa, descifrando lo que hay de oro, de plomo y detritos en el material que tiene enfrente.

A Salvador Romero (hijo) le tocó bailar con mandinga, según relata en su entretenido libro Elecciones peligrosas, publicado hace tres meses. Es un recuento de la interna de la elección de 2020 y sus ecos, incluyendo una acción penal contra el autor (del libro, no de un delito).

Por la aversión de nuestras personalidades al testimonio escrito, el país tiene nula ocasión de aprender de los dilemas pasados para enfrentar los nuevos. Por eso recae en las abstracciones y generalidades divulgadas sucesivamente por economistas, abogados, catedráticos y sindicalistas.

Con sus sesgos, evasivas y escarnios, los testimonios permiten esquivar las recitaciones de manual. De este pecado no estuvo exento Salvador en su atribulada gestión. Salvo en su discurso de despedida, su refugio en la palabra administrativa fue su modo de no arriesgar la neutralidad del árbitro electoral. Pero recuerdo que me irritaba ese su recurso, aunque ya me quiero ver a mí haciendo malabarismo a diario con papas calientes. 

A toro pasado, como dicen los españoles, a Salvador le faltó osadía o los silencios estudiados de Hassenteufel en vez del verbo de un parco servidor público de Renania. El registro retórico de Romero en el TSE le restó vuelo y hasta lugar a sus razones, a contramano de su libro, lleno de observaciones, ponderación y realismo; de yapa, su lectura sociopolítica cerebral, sobria y -sin exculpar al MAS- distante de los círculos enfurecidos con estos últimos 20 años, pero que hacen todo para extenderlos.

La exitosa carrera profesional de Romero, su origen social y sus amigos expresidentes no lo beneficiaron en 2020. Sin esos antecedentes, tal vez no habría recibido el presente griego de dirigir el TSE o nadie hubiera esperado que hiciera de lancero contra el evismo abatido.

Romero pensó que excluir al MAS de la contienda el 2020 nos sumiría en la violencia. Confirmando su percepción, el MAS barrió en las elecciones, alimentado por los dislates del gobierno de transición y la miopía opositora (a propósito, la ceguera persiste, sin renovación y con riesgo de que en las elecciones de 2025 ya ni el tuerto sea rey).

Aunque impopulares, no son triviales los argumentos de este libro de por qué el proceso penal por el acusado fraude electoral de 2019 no tuvo destino, rigor ni lógica, por indignante que fuera la incuria o premeditación de Evo y sus subalternos más sicofantes y bravucones.

A Elecciones peligrosas le sobra alguna página, quizá por los profusos apuntes in situ del protagonista o por su intención de explicarse. Pero ayuda a entender ese trance y a quien lo cuenta con soltura, elegancia y ojo político. Varios personajes que aún están en actividad febril salen mal parados, alguno no. Por ejemplo, a Tuto Quiroga lo pinta experimentado y sensato, aunque emplumado en exceso por las encuestas en 2020.

Elecciones peligrosas es el punto de vista de un actor crucial. Sus errores derivaron de su ubicación y enfoque en la disputa pública, y de la infernal coyuntura. Pero lamento decepcionar a sus odiadores. Este libro abona que las denuncias contra Romero son delirantes. Provienen de los antiguos recelos de Evo y, miméticamente, de los que atizan esa fogata en la que, auguran, incinerarán al MAS y le retribuirán en género sus abusos. El mismo ánimo hepático o triunfal que está haciendo crecer al MAS de nuevo, como en 2020.

El autor es abogado