En las últimas semanas la situación social-política en Bolivia ha llegado a un grado convulsión preocupante generando pérdidas de vida, pérdidas económicas, además, añade más angustia y preocupación a la situación existente por la pandemia.
Al reflexionar a fondo las acciones de las protestas, los bloqueos y la ineficiencia del gobierno para garantizar el respeto a la vida de todos los bolivianos, surge la omisión por parte de muchas personas que tienen la facultad y el poder para contribuir a la solución de los conflictos que se están presentando, esa omisión es un pecado que se traduce en dejar de hacer aquello que debo y puedo realizar.
El pecado de omisión será mayor según la autoridad y poder que tiene la persona, es decir, la repercusión de su no accionar perjudica a numerosas personas, ejemplo de ello es cuando los poderes del Estado en Bolivia no aplicaron la Constitución cuando el ex mandatario Morales violentó la carta magna con su reelección en 2019, cuántas muertes y conflicto se hubieran evitado; otro ejemplo, es cuando un juez hace caso omiso sobre una denuncia de violencia de género y deja libre al agresor que directamente mata a la víctima porque lo denunció; o simplemente un ciudadano no usa el barbijo porque le molesta, pudiendo contagiar a las personas más vulnerables causando la muerte.
Por ende, en la política se puede perjudicar a otros realizando una acción, pero se perjudica igual o más cuando no se realiza, lamentablemente se dejan de hacer cosas contundentes por los cálculos políticos del momento, trayendo como consecuencia que los males sociales se vayan agudizando, el autoritarismo se vaya robusteciendo y la humanidad cada día se vaya deshumanizando, si tienen duda de ello simplemente observen a los dirigentes políticos de las naciones Americanas, que para quedar bien con su electorado prefieren hacerse de la vista gorda sobre los problemas que agobian a los ciudadanos, echándole a culpa a otros de su propia inacción.
Ronald Valera es Filósofo