He aprendido de la cultura boliviana (la cual suele ser bastante solemne) que el sarcasmo y la ironía no son siempre entendidos y, por ende, bienvenidos.
Aun así, correré una vez más el riesgo de parecer insultante y declararé sin medios términos que el actual gobierno es el mejor en 40 años. Lo que pasa -como dijo un afamado oceanógrafo boliviano- es que “ustedes no lo visualizan” o no entienden el significado profundo de las políticas revolucionarias que se llevan a cabo.
Recuerden el chiste del traumatólogo que le prometió a su paciente que, después de la cirugía a sus piernas volvería a caminar. Y así sucedió, porque el paciente tuvo que vender el coche para pagarle. Aunque aquel tuvo más suerte que otro paciente el cual, después que se le amputaron ambas piernas, recibió del médico la buena noticia de que un par de enfermeros estaban interesados en comprarle los zapatos. Ambos chistes bien pueden ser metáforas de la política actual cambiaria o de hidrocarburos.
Algunos lectores incrédulos podrían objetar que medidas recientes como la de IATA limitarán enormemente la libertad de los bolivianos de viajar al exterior. Nada más falso. Vean el ejemplo de Venezuela donde los mismos problemas de divisas no han impedido a 7,7 millones de personas salir al exterior.
Tanto se critica la justicia, que habría empeorado con el actual gobierno, cuando la realidad es que la justicia ha salvado almas, incrementando la fe en la justicia divina. ¿O no recuerdan la historia del chofer borracho y del párroco del pueblo que murieron el mismo día y se presentaron ante San Pedro? El chofer entró directamente al paraíso, mientras que el párroco tuvo que ir a “desquite”. Ante la protesta del párroco, el bueno de San Pedro explicó el criterio de eficacia que había aplicado: cuando el párroco sermoneaba la gente se dormía, pero cuando el chofer borracho manejaba la gente rezaba.
Se podrá criticar todas las chicanas desplegadas por el gobierno y sus magistrados para no llevar a cabo las elecciones judiciales, pero nadie valora el resultado de demostrar, fuera de toda duda, lo inservible que ha resultado la Constitución redactada por Evo y sus socios españoles de Podemos.
Es cierto que Bolivia, gracias también a este gobierno, está un poquito atrasada en desarrollar la economía del litio, pero piensen cuánto litio hará falta para llevar a cabo la colonización del planeta Marte. Ahí estaremos con nuestras reservas intactas e inmaculadas de los salares.
También la falta de gasolina y diésel hay que enmarcarla en el objetivo más noble de la lucha contra el cambio climático: aun sin haberlo planificado, Bolivia contribuye manteniendo parados, en la fila de las estaciones de servicio, a miles de vehículos que cabalmente durante horas e incluso noches enteras dejan de contaminar el ambiente y la atmósfera.
Tanto se critica a las empresas públicas por ser antieconómicas y derrochar los pocos recursos del Estado. Pero, escuchen al pueblo (70%, según una encuesta): “¿qué queremos? ¡Más empresas públicas!” No es fácil, señores libertarios, ensuciar los cerebros lavados por decenios de cháchara nacionalista y socialista.
¿Qué más se le puede criticar al mejor gobierno de los próximos 40 años (si los mismos seguirán gobernando)?
¿Qué haya localizado las grandes fábricas de la agroquímica en la comarca de un expresidente? ¿Qué haya cumplido con creces sus objetivos de sustituir importaciones, dejando de importar la mitad de los bienes que necesita el país? ¿De sustituir las exportaciones de gas con importaciones de carburantes? ¿De fomentar una economía competitiva entre regiones? ¿De haber recibido un país al borde del abismo y de haber dado un pequeño paso hacia adelante?
El autor es físico y analista