El objetivo maximalista que se fijó Putin -y con él la recalcitrante ultranacionalista oligarquía- es el primer impedimento para un triunfo ruso, en la guerra en curso. Ese objetivo consiste, nada menos, en posicionar a Rusia como uno de los actores centrales, en la reconfiguración del orden mundial. Objetivo que da la espalda a realidades tan contundentes como el posicionamiento histórico, en el mundo, de la vigencia de la democracia y del estado de derecho, así como al tupido tejido económico y comercial, a nivel global.
Desde ya, la persistencia de Putin en agudizar el conflicto en Europa, ahonda la imposibilidad de salir triunfante del mismo y agudiza el aislamiento internacional del Kremlin (descartando, claro está, el apoyo de Estados parias, como el cubano, o de Estados camino a serlo, como el boliviano). Abordaremos la temática no desde la consideración “técnica” militar, sino desde supuesto mayores como son los referidos a los condicionamientos que supone el estado de derecho para el tejido económico – comercial, y la vigencia de la democracia que ello demanda.
El objetivo que Rusia persigue en la guerra contra Ucrania imposibilita el éxito de Moscú, dado el condicionamiento del desarrollo del tejido mencionado. Ambas condiciones (objetivo y condicionamiento), explican grandemente el aislamiento internacional de la dictadura que encabeza Putin.
Veamos. El carácter maximalista del objetivo ruso, impulsado por los ideólogos ultranacionalistas, se resume en la propuesta de constituir el gran imperio euro-asiático, entre occidente y China. Se espera que la privilegiada ubicación geográfica rusa entre ambos bloques, sitúe a Moscú en una posición favorable, en el nuevo orden global. Pero como ello no puede lograrse -piensan- a través del actual orden internacional, los medios que el Kremlin privilegian son el atropello al derecho internacional de la manera más brutal, como es una guerra. Que ese atropello conlleve el desconocimiento a las reglas que rigen al comercio internacional y a la dinámica de la economía mundial, es algo que les tiene sin cuidado. Así, no es de extrañar que Putin sólo encuentre apoyo entre Estado de casi nula incidencia mundial.
Incluso si pensáramos en un hipotético éxito ruso en su guerra contra Ucrania, tendríamos que convenir en señalar que solamente se trataría de una favorable escaramuza, de la tesis del derecho del más fuerte. Lo que se manifestaría sería un haz de inequívocos signos de un período histórico de inestabilidad global. Recordemos que la invasión rusa Ucrania fue en realidad una agresión a la democracia y al estado de derecho, en el mundo. La finalidad rusa, por tanto, nunca fue Ucrania sino un nuevo orden global, bajo el imperio del derecho del más fuerte. Desde esta perspectiva, la guerra de Putin contra Ucrania únicamente representa una batalla.
La guerra en sí, en las condiciones a las que ha llegada, supone para Moscú el aplastamiento a la OTAN. Se trata de la condición para implantar los delirantes objetivos establecidos, así como de neutralizar a China, en el proceso. Esa imposición, en buenas cuentas, conlleva la anulación de la libertad de los Estados y en general, de las sociedades. El clima de inseguridad consiguiente, de seguro abarcaría los campos político, jurídico y social.
Es esta extensión la que torna inviable un triunfo ruso, en los términos soñados por los ideólogos del imperio euro-asiático, con el que se inspiró la dictadura. Desde ya, la invasión a Ucrania misma generó un clima de inestabilidad, tanto global como local, es decir dentro de la propia Rusia (clima que sólo puede ser controlado por medio de los asesinatos políticos, el encarcelamiento a opositores y la represión masiva a las protestas sociales). El clima de inestabilidad no solamente se refiere a los efectos de la guerra en sí, sino también al curso que toma la guerra. Por ello es impensable que bajo la ley del más fuerte puedan desarrollarse el comercio y la economía global.
Pensar en el triunfo ruso, ya ni siquiera en los términos que oligarcas y ultranacionalistas fijaron al inicio de la aventura, es imposible. Lo es también si nos circunscribimos a la última propuesta de Putin, referidas a iniciar conversaciones únicamente si se le reconoce las regiones ucranianas (entre ellas Crimea), que todavía mantiene, de manera parcial y a duras penas.
Pero no únicamente es impensable cualquier triunfo de Moscú, sino también lo es que el esquema oligárquico – dictatorial en el Kremlin pueda sobrevivir. Al contrario, lo que se vislumbra, es la debacle de tal esquema.
Como se ve, no hay escenario posible en el cual el proyecto que Putin representa pueda triunfar en la guerra. Más allá de la sangría que tal proyecto demanda a la población rusa, para barrer con el estado de derecho y con las democracias (elementos que son verdaderas conquistas de la humanidad) hay que decir que se requiere algo más que cañonazos para lograrlo.
El autor es sociólogo y escritor