El asilo otorgado por España a Edmundo Gonzales Urrutia (EGU) -en realidad un auto destierro del vencedor de las elecciones de Venezuela- ha vuelto a remover el piso de políticos y activistas de habla hispana.
No me ocuparé de las reacciones de los radicales que hubiesen preferido tener un héroe en su panteón, mediante acciones más contundentes por parte del anciano ex diplomático; como entregarse a los esbirros del gobierno más detestable de América (después del de Daniel Ortega) o vivir oculto durante meses y tal vez años o inmolarse como un bonzo en nombre de la libertad y la democracia.
Me referiré a la otra corriente paralela del radicalismo, los “antis” (capitalistas, imperialistas, judíos, moderados, demócratas… lógicos) que, no teniendo un oficio más decente, se dan ínfulas de “influencers” en las redes sociales o en las páginas del lector de populares periódicos. En el Infierno de esa izquierda extraviada, Lula y Petro son tibios sirvientes del imperio, aunque ubicados en un círculo más arriba del “traidor” Gabriel Boric.
Para ese grupo de antimperialistas de la lógica, EGU habría reconocido su derrota electoral “al escapar” a España, aceptando la ayuda diplomática del inefable José Luis Zapatero, el escurridizo mediador de esa operación. A la pesca de argumentos que ayuden a su padrino, los “antis” no caen en la cuenta de las consecuencias de sus afirmaciones: ¿los exilados de la guerra civil española o de los golpes de Pinochet, Banzer o Vilela se fugaron admitiendo su derrota o buscando salvar sus vidas y seguir luchando por sus ideales?
Más allá de los desvaríos ideológicos de una parte de la juventud, incluso académica (de las ramas sociales, in primis), existe una tentativa de restaurar una lógica antagónica a la cartesiana, universalmente aceptada hasta hoy; la que guía el avance de todas las disciplinas científicas. Es la “antilógica”, muy popular en los debates en las redes sociales.
En el Medioevo se explicaba el movimiento de los astros mediante ángeles que los empujaban lateralmente a lo largo de sus órbitas. Después de Newton quedó claro que los “ángeles” no empujaban, sino que jalaban los planetas hacia el centro de rotación. Además, tenían un nombre: “fuerza”. A parte de eso, sería antilógico deducir que los ángeles no existen.
Una forma común de antilógica es rebatir un argumento apelando a otros hechos de otros tiempos y de otros lugares: “que Maduro no muestra las actas, pues que el rey Felipe muestre las suyas”; “Maduro ha perdido la elección, ‘sí, pero’ lo esencial es parar la codicia imperialista”; “que la policía rodea a los asesores de Corina Machado, refugiados en la embajada de Brasil-Argentina en Caracas, ‘sí, pero’ Noboa también invadió la de México”; “que los inmigrantes haitianos no se morfaron los gatos, “sí, pero” en su país lo hacen”. En suma, según la antilógica, una fechoría se justifica con otra.
Para seguir debatiendo en busca de la verdad, sin apelar a la antilógica como táctica de distracción, sugiero aplicar la regla del “hic et nunc”, del “aquí y ahora”. ¿En qué consiste?
Cómo dice el mismo nombre se trata de analizar un hecho per sé, con argumentos que tienen que ver con el “aquí”, no con lo que sucede en otros lugares con regímenes autoritarios de todo color, y el “ahora”, no con situaciones sacadas a gusto del cliente del sombrero del pasado.
Para empezar, ¿por qué no discutir la situación de Venezuela solo con base en los hechos (campaña, votación, desconocimiento de los resultados) dejando de lado la disputa de si Maduro es un paladín del socialismo o un matón de barrio; si EEUU se entromete o no en los países de América o si Javier Miley es la desgracia o el salvador de Argentina?
El autor es físico y analista