“No más Matildas” fue la campaña impulsada en 2021 por la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas AMIT de España. La misma partía con la reflexión de si delante del apellido Einstein hubiera habido un nombre de mujer, lo más seguro es que hoy en día no lo asociaríamos a la teoría de la relatividad, porque seguro el mérito se lo habría llevado algún colega de investigación o incluso su pareja. De esta manera, la campaña pretendía deconstruir y echar abajo los estereotipos que hacen creer a las niñas que son menos inteligentes o capaces para la ciencia que los chicos.
Esta iniciativa atravesó fronteras con el objetivo de concientizar a la sociedad sobre la poca visibilidad que tienen las mujeres en el campo científico. Además, pretendía recuperar los nombres de las mujeres de la ciencia que fueron silenciados, olvidados y borrados, de forma tal que queden impresos en los libros escolares, y sirvan de referencia para despertar la vocación científica en las niñas. Tener ejemplos de mujeres científicas sirve para transformar la percepción que tienen las niñas acerca de la ciencia y lo adecuada que es para ellas.
El efecto Matilda es el prejuicio en contra de reconocer los logros de las mujeres científicas y cuyo trabajo comúnmente se atribuye a sus colegas masculinos. Este fenómeno fue descrito y denunciado por primera vez por la sufragista y abolicionista Matilda Joslyn Gage en su ensayo “La mujer como inventora” a finales del siglo XIX en Estados Unidos.
Fue la historiadora científica Margaret Rossiter quien acuñó la expresión “efecto Matilda”, para referirse a las mujeres científicas que fueron invisibilizadas. Y se dedicó a recuperar sus nombres perdidos. En su investigación, observó que el patrón de invisibilidad femenina se repetía una y otra vez en la ciencia. Desde el hecho de que los hombres toman el crédito del trabajo de las mujeres, pasando porque las mismas no ganan tantos premios como ellos, hasta el hecho de que ellas no consiguen empleo en campos científicos.
Actualmente, la investigación científica está preponderantemente liderada por los hombres. Menos del 30% de ella es realizada por mujeres. Desde 1901, el 97% de los ganadores de premios Nobel en ciencias han sido hombres. Solo alrededor de 23 mujeres han ganado un Premio Nobel de ciencia de alrededor de 600 nobeles científicos. Estas cifras son alarmantes y quedan lejos de lograr la igualdad en el campo de las ciencias “duras”. Marie Curie se convierte en la excepción, al haber obtenido dos premios Nobel, que tampoco los ganó de manera sencilla.
Cada 11 de febrero, desde hace apenas algo más de un lustro, se celebra el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, con el objetivo de lograr el acceso pleno y equitativo de las mujeres y las niñas en la ciencia; y además para alcanzar la igualdad de género y el empoderamiento de ellas. Como todo campo del saber, la ciencia y el acceso a ella guardan relaciones de poder. Orientarse hacia la ciencia es más complejo para las mujeres, pues una serie de estereotipos y un contexto machista determinan que las mujeres y las niñas no puedan acceder a la educación superior y mucho menos a profesiones científicas. Al parecer, el techo de cristal en este campo es mucho más compacto y difícil de romper. No es extraño escuchar que una mujer sea enfermera, maestra, pedagoga, que astrofísica, geóloga o médica nuclear.
Ojalá que cada vez sean más niñas las que tengan curiosidad por comprender el universo y los diversos cuerpos celestes, centrándose en la astronomía. O se interesen por las propiedades de la energía y la materia, así como el tiempo, el espacio y las interacciones que existen entre sí, dedicándose a la física. O sientan curiosidad por la composición, estructura dinámica e historia de la Tierra estudiando geología. O se pregunten por la materia y por las combinaciones de sustancias y las reacciones, orientándose a la química. O finalmente el interés se encamine por estudiar los seres vivos de manera integral desde el nivel molecular hasta la conformación de los ecosistemas, apasionándose por la biología.
Queremos más niñas y mujeres en la ciencia, queremos más reconocimiento a los avances y descubrimientos que llevan un sello de mujer. “No queremos más Matildas”.
Gabriela Canedo Vásquez es socióloga y antropóloga