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Opinión

“Disculpe las molestias, pero nos están matando”

10 de Marzo, 2022
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GABRIELA CANEDO

“Karen, una mujer comerciante de 29 años fue asesinada con tres puñaladas por su concubino”, fue una de las noticias en los diarios, con la que amanecimos en vísperas de la conmemoración del día internacional de la mujer hace unos días. El 08 de marzo es el día en el que las mujeres recibimos “felicitaciones”, flores, chocolates, asuetos, tarjetas virtuales “por ser mujer” y el resto del año cunde la discriminación, la desigualdad de género, la violencia y el irrespeto a nuestros derechos como mujeres, llegando al extremo del aumento en la cifra de feminicidios.

Hace más de un siglo, un 08 de marzo de 1908, obreras de una empresa neoyorkina, decidieron entrar en huelga y de manera pacífica encerrarse en la fábrica, pues las condiciones laborales para las mujeres eran deplorables. Los salarios eran menores a los que recibían los hombres. En esa protesta laboral murieron calcinadas 129 mujeres entre las edades de 19 y 24 años. En aquel entonces, las demandas laborales fueron las más urgentes y gracias a esas mujeres y las que las antecedieron y precedieron es que gozamos de derechos conquistados. Sin embargo, en pleno siglo XXI, la vigencia de todas las formas de violencia hacia las mujeres es un hecho aterrador e inquietante en cuanto problemática social, pues da cuenta del deterioro de las relaciones humanas, de un orden patriarcal y misógino. Los feminicidios son crímenes de odio hacia las mujeres y las cifras en el país son alarmantes.

A setenta días de haber iniciado el año, diecisiete mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas. El camino para vivir una vida libre de violencia, en la que se respeten nuestros derechos humanos aún es largo, pedregoso, doloroso y lleno de sangre y luto.

El día internacional de la mujer, desde distintas latitudes del mundo, se han llevado a cabo una serie de movilizaciones reclamando e interpelando al unísono, a una sociedad machista y patriarcal. Los carteles de las marchas y protestas son una forma de manifestación discursiva y reivindicativa. Sintetizan el significado de lo que se denuncia y aquello que se defiende llamándolo además por su nombre. Así un cartel decía: “En México no aparecemos muertas, nos matan”. En el mismo sentido otro señalaba “Yo no muero, a mí me matan”. Y en diversos idiomas se podía leer “stop violence against women”, “stop aux feminicide” recalcando que no somos simples cifras de mujeres que perdieron la vida fortuitamente, sino que somos mujeres asesinadas, somos vidas que fueron cegadas. En Guatemala uno señalaba “Vivimos en un Estado Feminicida”, aludiendo a que el Estado es cómplice de la violencia hacia las mujeres. También se podía leer consignas como “No quiero sentirme valiente cuando salga a la calle, quiero sentirme libre” refiriéndose a la inseguridad que sentimos en las calles y a la manera cómo somos violentadas en el espacio público, desde el piropo hasta la agresión física y sexual al que estamos expuestas. “Nadie me preguntó cómo vestía mi agresor ¿por qué me lo preguntan a mi?”, “Mi cuerpo no es territorio de conquista” son frases que reivindican la libertad y autonomía de las mujeres sobre nuestros cuerpos, sobre nuestra vida sexual y sobre la manera en la que nos vestimos.

Ante los feminicidios que suponen derramamiento de sangre, la orfandad de niños y niñas y familias enlutadas, tanto el Estado, como la sociedad civil son cómplices. No existe una atención seria de la problemática, ni la ciudadanía se espanta por estos crímenes inconcebibles y atroces. Persiste una tolerancia extrema con la violencia. Solo los colectivos feministas se indignan ante esta lacra que incubamos y arrastramos como sociedad. Alzan la voz por las que ya no están. Denuncian y exigen justicia.

El Estado hace caso omiso de la problemática de los feminicidios y la violencia hacia las mujeres, pues no ha llegado a democratizar las relaciones humanas y menos a trastocar las estructuras de un sistema patriarcal. A esto se suma un sistema judicial corrompido que no da respuestas efectivas y justas a las víctimas, liberando impunemente a los feminicidas. Y finalmente, la sociedad que es tolerante con la violencia hacia las mujeres y niñas convirtiéndose en caldo de cultivo para que se den horrendos crímenes.

Las marchas y protestas protagonizadas por las mujeres en vías públicas, cada 08 de marzo, reivindicando nuestros derechos y una vida libre de violencia, incomodan, molestan a instancias del Estado y a sectores de la población que no comprenden la relevancia de esta problemática, la importancia de denunciar un orden patriarcal. Por eso, uno de los carteles decía de manera irónica e incisiva: “Disculpe las molestias, pero nos están matando”.

Gabriela Canedo Vásquez es socióloga y antropóloga

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